Muchas veces en nuestras vidas las palabras se las lleva el viento, se dicen y lanzan al precipicio de lo inútil. Otras veces las palabras quedan y es ahí donde se convierten en necesarias para entender cómo vivimos, el espacio que compartimos en este mundo cada vez más polarizado y convulso. Citar, referir, tomar prestadas determinadas palabras o frases es, incluso hoy, una tendencia habitual en todos los espacios y en la era de internet y las redes sociales pululan a diario los post con palabras y frases que llamamos célebres.
Lo curioso de tomar prestadas esas palabras dichas ayer o hace 15 siglos es que no nos interesa el contexto en que fueron dichas, escritas o grabadas en piedra. Se repiten una y otra vez, se juega con ellas, se acomodan a nuestras necesidades espirituales y sirven para expresar aquello que muchas veces no nos atrevemos a firmar, a llamar por su nombre. Es muy cómodo el hecho de tomar palabras de aquí y de allá. A fin de cuentas, alguien supo resumir lo que nos viene como anillo al dedo en determinada circunstancia.
Me atrevo a asegurar que ningún orador, escritor, filósofo y hasta científico de amplio reconocimiento escapa a la tentación colectiva de llevar y traer lo que un día dijeron con la mayor naturalidad del mundo o después de mucho razonar y convertirlo en verdad, en lo cierto, absoluto, necesario para entender determinados estados de ánimo.
Este 30 de junio de 2021 se cumplen 60 años de uno de los momentos más trascendentales para la cultura cubana, aquellos encuentros que por varios días sostuvo Fidel en la Biblioteca Nacional con artistas e intelectuales y donde el rol tanto de la naciente Revolución como de sus protagonistas espirituales quedarían sellados. Lo que se conoce hoy como Palabras a los intelectuales puso un límite, estableció una guía para entender que la oportunidad de crear y construir una obra que trascienda goza de total libertad en medio de uno de los grandes procesos transformadores del siglo XX.
Si bien se ha escrito sobremanera sobre la importancia y lo relevante de esos encuentros, quizá la frase más citada, hurgada, celebrada o vilipendiada de aquellos días: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”, ha quedado para muchos como el referente más claro, soslayando la esencia misma de las reuniones, convirtiendo en dogma lo que definitivamente nos ayuda a comprender el llamado a la unidad, el compromiso con la cultura nacional y la absoluta libertad de creación que emana de las esencias mismas de la transformación que trajo en todos los ámbitos el triunfo revolucionario de 1959.
Esa frase sacada de contexto, sin siquiera ubicarla en su espacio y tiempo, ha servido para unos y otros como bandera de lo que debe ser y lo que debe criticarse porque limita, coarta, desecha a ciertos sectores que no se identificaban con el ideal socialista que ya había definido el camino a seguir desde la justicia social, el respeto pleno a la dignidad colectiva, el derecho a la libertad.
El poco conocimiento que hay sobre ese texto y la falta de difusión, el nombrarlo sin ir al fondo de su origen, nos obliga hoy a retomar su vigencia con más fuerza, a transmitirlo a las nuevas generaciones de cubanos para despejar esos confusos caminos que tratan de mostrar, utilizando todas las vías posibles, los sectores anexionistas y altaneramente solicitantes de un giro ideológico de la Revolución.
Palabras a los intelectuales no excluye, no contempla mantener ajenos a la construcción socialista cubana a quienes piensen diferente, deja claro que como parte de su construcción colectiva Cuba no aparta, Cuba une, es el espacio de todos mientras sumes y no restes, sobre todo cuando esa resta incluye la traición y la venta de tus principios al mejor postor en aras de destruir el interés de la mayoría para beneficio personal.
El texto de Palabras… es hoy más que nunca una obligación llevarlo debajo del brazo, comprenderlo, expandir por todas las vías posibles su impronta histórica y la vigencia que ha logrado sostener por lo auténtico y justo de su origen, por lo que vale para saber que la Revolución y Fidel nos convocaron hace 60 años a “echar una batalla contra la incultura” y más: dejaron claro que “vamos a batirnos contra ella y vamos a enseñar nuestras armas”. Y esas palabras, definitivamente, no se las llevó el viento, están en nuestra ruta e incluyen a todos los que aman a su país y su cultura.
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