La esquina de Escambray: Por encima de las diferencias, somos cubanos

Los cubanos sabemos muy bien del sentido de pertenencia. No importa que estés en otra provincia o en el extranjero, tus recuerdos se ubican en esa familia o esas personas que constituyen tu refugio emocional

Aun siento el olor del café que mi padre nos llevaba a la cama muy temprano antes de ir a trabajar. Levantaba el mosquitero y nos hacía beber café, luego seguíamos durmiendo, como si nada. Eran tiempos duros, aunque mi madre y él se encargaban de no hacernos sentir desprotegidos.

Tampoco olvido las emociones encontradas de mi familia, una parte aquí, otra allá, algunos más allá. Eso ha sido siempre parte de mi realidad y no importa que pasen los años, que te quede la huella de las posiciones encontradas, porque al final la familia (muchos de ellos ni siquiera los he conocido) se mantiene cerca y ha renacido por obra y gracia de las comunicaciones en redes sociales. No hay cuestionamientos, menos críticas, sí mucho respeto y eso vale su peso en oro.

Todas las historias, individuales o colectivas, las que construyes o te integras a sus dinámicas, son parte de tus esencias y negarlas es el mayor absurdo que reconozco. No las puedes borrar, las visitas una y otra vez porque necesitas alimentarte de esos nexos. Muchas provocan hasta carcajadas, algunas inducen a la nostalgia por los abrazos que ya no están.

Muchas veces me he preguntado qué sería de mi vida si no estuviese aquí, ahora, parte y testigo de una historia que nadie me puede contar desde la pantalla de un teléfono. Soy, como tantos, el resultado de uniones y rupturas que con el paso del tiempo definen personalidad, comportamientos, maneras de vivir, formas de crear y soñar el universo que tienes a tus pies.

Pero en realidad todo se debe a uno de los sentimientos más humanos y racionales que existen: la pertenencia. Saber que formas parte de algo o alguien afinca tus raíces y siempre te llevan a ese lugar tan especial donde convergen personas, familia, amigos, compañeros de viaje y trabajo, vecinos y conocidos. Para vivir con más plenitud se necesita sentir tus grupos, tus raíces, lo relevante que eres en la vida de otras personas y ellos para tu carácter.

Sentir que perteneces a tanto es beneficioso, porque la historia personal o colectiva no se puede borrar de un plumazo. Necesitamos estar conectados y mucho más cuando compartes a lo largo de tu vida experiencias, metas, valores, sueños, conquistas, disparidades ideológicas o sociales.

Los cubanos sabemos muy bien del sentido de pertenencia. No importa que estés en otra provincia o en el extranjero, tus pensamientos y recuerdos se ubican en todo momento en esa familia o esas personas que están en el lugar donde naciste, que siempre van a ser tu refugio emocional. Tus pensamientos o recuerdos siempre van a viajar por esas calles o trillos que caminaste desprovisto de todo miedo o rencor, e incluso con ellos. Nada trae tanto bienestar como los lazos de amistad, las pasiones, el trabajo, los gustos o aficiones, la religiosidad o esa filosofía de vida que nos hace sobresalir. Todo eso y más sostiene la identidad y la autoestima ante los ojos de los demás en los días difíciles y a veces inciertos que transitamos en tiempos de pandemia.

Mucho se habla de amor y paz, de armonía entre los cubanos que estamos aquí o en cualquier parte y te sorprenden las posturas de algunos, las agresiones y linchamientos mediáticos de otros, la sed de sangre y hasta la rabia de quienes ayer marchaban a tu lado. Sin embargo, lo que no ves es esa falta de pertenencia, la real o inducida, pero pertenencia al fin. Y aunque tratas de entender algunas maneras de demostrarla, esa ausencia de apego hacia la familia y el lugar donde naciste, sus efectos nocivos, no hacen otra cosa que afectar la salud de quienes la pregonan. Provocan tanto dolor en lo personal y lo social que resultan luego en inseguridad y pérdida del sentido común, vacío, en andar medio desnudos por el mundo, sin enfoque ni vínculos afectivos.

Es cierto que no se puede generalizar, pero cuando una persona deja a un lado su historia, los comunes momentos de regocijo y de temor, cuando abandona a su suerte la raíz que lo sostiene, termina en sonámbula. No es pasar página como aseguran algunos, es ocuparse de la alegría de la gente que te ama y has amado, sobrepasar los rencores infundados y manipuladores e ir a buscar ese remanso de paz que siempre encontraste en el pecho de los tuyos, más allá de distancias físicas e ideológicas.

Carlo Figueroa

Texto de Carlo Figueroa

3 comentarios

  1. «Cultivo una rosa blanca, en junio como en enero para el amigo sincero que me da su mano franca y para el cruel que me aranca el corazón con que vivo cardos ni orugas cultivo, cultivo la rosa blanca»

  2. ¿Sabe usted que antes de la Guerra de Independencia, habían cubanos independentistas, otros anexionistas y otros autonomistas, y que luego hubo Mambises y guerrilleros y voluntarios, que todos eran cubanos y sus encuentros eran a muerte? Puedo seguir poniéndole ejemplos de épocas recientes

  3. CARAMBA, HACIA FALTA UN TITULAR TOLERANTE E INCLUSIVO PARA PARAR ESA OLA DE ODIO Y DESPRECIO HACIA QUIENES NO PIENSAN IGUAL. FELICITO AL AUTOR DEL ARTICULO.
    CABEMOS TODOS: POR UNA CUBA TOLERANTE, PLURAL, INCLUSIVA Y DIVERSA.

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