Hoy es el Día Mundial de la Salud más triste de la historia de Brasil. Lo que más quería era que este fuera un día de celebración. Un día en el que todo brasileño pueda celebrar la realización del derecho a la salud y, por tanto, a la vida.
No hay nada que celebrar cuando una pandemia incontrolada ha matado a casi tres millones de personas en todo el mundo, 330 000 de ellas solo en Brasil. Desafortunadamente, nuestro país ahora se considera una amenaza mundial debido a la circulación descontrolada del virus y la aparición de mutaciones.
Hay que decir que esta amenaza al planeta tiene un nombre y un apellido: Jair Bolsonaro, un presidente de la República que niega sistemáticamente la ciencia y que ignora el sufrimiento de las personas que ha jurado defender.
Hoy en Brasil, los profesionales de la salud tienen que luchar al mismo tiempo contra un virus mortal y contra la negligencia del Gobierno, que deja la falta de equipos de protección personal, como mascarillas, a los medicamentos para la intubación y el oxígeno.
Al mismo tiempo, los principales instrumentos para combatir el virus ‒vacunación masiva, desprendimiento social y uso de máscaras‒ son boicoteados criminalmente por el Gobierno. Así que hoy también es un día de luto.
Día para compartir el dolor de millones de brasileños que perdieron madres, padres, hijos, hijas, amigos, amores. Día para dirigir nuestro corazón y nuestras oraciones a todas las personas que actualmente luchan por la vida en la UCI porque no fueron vacunadas a tiempo.
Hoy, más que nunca, es el día de renovar la lucha en defensa del Sistema Único de Salud, nuestro SUS, víctima de los ataques criminales de este Gobierno que, en medio de una pandemia, quiere sacar nada menos que 35 000 millones de reales de su presupuesto para 2021.
Hoy es un día para recordar que Brasil es el único país con más de 100 millones de habitantes que cuenta con un sistema de salud público, gratuito y universal. Y que el SUS es el resultado de la lucha popular, las intensas movilizaciones del movimiento de salud brasileño, y se construye a diario.
Sin SUS, sin sus profesionales de la salud, sin otros profesionales como los equipos de limpieza, seguridad y transporte, sin SAMU, sin UPAS 24h, sin Fiocruz, sin el Instituto Butantan, nuestra tragedia humanitaria tendría proporciones aún más devastadoras.
Hoy es el día de luchar contra el genocidio. Contra la negación de un Gobierno que, incluso en 2020, dejó de contratar hasta 700 millones de dosis de vacunas que se ofrecieron en total. Una irresponsabilidad criminal que ha costado y sigue costando vidas y más vidas.
Brasil tenía un Programa Nacional de Inmunización reconocido en todo el mundo. Pudimos vacunar a 80 millones de personas contra la gripe H1N1 en solo tres meses. Bolsonaro ya en su primer año de gobierno no logró cumplir la meta de vacunar a nuestros niños.
En una decisión indefendible e irresponsable, el gobierno de Bolsonaro se pronunció contra el incumplimiento de las patentes de vacunas, lo que contribuiría significativamente a la lucha contra COVID-19.
En lugar de defender a los inmunizadores como un bien público para la humanidad, este Gobierno aboga por la comercialización privada de vacunas y su concentración en unas pocas empresas y países. La salud no es un artículo de lujo. La vida no es un producto disponible solo para aquellos que pueden pagarlo.
Hoy es el día para reafirmar nuestro compromiso con la defensa de la vida. En un país de 14.3 millones de parados y 19 millones de hambrientos, defender la vida es también garantizar el apoyo económico y la seguridad de los pequeños y medianos empresarios y pagar una ayuda de emergencia de 600 reales.
Es inaceptable que el 76% de las vacunas aplicadas hasta ahora en el mundo estén concentradas en solo 10 países, mientras que millones de seres humanos mueren en el planeta. La falta de solidaridad internacional y la falta de medidas coordinadas por parte de los gobiernos ha acentuado la desigualdad.
He sugerido a los líderes mundiales que se convoque una reunión de emergencia del G-20, con el objetivo de encontrar mecanismos para que las vacunas estén disponibles para toda la humanidad.
Los gobernantes del mundo deben trabajar juntos para extender todas las vacunas que los científicos han desarrollado. Las Naciones Unidas, el G-20, las instituciones multilaterales deben trabajar juntas contra el coronavirus. No existe una salida individual para cada país.
No podemos considerar que vivir en un mundo donde una parte está vacunada y una parte abandonada es un campo libre para las mutaciones del virus. El epicentro de la pandemia no puede ser ayer Europa, hoy Brasil, mañana África, y seguir reiniciando el ciclo de muerte en todo el mundo.
Las iglesias, los sindicatos, los partidos políticos, los movimientos sociales deben mirar más allá de sus fronteras al hecho de que compartimos un planeta común, somos la misma especie y hoy enfrentamos la misma amenaza.
Si nunca necesitamos estar físicamente tan aislados, en este Día Mundial de la Salud quiero recordar que nunca necesitamos estar, en política y solidaridad, tan cerca como hoy, para superar el desafío de la COVID-19, y para que toda la humanidad tenga el derecho a la salud y la vida.
Luiz Inácio Lula da Silva, 7 de abril de 2021, São Bernardo do Campo
Los brasileños están pagando con la pandemia, las tristes consecuencias de tener un gobierno de derecha enemigo del pueblo. En el Dia Mundial de la Salud eses país sufre la mayor cantidad de muertos por Covid diaria del planeta por la irresponsabilidad de su gobierno que siguiendo las doctrinas de Trump en su momento desestimó el peligro de la enfermedad, que llegó a considerar como un catarrito y hay están las consecuencias. Debilitó enormemente desde el momento en que asumió el gobierno la salud del país con la salida de los médicos cubanos siguiendo recetas de EU y hoy es un sistema colapsado en salud aún con las posibilidades de una economía emergente. Está claro que Bolsonaro llegó al poder por las artimañas de la derecha en Brasil y en especial de Sergio Moro para sacar a Lula de las posibilidades de reelección, sin embargo el pueblo pudo haber confiado en el candidato propuesto por el partido de los trabajadores y no lo hizo y ahí están en parte los resultados del cambio. Es importante un dirigente con carisma como Lula pero más importante confiar en el Partido que responde a las masas, porque si mañana no está Lula, va a continuar el partido de los trabajadores, ese que va a conducir y a responder al pueblo.