Las jerarquías artísticas tienen que liderar siempre el complejo proceso de formación de los precios en el sector cultural, donde las fichas de costos no son tan claras como cuando se producen croquetas.
Es por ello que fijar 30 pesos por entrar al Teatro Principal, tanto para disfrutar del Ballet Nacional de Cuba como para un espectáculo de cuestionable calidad artística es darle la espalda al sentido común.
No es por denigrar ni menospreciar. Son los presupuestos estéticos de cada expresión cultural los que fijan el valor real del arte, que impacta a largo plazo en la formación de valores, consolidación de la educación y sentido de identidad de toda la sociedad.
En esa misma cuerda debe funcionar la red institucional. No significa lo mismo actuar en el recién estrenado Teatro La Caridad, con una técnica de lujo, que en una de las sedes de los proyectos de las artes escénicas. Como tampoco es igual uno de los museos municipales de la provincia que el Romántico, de Trinidad.
Si bien el precio aprobado (3 pesos) para entrar a esas instituciones es irrisorio por lo que significa dialogar con sus colecciones y el gasto que generan para conservarse, el actual contexto exige repensar también los ingresos.
Para nadie es un secreto que cuando entrar a los museos costaba un peso permanecían vacíos. Y es que ya no pueden continuar siendo el simple reservorio de objetos, sino instituciones de obligada presencia para ganar en conocimientos, responsabilidad que no es no únicamente de Cultura, sino de Educación y de tantos sectores como necesiten de esos saberes.
Ha costado mucho comprender que ya no todo el sector cultural es presupuestado. Desde hace un tiempo, el sostenimiento de varias instituciones e, incluso, el salario de sus trabajadores se debe a los ingresos que sean capaces de captar.
Por supuesto, cerrarlas no cuenta entre las opciones. Pero tampoco que se sustenten en la elevación desmedida de los precios, que impacta directamente en los bolsillos públicos, como sería permitir que solo por bailar con música grabada valga entre 60 y 100 pesos la entrada a determinados sitios.
Su reto, al igual que el del resto del sistema institucional cultural, está en realizar una gestión que respalde todos sus gastos.
Tampoco es justo consentir que los llamados artistas de “primer nivel” no tengan tarifas límites, por lo que pueden llegar a pedir cifras estratosféricas por sus presentaciones. Será quimérico entonces soñar con bailar en vivo con Van Van, Alexander Abreu o disfrutar de la voz de Ivette Cepeda.
De esa forma, negaremos una conquista que dignifica este país: el acceso a todas las expresiones culturales en igualdad de oportunidades. Por ello, no es noticia que en la comunidad de Sopimpa se disfrute del teatro, como mismo cualquier vecino de la ciudad levita con el ballet.
Más que precios, la Tarea Ordenamiento precisa mover el pensamiento y formas de actuar del sector cultural. Si bien no puede seguir siendo una carga para la economía, tampoco puede intentar competir con los costos de servicios y productos vitales para subsistir como la comida.
Jerarquizar, gestionar, revisar la idoneidad en las plantillas y particularidades de contextos, potenciar las verdaderas expresiones artísticas, estudiar públicos, estrechar alianzas con el sector del turismo con propuestas a cobrar en divisas y concebir programaciones atractivas y variadas son los verdaderos valores que ahora exige el análisis de sus fichas de costo.
Sería muy triste y con secuelas nefastas a mediano plazo que en el Teatro Principal se calque la imagen que navega por Internet desde el viernes de un Gran Teatro de La Habana prácticamente vacío en una noche de presentación del Ballet Nacional porque su entrada costaba 120 pesos o que los estantes de la librería Julio Antonio Mella se mosqueen con libros con precios elevados, cuando antes no se vendían por el valor de 5 pesos.
La efectividad de la Tarea Ordenamiento implica despojarse de tomas de decisiones centralizadas y revaluar constantemente con la mirada puesta en la realidad. Las cuentas de la Cultura no darán si se piensa en el arte divorciado de sus esencias.
