¡Ay, paloma que nació / en la Sierra y bajó al llano, / y en sierra y llano creció!
Los versos avivan. Desnudan las esencias. Vibran al compás de los protagonistas de los acontecimientos. Los verdaderos poetas no mueren. Cantan en alta voz y para la eternidad.
La ve mi amor que camina / por un camino empedrado / que un sol de hierro ilumina: / lleva el puñal y la espina / temblándole en el costado; / la persigue el yanqui armado, por el camino empedrado / que un sol de hierro ilumina.
Dijo Nicolás Guillén Batista cuando aún el primero de enero de 1959 olía a cascarón. Supo, como pocos, captar las esencias de la Muchacha recién nacida que tantos suspiros le arrancaba.
“Al leer su poesía antes del triunfo de la Revolución se siente el futuro del país y después le da la bienvenida —califica Julio M. Llanes a la obra del Poeta Nacional de Cuba—. El mestizaje y el son, presentes siempre, nos muestran el ritmo de la Cuba que tanto le preocupó.
“Escribir sobre Nicolás Guillén resultó una necesidad y proceso de continuidad de un proyecto de creación sobre personalidades de la cultura y la historia. Más de la mitad de mis libros tienen ese basamento”.
Julio encontró en su investigación, bautizada como Las palomas de Guillén (2008, Editorial Cauce), al fiel exponente de la cubanía, al artista más genuino al captar las raíces más auténticas: la negritud, el sol, la palma, el son…
“Fue un reto porque está escrito en primera persona. Es el propio Guillén quien reconstruye su vida y para lograrlo tenía que captar su espíritu”.
Cada página nos devuelve al poeta en la casona de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), en pleno Vedado capitalino, con granos de maíz en mano y rodeado de palomas y gallos. Se escucha su voz gruesa y ese golpe único al dejar escapar sus versos a un ritmo imposible de imitar.
“Me metí en su piel. Fui a su despacho. Vi sus cuadros. Conocí más de cerca su obra. Entonces me percaté de que las generaciones más jóvenes tenían pocas referencias de él. Sobre todo, se conocía su poesía política que se declama en actos, pero no mucho su obra sobre el amor.
“Bastó eso para pensar cómo de forma amena presentar al extraordinario ser humano. Por supuesto que como te dije fue arriesgado el apropiarme de la forma narrativa en que Guillén funge como narrador en primera persona. Alguien me podía decir; ese no es él, pero no sucedió y los lectores han agradecido la lectura”.
Julio M. Llanes nos lleva al niño camagüeyano, víctima de discriminación racial, de la pobreza extrema. Lo acompaña en su prolongado exilio de 1953 al propio enero de 1959. Caminó medio mundo: París, Italia, Estocolmo, Varsovia, México, Centroamérica… con su verso en ristre como símbolo de denuncia y eterno canto de paz.
“En Elegía a Jesús Menéndez denunció el crimen de “el General de las Cañas” y eso provocó que tuviera que salir del país para mantenerse con vida. Fue entonces cuando llenó más de un teatro y se convirtió, junto a su amigo chileno Pablo Neruda, en el poeta más musicalizado”.
Ni tan siquiera por rodearse de tantas influencias culturales olvidó el sonido de los tambores, cajones, claves y timbales; de la conga, la rumba y el guaguancó.
“En su paso por diferentes naciones hizo que su poesía fuera caribeña; luego latinoamericana hasta que se convirtió en universal. “A su regreso del exterior no solo se concentró a escribir; fundó y fue el primer presidente de la Uneac. Integró el Comité Central del Partido Comunista de Cuba en su Primer Congreso en 1975 y fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular”.
Desde el monte, monte, / desde el monte vienes tú: / pon contra el yanqui / el campo verde, la tierra libre y el cielo azul, / y una guirnalda de pólvora / y una bandera sonrisa / y un gallo de cresta fija, / curvas espuelas de luz!
Llega el mes de julio y Nicolás Guillén Batista se acomoda con mayor fuerza en la memoria de Julio M. Llanes. Vino al mundo el décimo día de este mes de 1902, en Camagüey, y dijo hasta luego el 16 de julio de 1989, en La Habana. Busca en su legado. Se aferra en las mismas raíces de la cubanía que dibujó.
“Hemos vivido desde los propios orígenes de la Revolución en una batalla entre su histórico enemigo y quienes apostamos porque ella subsista. Me alegró mucho cómo el pueblo salió a defender su Revolución porque impuso su voz.
“Estamos viviendo un momento difícil para el país, pero también los hechos evidencian lo que vale una Revolución porque se lucha por ella”.
Heredero de quien fundamentó la política cultural, Llanes prefiere volcar en el papel en blanco el pasado para que los referentes no se disipen. Ha aprendido de tantos: Guillén, Ernesto Guevara, Celia Sánchez, Alicia Alonso, Serafín Sánchez, Plácido, Camilo Cienfuegos y Raúl Ferrer…
“Toca defender a la Revolución de manera inteligente. Lo que sucedió tiene una mezcla de cinismo y oportunismo porque quieren demostrar que el contexto es un producto de las carencias y deficiencias de la gobernabilidad del país y, por tanto, se necesita una intervención o corredor humanitario. Y, claro que Cuba no requiere ni necesita eso. Creo que si de verdad estuvieran preocupados pidieran que quiten el bloqueo.
“He visitado varios países, recibido por muchos amigos y no conozco un gobierno que se preocupe tanto por su pueblo. Solo un dato nos lo recuerda: en medio de esta crisis la máxima autoridad partidista ha estado presente en los territorios más afectados por la COVID-19 y se está trabajando en un candidato vacunal pediátrico, el único del mundo.
“Por eso y mucho más hay una realidad y es lo que tiene que primar: no vamos a entregar la soberanía, independencia y libertad. Pueden contar lo que quieran. Ellos, los dueños de los grandes medios, manipulan, por eso no podemos dejarnos engañar con posturas intermedias”.
Son esas las imágenes que, como lo hizo en su momento Guillén y otros muchos cantores, ahora crea Julio M. Llanes en el contexto que le ha tocado vivir. Resulta su compromiso y responsabilidad social como artista e intelectual porque no es posible que exista un proceso social humanista sin hombres y mujeres que dejen en el papel en blanco sus huellas. Nacen así metáforas hijas de cada estilo, de acuerdo con sus vivencias.
Y mientras acomoda cada palabra con belleza confiesa regresar a los mismos versos que confirman que el arte genuino no traiciona y vive eternamente:
Muchacha de sierra y llano /, muchacha recién crecida, / dame la mano, toma mi vida; / con dos y dos, con cuatro y cuatro, / te sigo yo. / Machete y flor. / Paloma y viento. / Te sigo yo.
Nota: Los textos en cursiva son fragmentos del texto para una canción a dos voces Muchacha recién nacida, de Nicolás Guillén.
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