Llevábamos meses añorando el momento. A veces creíamos que no llegaría, o que no estaríamos vivos para asistir a él. En mi barrio la gente siempre confió en los candidatos vacunales cubanos, porque sencillamente resultaba absurdo desconfiar. ¿Cómo pensar mal, si los hijos nuestros recibieron tantos pinchazos en su infancia y jamás hubo un sí o un no sobre la efectividad de la inoculación?, ¿Cómo, si, a fuerza de explicaciones en programas de televisión, esos mismos científicos que han creado los inmunógenos actuales, en una carrera acelerada por la vida, nos han enseñado del pi al pa sobre los principios en que se basan y la manera en que funcionan? ¿Cómo, si Fidel nos propuso leer para poder creer, y creer para poder hacer entre todos?
Sobre los preparativos llevábamos días conversando de balcón a balcón y de patio a patio. Que si fulanita tiene la presión alta y está tomando tal hierba para llegar ok a mañana, “porque, mi’ja, sería el colmo no poder vacunarme”, ha dicho ella; que si a menganito, de la otra calle, le dio un mareo cuando se la pusieron, pero fue porque estaba predispuesto y los asuntos de hospitales siempre lo han sacado del paso; que si la efectividad es altísima, aunque uno podría enfermar después, pero ya no sería lo mismo.
Y llega el día de la primera dosis, con un sustico en el estómago. Más por el miedo de que algún parámetro ande mal y no nos la pongan que por el temor a recibirla; más porque se trata de algo histórico, grande, trascendente, y uno como que no cree que en verdad vaya a asistir a hecho así. El mundo en pandemia, tantas naciones sin poder ni pensar en crear un producto propio para neutralizar el virus y nosotros ya listos para ir allí, cerquita, a que nos pongan la vacuna, y ya.
Vamos de uno en uno, de dos en dos, de cuatro en cuatro, según los integrantes de la familia y la hora a la que nos convocaron. No hace falta esperar, porque la activista del barrio te recibe, afectuosa, con un: “Pasa, pasa, siéntate ahí, y cuando este muchacho entre vas tú”. Miro al pasillo exterior del amplio y cómodo local que nos tocó en suerte y veo a Iderico, el vecino nonagenario, sonriente, y a Buro, su hija con discapacidad, muy tranquila. Ya se vacunaron; dicen que Buro llegó llorando, pero la veo calmada.
La presión está en regla. Ernesto, el estudiante de Medicina que pasa por mi acera en las pesquisas matutinas (por la otra suele pasar Sheila Danaysa), está a cargo del chequeo de rigor junto a una joven doctora. “Todo bien, 120 con 80”, me tranquiliza, a la par que mi mano oprime su brazo. Observa, cariñoso, mis ojos húmedos y no es preciso que le explique nada; solo le doy las gracias.
El pinchazo no lo siento, pero sí a Abdala, muy sutil, surcando el músculo, los nervios, el hombro. La seño se nombra Teresa Hernández y es una mulata a la que tuve enfrente, creo, el día antes de iniciar la vacunación, cuando en mi consultorio médico (el No.32 del Policlínico Sur) había un enorme ajetreo y la presentaron como personal de apoyo para la doctora. Solicito me permita fotografiar a la persona que sigue y retiro mi mano del hombro para hacerlo. Si acaso, dos minutos de diferencia entre la paciente y yo.
No planeé foto alguna, como no fueran las del ambiente alegre, casi festivo, que me rodea. La gente está feliz. Esta cita nos une, permite vernos las caras, en algunos casos, por primera vez en mucho tiempo. Los delegados del Poder Popular, las activistas de la FMC, los CDR y hasta vecinos sin responsabilidad oficial alguna, cuidan de que no haya más personas que las debidas en espera, y a la vez siguen de cerca las reacciones de quienes ya se han vacunado.
Todo en orden. Con esa sensación de haber hecho historia, que sospecho asiste también a otros, me voy a casa. Al salir saludo y agradezco al portero, al chofer del carro que traslada al personal médico (es de Vialidad, me dice), a los vecinos que están en espera, con cara de complacencia. Apenas un dolor de cabeza, que pudiera achacar a otra causa, es mi reacción. Y por la cuadra todos dicen lo mismo: “Yo ni me enteré, no me he sentido nada”.
