La noticia por la muerte siempre duele. El corazón se sobrecoge porque decir adiós hiela. Pero, cuando se es un ser humano querido y popular por regalar autenticidad cuesta mucho más dar crédito.
Así sucedió en las últimas horas en tierra yayabera. Una de sus voces más ovacionadas, no solo por su timbre, sino por saber arrastrar a los públicos, pasó a la eternidad. Raúl Palmero, el jaranero cantante que sabía cómo hacer mover hasta los pies “más zurdos” dijo adiós, aunque sus interpretaciones forman parte, desde hace mucho de la banda musical de Sancti Spíritus.
Tenía a los 71 años un historial extenso. Inició en el Movimiento de Artistas Aficionados. Premios, ovaciones y el cariño de todo un pueblo lo colocaron en los mejores escenarios. Al ser profesional con un repertorio diverso de canciones de nuestra cultura e internacional acaparó importantes escenarios del país, incluidos los medios de comunicación y giras fuera de Cuba.
Mas, el cabaret fue su mundo natural. Acompañado de orquesta en vivo o background, Raúl conquistó amigos y seguidores. Entre canción y canción dialogaba con los públicos, gracias a ese humor criollo que le acompañó hasta el último minuto.
Fue una entrega incansable a la cultura espirituana. Incluso, cuando llegó el tiempo de tomar un descanso se le vio burlarlo. No había una cita en el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (Uneac) que se perdiera. En su patio interior, bajo la pérgola entonó sus mejores boleros, sones, canciones…
Justo allí, el pasado 20 de agosto, junto a las cuerdas del Trío Colonial –el que integró como necesidad para seguir cantando– alzó su voz por última vez como homenaje a los aniversarios 60 de la Uneac y 61 de la Federación de Mujeres Cubanas, (FMC). Y lo hizo, como siempre, con la misma chispa que arrancaba las palmadas como acompañantes necesarias de su carisma.
Es un hecho: Raúl Palmero ha obligado a la cultura espirituana a vestirse de luto. Mas, su música y voz forman parte de la memoria colectiva de una ciudad fértil en acordes y voces. Él es uno de ellos.
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