La actual situación de inestabilidad y zozobras provocada por la pandemia de la COVID-19 en todos los ámbitos de la vida y, particularmente, en la cultura lleva a repensar la manera de asumir nuestras acciones. Para muchos la palabra de orden es reinventarse, es decir, construir un universo distinto al conocido hasta hace un año y tanto, reacomodar la manera de enfocar y gestionar lo conocido.
Resulta difícil en medio de un presumible caos universal sostener lo que ya considerábamos lo correcto e ideal. Puede, incluso, sentirse el dolor de ver las instituciones vacías, las puertas cerradas, como se resienten hasta su raíz las dinámicas socioculturales que tan seguras estaban. Y es lógico: nuestro comportamiento ha sufrido un golpe duro, dejamos a un lado la formalidad de visitar galerías, museos, de gozar un buen concierto, asistir a una tertulia, una lectura de poesía, una puesta en escena. Dejamos a un lado toda expresión que implique salir, confraternizar, hasta sentarnos en un parque a leer o conversar con los amigos. Todo —es la sensación más evidente— se vino abajo.
El esfuerzo que hoy se realiza desde la cultura cubana para atemperar el contexto, para aprovechar esas dificultades y hacer de ellas una verdadera fortaleza es, a juicio de muchos, desgastante. El país destina millones de pesos para garantizar la seguridad de cientos de artistas que de golpe y porrazo se encontraron con una escena donde no están incluidos. Regresar a lo que conocíamos como normal, a la habitualidad aprehendida, sigue siendo una luz al final del túnel. Y aunque las vacunas sean la esperanza y la solución a la mano, ya nada será igual.
Estos tiempos de pandemia, que parecen interminables y eternos, van a motivar —ya lo están provocando, sin dudas— que los artistas de todas las manifestaciones se expresen a sus anchas sobre las experiencias vividas. No faltarán relatos, poemas, textos dramáticos, exposiciones, puestas en escena, audiovisuales, performances, danzas de todos los estilos y estéticas que puedan obviar este proceso ansioso, por momentos cargado de angustias y desesperanzas. Pero también queda para siempre el hecho de que hemos sabido buscar nuevos espacios para llegar a más púbicos, a los amantes del arte y la literatura de todas las latitudes y de una forma que, a pesar de haber estado siempre ahí, se miraba con sospecha.
Hoy la expansión de la obra cultural de todo el país ha seguido la ruta de lo virtual o, lo que es mejor y más cierto: ha convertido el uso de las nuevas tecnologías en su escenario natural y, en ocasiones, el único posible. Esa fortaleza, el aprendizaje que supone, llegó para quedarse. Las recientes estadísticas publicadas por el equipo de comunicación del Ministerio de Cultura dan cuenta de una visualidad jamás soñada por los artistas cubanos. Por citar un ejemplo: las recientes transmisiones en vivo para la cadena de páginas de Streaming Cuba por Facebook de la Jornada del Libro Cubano permitieron no solo enlazar casi 140 páginas, también alcanzar unos 400 000 internautas, 80 538 reproducciones de video, ser vistos en 105 países (en Cuba, Estados Unidos, México, España y Argentina estuvo el mayor alcance), generar interacciones, comentarios y horas de transmisión que no se logran de forma analógica, para decirlo en un término más apropiado.
Hace unos años, cuando en la Casa de la Guayabera de Sancti Spíritus y con el auspicio de la Oficina Territorial de las Comunicaciones y la Dirección Provincial de Cultura, comenzamos a transmitir en línea los conciertos, conferencias, lecturas y obras de teatro durante la Feria Tecnológica La Guayabera 5.0, muchos (por la lógica de lo nuevo) no le daban tanta importancia. Entonces, como sucede ahora a diario, las estadísticas revelaban un alcance que sorprendía a los propios organizadores. Me atrevo a asegurar que nuestra provincia fue pionera en unir mundos aparentemente tan lejanos como el de la cultura y las tecnologías.
Ahora la Dirección Provincial de Cultura se une al concierto nacional de hacer de lo virtual un acontecimiento y fomenta los medios y herramientas básicas para seguir a la vanguardia en el empleo de la fuerza de la Internet y las redes sociales como “espacio-otro” para llegar a los públicos más variopintos. Estoy de acuerdo con quienes aseguran que esa no es la solución, que no se puede perder el contacto, que es necesario lo presencial. Pero también le puedo asegurar que lo virtual llegó para quedarse, que hay que lograr una armonía capaz de llevar nuestros patrimonios artísticos a otro nivel con el empleo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
En 2021 se cumplen 60 años de las Palabras a los Intelectuales, de la fundación de la Uneac y los 35 de la AHS. Esos acontecimientos son el escenario perfecto para crecer, fomentar y traer nuevas dinámicas a la manera de gestionar la vida y el desarrollo de la cultura cubana. Muy pronto, cuando esté a plena capacidad el espacio de transmisiones que se ha creado con la Casa de la Guayabera bajo el nombre de Quinta Studio, se iniciará un viaje irreversible para todos. Y cuando se logre controlar la pandemia, cuando la movilidad sea otra vez algo aceptado porque nuestra salud esté a salvo en cualquier esquina, tendremos que seguir invirtiendo en comunicación, llegando a más seguidores, ganando públicos. Ya no pensaremos que una lectura de poemas será para los 20 o 30 amantes de la literatura que por lo general asistían, porque será para ellos y también para otros cientos que conectarán desde cualquier sitio.
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