A 17 kilómetros de Sancti Spíritus, rumbo al sur de la provincia, en una comunidad que pinta de rojo la tierra, se encuentra la Escuela Primaria Manuel Ascunce Domenech, ubicada en el poblado de Pozo Colorado, perteneciente al municipio de Sancti Spíritus. Reclinada a orillas de la carretera, como quien espera el saludo de los transeúntes, asoma la instalación, la cual recibe entre sus brazos a la maestra Neidy Ramos Martínez, una de las educadoras con que cuenta este centro docente de la villa espirituana.
Tiene una voz tenue. Y aun cuando detrás de la señal telefónica aparenta desenfadada, hay rasgos de su personalidad que la muestran tímida, reservada… Quizá sea por las ráfagas de preguntas que le tocará responder, o porque la humildad no la deja ver las enormes cualidades que ha fraguado detrás de un aula.
Mas, sin darse cuenta rompió el silencio. Comenzó a hablar de su tránsito por Jarao, La Güira, hasta que llegó a actual destino. Después vinieron a la conversación las jornadas de estudio constante para alcanzar la licenciatura en Maestro Primario, en el otrora Instituto Pedagógico Capitán Silverio Blanco Núñez. Más tarde se colaron en el diálogo los inicios por el magisterio.
“Cuando me gradué en el año 1995 comencé a trabajar en la Escuela Primaria Manuel Fajardo, de Pojabo. Luego me trasladé hasta la zona William Darias, en La Güira, donde estuve impartiendo clases 16 años hasta que arribé a la escuela en la que trabajo hoy. Nunca me he separado de la Enseñanza Primaria”, comenta la pedagoga.
El amor que profesa a los niños de las primeras edades la ha llevado a desempeñarse durante 25 años ininterrumpidos en este nivel educativo. En ellos ve materializada su obra, pues constata desde la aprehensión de los valores humanos hasta su crecimiento cognoscitivo.
“Estoy acostumbrada a trabajar con los pequeños de primero a cuarto grados y es increíble cómo en este nivel de enseñanza el maestro logra lo que se proponga. Todo se debe a que los alumnos ven al educador como a un familiar, al cual respetan e, incluso, imitan. De ahí la importancia de que el pedagogo sea ejemplo y que se entregue a la profesión”, agrega la también máster en Educación Primaria.
Neidy tiene 48 años de edad y en el transcurso de todo este tiempo siempre ha trabajado en escuelas rurales. Hoy, cuando todavía algunos subestiman el proceso docente-educativo en las zonas apartadas de las cabeceras municipales y de la capital provincial, esta mujer, con sobrada experiencia frente a un aula, no piensa dos veces en defender la labor que se realiza en esos lares.
A caballo, en bicicleta y con el peso de la rutina que poco difiere de las ciudades, en los parajes rurales de la geografía espirituana todos los días salen los educadores a llevar la luz del aprendizaje. Y contrario a lo que muchos piensan, desde aquí también se aprende y bien.
“Hay personas que creen que tener un hijo en una escuela rural es una desdicha, pero yo considero que es todo lo contrario. Estudiar en un centro de este tipo es un privilegio. Se aprecia en la preparación de los niños cuando pasan de un nivel a otro de enseñanza. Además, en estos planteles también se han formado buenos profesionales que prestigian a diversos sectores de la sociedad”, confiesa Ramos Martínez.
En la actualidad esta maestra trabaja con sistema multígrado —tercer y cuarto grados— y lejos de sentir susto por trasladar el conocimiento, ella se agiganta en cada clase. “No hay riesgos con esta alternativa. Se ofrece una lección única para los dos grados y se diferencian las habilidades y contenidos para cada nivel. Con esta idea se logran varias cosas: la independencia cognoscitiva, la ayuda mutua y el trabajo en equipo”, refiere.
Mas, para lograr el éxito, según alude la educadora, “hay que prepararse todos los días, emplear medios de enseñanza, no dejar de comprender a los niños y, sobre todo, ser maestro en cualquier momento”.
Lo dice quien atiende en su casa a sus alumnos, lo mismo para aclarar dudas que para hacer los deberes escolares. “Nunca he rechazado a ningún niño que venga hasta mi hogar en busca de ayuda. Lo que hago es auxiliarlo y con esto contribuyo a su aprendizaje”, destaca.
Y es que Neidy Ramos Martínez siempre quiso ser maestra. Por ello no le teme a los tiempos difíciles. Solo piensa en enseñar e iluminar el rostro de sus pequeños con la luz del conocimiento. Ahora comprende la acertada decisión de perseguir su sueño. Ahora percibe que, entre lecciones, se perfila el alma de un ser humano que siente y respira por los niños.
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