Ha muerto el extraordinario escritor cubano Pablo Armando Fernández, quien no solo brilló por su obra literaria en la poesía y la novela, sino por su actitud patriótica y revolucionaria.
El ministro de Cultura, Alpidio Alonso, ha dado testimonio en Twitter del dolor hondo que causa la muerte del gran poeta cubano. «Con una obra poética y narrativa que lo llevó a ganar el Premio Nacional de Literatura, Pablo Armando es uno de nuestros escritores más queridos. Lleguen nuestras condolencias a sus familiares y amigos», expresó.
El autor de tan importantes obras como Los niños se despiden, Premio Casa de las Américas 1968; Golpe de dados, o la primogénita Salterio y lamentaciones, entre muchas de gran vuelo literario y acogida del lector, nació en el Central Delicias, en la antigua provincia de Oriente, el 2 de marzo de 1930. Cursó la primera enseñanza en su pueblo natal y luego se trasladó a Estados Unidos. Estudió en la Washington Irving High School de Nueva York hasta 1947. También matriculó algunos cursos en la Columbia University de Nueva York.
En Estados Unidos residió entre 1943 y 1959. Con el triunfo de la Revolución regresó a Cuba y desarrolló una intensa vida cultural que lo llevó, entre otras entregas, a ser director de la revista Unión y del Fondo Editorial Casa de las Américas.
Representó a Cuba en numerosos eventos internacionales, entre ellos: bienales de poesía en Bélgica (1963-1965); Encuentro de Poetas de Spoletto (Italia, 1965); Congreso de poetas de Edimburgo (1964 – 1965) …
Ejerció como jurado de importantes premios literarios como el Casa de las Américas de Poesía (1966) y Literatura Caribeña en Lengua Inglesa (1982). En 1992 integró el jurado del prestigioso Premio Cervantes.
Su entrega literaria, que incluye numerosos libros de poesía (20 en total), tres novelas, un volumen de relatos y uno de ensayos, ha sido traducida a diferentes idiomas. En 1996 el Ministerio de Cultura de Cuba le otorgó, por la importancia de su obra, el Premio Nacional de Literatura.
La Feria del Libro de 2003 se le dedicó, ante lo cual reaccionó con entusiasmo, porque además de considerarlo un reconocimiento, opinó que sería una oportunidad más para que se conociera su obra. «No creo en el azar, creo en la escritura», dijo entonces.
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