Miraba el programa de las 12 meridiano e intervenía un representante de la orquesta Rumbabana señalando que estaban afectados; con la Covid todos hemos estado afectados; el problema es que muchas agrupaciones musicales como parte de la cultura están siempre viajando, incluso no los ves en una presentación ante la población en años, y así hacen su historia y evolución fuera de Cuba casi todo el tiempo, que por cierto debía verse que aportan económicamente al ministerio porque son bastantes agrupaciones las que salen, y también debía evaluarse estás salidas como parte del trabajo general porque después ese vacío que dejan en la escena nacional se cubren con agrupaciones de menor calidad y así entraron en su momento a la palestra los reggetoneros, usando los espacios vacíos y ya ven lo que costó. Hoy ya muchos se han ido a EU a disfrutar sus millones.
Todo no puede ser esquematico, ni mecanico, hay que analizar, estudiar , investigar para evitar errores que amenacen el desarrollo integral no solo de la cultura en este caso ,sino del desarrollo de todo el territorio, hay que estudiar tendencias de la actividad cultural presencial y no presencial a nivel global,hay que ir penetrando el mercado de la actividad cultural virtual, la covid -19 ha demostrado la fragilidad de la especie humana y su pobre adaptacion y enfrentamiento a situaciones desfavorables, hay que digitalizar las colecciones que exiben nuestros museos, hay que crear portales culturales en cada territorio, eso es valor agregado y esto se paga , hay que incentivar el interes de los mas jovenes en el conocimiento de la historia de su localidad a traves del desarrollo de aplicaciones para la telefonia celular, esa es la tendencia a nivel internacional, ya museos como EL Louvre en francia, el Hermitage de Moscu y otros famosos tienen digitalizada toda su coleccion y la misma se puede disfrutar claro pagando por que lo vale desde cualquier parte del mundo, los espectaculos culturales hay que categorizarlos, los cines hay que categorizarlos, los teatros tambien , hay que efectuar lanzamientos gratis de nuevas producciones en todo el ambito cultural cuando sea factible pero lo importante no es poner precios por ponerlos y ahi esta la clave del exito del ordenamiento hay que poner un precio a la medida de lo que se este valorando y ofertando y el atributo principal tiene que ser la calidad y el nivel jerarquico de la oferta.
La Cultura y sus productos culturales serán consumidas por una elite . Si las gentes dejan un pan de a peso en la bodega. Es difícil que paguen 120 CUP. Por una función de ballet de una historia ajena a su realidad diaria. Así que la tarea Ordenamiento en la cultura. Es una rata más para el Tigre.
Excelente. Concuerdo al 100%
Como siempre, certero tu análisis. Hay mucho más en ese llevado y traído mundo al que han dado en llamar «industrias culturales» y que ha estado de moda justo antes de que llegara la Covid. Lo cierto es que como mencionas, el mayor riesgo está en perder las esencias y lo que ha sido de las mayores conquistas de la Revolución en estos 62 años: el acceso masivo al disfrute de la cultura.
Por otra parte, es verdad que las instituciones culturales seguirán siendo presupùestadas y solo desde el presupuesto del Estado, pues se pierde el famoso esquema cerrado mediante el cual las empresas de la cultura aportaban al Ministerio y este revertía parte de esos ingresos en el desarrollo y reparación de sus instituciones y de las escuelas de arte. Pero como siempre, el análisis no puede partir de una sola visión ni la decisión venir de una sola persona sentada detrás de un buró. Como mismo se ha hablado de que un anciano que no tenga la posibilidad de pagar el almuerzo en uno de esos hogares, no quedará desamparado; debiera especificarse qué se hará si ese mismo anciano no puede pagar la entrada a una instalación de la cultura o un niño no tiene dinero un día para pagar la entrada a un museo. La solución será negarles la entrada?
Hay que estudiar cómo funcionan este tipo de instituciones en el mundo y qué tratamiento tienen a sus públicos. Instituciones tan importantes y representativas mundialmente, como el Moma o el Metropolitan de New York, tienen ciertos días con entradas gratis o aportes según la posibilidad del visitante. Pudiera ser esa una variante de uso de nuestras instituciones culturales socialistas?