Aunque debido a la muy mojada tormenta tropical Eta en el mes de noviembre pasado llovió durante 10 días seguidos, como en los temporales de los viejos tiempos, y esa estadística forma parte del período seco que acaba de concluir, las cifras no pueden esconder una verdad innegable: la sequía mantiene sus garras clavadas en Sancti Spíritus.
Freddy Ruíz, especialista del Centro Meteorológico Provincial, aclaró que los pocos aguaceros reportados en los últimos días en el territorio no hacen la menor diferencia a la hora de valorar las secuelas del período seco aquí.
El reconocido especialista preparó un compendio exclusivo para Escambray que demuestra la estela árida de los últimos meses sobre esta región: en la etapa poco lluviosa, que se extiende de noviembre a abril; como promedio aquí se registra una lámina media de 279.9 milímetros, pero en la mayoría de los meses de ese lapso llovió menos de la mitad de su promedio habitual.
Cuando se miran los dígitos globales del período, el total supera los valores históricos y se torna engañoso porque cayeron más de 345 milímetros, que representan casi el 125 por ciento de la norma.
Sin embargo, aclara el experto, con esos acumulados se precisa un análisis casuístico pues el gran peso de dichas precipitaciones ocurrió en la primera decena de noviembre, asociado a la tormenta tropical Eta, que tocó tierra cubana precisamente por esta provincia, donde produjo lluvias intensas.
Pero los otros cinco meses restantes de la temporada seca presentaron grandes déficits de lluvias, con la situación más pasajera en febrero porque en el resto llovió menos del 50 por ciento de sus respectivas medias mensuales.
“A partir de diciembre, cuando ya se establecieron los patrones meteorológicos propios de la época, las precipitaciones no solo disminuyeron como es usual, sino que fueron aún inferiores debido a la influencia del evento océano-atmosférico AENOS (La Niña)”, argumentó el experto.
Y concluyó Freddy Ruiz: “En cinco meses del período se estableció una marcada sequía meteorológica, la que evidentemente repercutió en una marcada sequía agrícola y, aunque no de forma tan marcada, también se produjo una sequía hidrológica. Por ende, se estableció una sequía social o económica, definida así por su repercusión sobre la estructura social, el balance alimentario, de mercado o financiero en una región determinada”.
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