Para quien no renunció, ni en las peores circunstancias, al drama o la sátira como expresión del arte y las emociones; para quien improvisó escenarios en cuanto sitio le abrió las puertas y agradeció los aplausos, el renacer del Teatro La Caridad, en la villa trinitaria, deviene el más apropiado epílogo para una historia de varios actos.
“Es un sueño hecho realidad —comenta a Escambray Yanni González Hernández, director de la compañía de teatro La Trinidad—. La frase parece un cliché, pero en este caso describe exactamente la gratitud de un grupo de actores que llevan casi 20 años trabajando de manera itinerante, confiando en un milagro”. Para los trinitarios, que sufrimos con su decadencia, sana no pocas añoranzas.
PRIMER ACTO
El ritmo de las labores constructivas —como buena pieza dramatúrgica— fue in crescendo desde que en el año 2013 la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios escribió los primeros capítulos de la resurrección del edificio después de casi tres décadas de abandono y deterioro a causa también del azote de fenómenos meteorológicos, responsables de la pérdida de elementos esenciales de su estructura.
Desde la fachada ni siquiera la arquitecta Rosela Ayala, especialista de la institución trinitaria, pudo aquilatar la magnitud de los estragos; el diagnóstico inicial consideró de crítico el estado del inmueble con daños significativos en las dos primeras crujías, consistentes en “grandes espacios protegidos por una armadura y cubierta de madera, características de las viviendas coloniales.
“En una primera etapa —recuerda— quedaron restauradas las cubiertas originales de madera y tejas francesas, así como el área de los camerinos, totalmente en ruinas. Los trabajos se concentraron luego en la reconstrucción de los pisos de granito, fundidos in situ y la terminación de puertas y ventanas, acciones en las que participaron brigadas de trabajadores por cuenta propia”.
Entraron a escena entonces los artistas de la plástica, en un derroche de talento y paciencia retocaron la decoración del techo con motivos florales y una exquisitez que habrá que agradecerle siempre a Osley Ponce Iznaga, ligado durante años a esta labor sin renunciar a sus inquietudes creativas.
Entre las acciones más complejas y costosas en aquel momento resultó la sustitución de la cubierta interior totalmente destruida, para lo cual fue empleada una moderna estructura metálica procedente de España en toda el área desde la platea hasta el escenario. Así quedaba resuelta lo que los especialistas calificaron como “la ruta crítica” del proyecto.
La obra civil demandó otras labores como la ejecución de la platea, los caminos auxiliares, el escenario, las instalaciones eléctricas, los camerinos, los baños, el salón principal, en no pocas ocasiones a puertas cerradas y sin los aplausos de los espectadores, escépticos ante la espera para finalmente descorrer los telones del teatro.
Del primer acto de esta suerte de renacimiento del coliseo trinitario, el reconocido museólogo Víctor Echenagusía Peña evoca el anhelo de salvar el espíritu de “La Caridad”. “El interior del teatro sugería un patio andaluz en un fondo azul celeste estrellado; en la memoria guardo los detalles de esta decoración peculiar, pero no logramos encontrar ninguna documentación que permitiera la recreación de ese ambiente que lo distinguió desde su primera función el primero de enero de 1937”.
SEGUNDO ACTO
Concluida la restauración del edificio de estilo neocolonial y entre los más vistosos de la céntrica calle de Jesús María, correspondió al Ministerio de Cultura encarnar los roles protagónicos para poner fin al intermedio de una historia con un desenlace feliz: la inauguración del Teatro La Caridad este 9 de enero, en coincidencia con los festejos por la fundación de la tercera villa cubana.
Para la adquisición de la tecnología y la instalación del equipamiento se han destinado más de 850 000 pesos, según confirmaron desde la Dirección Provincial de Cultura, mientras el inversionista Anselmo Hernández Echemendía asegura que la institución cuenta con modernos sistemas de alarma y contra incendios que funcionan mediante sensores automáticos y autohidrantes.
Con la secuencia lógica se trabajó en cada detalle técnico: sonido, luces (con dos seguidores), climatización, tramoya y mecánica escénica. Desde principios de diciembre Omar Rosales Abet, jefe de la brigada de Tecno-escena, se “mudó” para la ciudad y supervisa las labores de acabado en la nueva sala que incluyen el alfombrado en el balcón y la platea, tres niveles de camerinos, el montaje de las lunetas, las cortinas y telones.
Víctor Armando Sánchez llegó a este grupo especializado del Ministerio de Cultura hace 10 años y cuenta con desenfado los tropiezos ante la tecnología que ha logrado vencer gracias a Internet. “Mi formación es autodidacta, consulto sitios online, reviso manuales técnicos; hemos asumido encargos importantes como el Gran Teatro Alicia Alonso de La Habana, el Sauto, de Matanzas, el Avellaneda, de Camagüey, y ahora La Caridad, todos con la tecnología más avanzada adquirida por el país”.
A punto de descorrer su telón, el teatro trinitario llevará a escena lo más auténtico del arte cubano y regalará a los habitantes de esta villa un edificio restaurado, también un espacio de culto a la espiritualidad. Los aplausos para quienes nunca desistieron y juntaron en un acto de amor feliz, la obra, los actores y el público.
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