Recién egresada de la especialidad de Gestión Documental en la Escuela de Oficios de Restauración Fernando Aguado Rico, de Trinidad, Majela Muñoz García inició su vida profesional en el Centro de Documentación del Patrimonio Casa Malibrán y allí descubrió cuanto apasiona el hecho de coquetear con el pasado de la ciudad, tenerlo entre sus manos y resguardarlo para las futuras generaciones.
“A mí me fascina el tema de la restauración —comenta la joven mientras extiende un mapa antiguo sobre su mesa de trabajo—; en estos momentos el Presidente Miguel Díaz- Canel Bermúdez le ha dado mucha importancia a la memoria histórica y Trinidad es una ciudad muy rica”.
De sus primeros encargos recuerda el de recopilar y procesar toda la información procedente de la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios y hacerla asequible al público a través de bases de datos y normas archivísticas, pero fue el primer curso de restauración de papel impartido en la ciudad —fruto de un proyecto de colaboración internacional– la oportunidad de descubrir la vocación de esta joven que disfruta recomponer la memoria atrapada en fotos, planos y antiguos legajos.
“Gracias a ese taller pudimos conocer las técnicas, trabajar con los materiales y desde ese momento comencé a interesarme más por ese tema; he participado en cursos convocados por el Archivo Nacional de la Habana, de restauración, de encuadernación de libros, de tratamiento fotográfico; eso me ha servido para definir mi vocación y valorar la importancia del fondo documental que atesoramos.
“Entre los mayores desafíos recuerdo la restauración de un misal romano, un libro religioso con alto valor patrimonial; también un plano del equipo de arqueología, venía hecho pedacitos, tuve que mojarlo, estirarlo, para después unirlo, me llevó varios días. Cada trabajo es un reto porque supone reinventarme, crear nuevas técnicas, decidir cuál material utilizar, probar y, como todo proceso de restauración, debe ser reversible”.
A partir de la implementación del plan de conservación preventiva y reducción de riesgos que se ejecuta en el Centro de Documentación, hoy se concentra en el diagnóstico del estado del fondo documental que permanece en esta institución en los diferentes soportes: fotografía, libros, revistas, trabajos investigativos y planos.
“Estamos valorando los criterios para establecer los grados de protección, igual que se hace con los inmuebles del centro histórico. Es el primer paso para definir prioridades y llegar a un consenso en caso de cualquier contingencia.
“Lo ideal sería salvarlo todo, pero si hay que elegir, me inclino por los planos, muchos son los originales y no se han podido digitalizar. Contamos con copias heliográficas hechas a mano, pintadas con pincel, a lápiz, con los modelos y las escalas de esa época; sin dudas una información muy valiosa”.
Entre los proyectos que hoy la entusiasman está el de un futuro laboratorio de restauración en la propia Casa Malibrán, donde se cuenta con el equipamiento, los materiales y el personal calificado para asumir una labor imprescindible en una ciudad donde se precisa resguardar su memoria histórica.
“Podríamos restaurar todos los fondos que permanecen en las instituciones de la ciudad, pero también los documentos personales, familiares; muchos pueden estar deteriorados o mal organizados, tendríamos una herramienta eficaz para la salvaguarda de esa información que quedaría restaurada o en soportes más duraderos.
Es un proyecto que todos anhelamos; soy fundadora de este centro de documentación que recién celebró su séptimo aniversario. Aquí el trabajo es intenso, pero muy gratificante, lo hacemos con mucho amor, con la responsabilidad de salvar nuestro pasado y compartir esa información; aquí he cumplido parte de mis sueños”.
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