Ya estamos en el proceso de la segunda dosis y los ánimos van subiendo. En el barrio hay quienes pasaron la COVID-19 y deben aguardar la Soberana Plus, quienes han estado en aislamiento más de una vez, sin que el virus los haya alcanzado, y quienes no han pasado susto alguno en lo relativo al contagio; todos cruzan los dedos para seguir venciendo.
Lo de vencer no es alegoría: esto es una guerra rara, sin cuartel ni armas, donde el enemigo se nos cuela en la casa y flota en el aliento de quienes menos sospechamos. Estamos ganando. Recibir la vacuna es tan solo una tregua para apropiarnos de municiones. Pero nadie se cree el cuento de que la estamos librando solos: tenemos a un país batallando en nombre nuestro; nuestra misión, apenas, es no defraudarlo.
Creo que deberían explicar por qué en otros territorios de la provincia no han comenzado! la provincia entera está muy complicada! miles de personas se preguntan: Cuándo???? cuándo???? y ustedes nada, nada!!!
Periodista Delia Proenza usted también está cayendo en el mismo regionalismo que las demás personas.
¿Y para los restantes municipios que hay?
¿Cuando usted va a abordar este tema sobre el resto de los municipios que también pertenecen a esta provincia?
Bueno, esa interrogante no es una periodista quien la debe responder, sino autoridades de Salud y gubernamentales, que ya han explicado al respecto. Busque en este propio medio de prensa y verá.
Si entiende un poco de periodismo se dará cuenta de que el texto es una crónica sobre el modo en que transcurre el proceso de vacunación en un barrio: el de quien escribe. Pero, pueblo al fin, tengo claro que se empezó por el municipio cabecera porque era y sigue siendo el de peor situación epidemiológica, creo que no es difícil entender eso.
Y alguien podrá entender que hoy 17 de Agosto de 2021 comiencen a vacunar aquí en Trinidad al sector turístico y continúen dejando para después a las personas mayores de 60 años y que somos vulnerables por presentar diferentes y abundantes enfermedades, de esas que llevan al paciente al estado de crítico en pocas horas
Porque yo no lo entiendo
Estoy de acuerdo con su respuesta, pero si un(a) periodista no hace la entrevista y refleja el trabajo en la prensa entonces las entidades que tienen que ver con eso, según usted, autoridades de Salud y gubernamentales entonces no sabremos nada al respecto.
Población de Cuba 11 015 995 personas
Necesidad de dosis vacúnales 33 047 985 Dosis
Producción actual 20 000 000 Dosis
% Producido 60 %
Población vacunada con 3 dosis 26,9 % Informó hoy el Dr. Durán
Creo que es hora de pronunciarse a nivel de país y provincia en relación al plan de vacunación ya que la angustia que siente los habitantes de los municipios en relación a la vacunación es grande. Sobre todo en los municipios más complicados como Cabaiguán.
En estos momentos la vacuna y continuar con todas las medidas es lo único que da más posibilidades de sobrevivir a esta pandemia y a las nuevas cepas como la Delta, que son muy agresivas.
Pero lamentablemente nadie da una explicación.
Queda demostrado que la decisión de vacunación está solamente a nivel Gubernamental Nacional, ninguna Dirección Provincial de Salud tiene acceso a esta decisión
Cabaiguan con 179 CASOS exige soluciones..No explicaciones. Hoy amaneció así me dicen mis parientes y amistades. Y la vida sigue igual. Es tal la inercia de las autoridades que da PAVOR.
Me hago la misma pregunta constantemente los demás municipios Para cuando aquí todo marcha muy lento no acabo de entender si alguien sabe que me explique por favor
Y los restantes municipios de la provincia para cuándo. ??? Si ya se arribó a los 20.millones de dosis. No entiendo por qué al menos dos municipios estuvieran por la primera dosis.
Catalán explicaron que se terminaron de producir 20 millones de dosis pero al sistema de salud solamente se han entregado 14 millones. Falta lotes que tienen que ser liberados por cuestiones de calidad