Nuevas familias en las villas del Micons de Trinidad (+fotos)

Dos campamentos de este sector en el sureño municipio funcionan hoy como centros de aislamiento para pacientes sospechosos de COVID-19

El personal de la salud trabaja con desvelo en la zona roja de la villa MICONS, centro para sospechosos. (Foto: Ana Martha Panadés).

Dos de los campamentos que antes acogieron a las fuerzas constructoras vinculadas a las inversiones turísticas en el municipio de Trinidad acompañan hoy al sistema de salud en el propósito de cortar las cadenas de contagios y funcionan como centros de aislamiento para pacientes sospechosos de la COVID-19.

Las villas Micons, en playa La Boca, y Renán Turiño reacomodaron sus rutinas para acoger a estas personas en vigilancia. Junto al personal sanitario, los trabajadores de esas instituciones sostienen también una batalla por la vida. Historias cotidianas, casi anónimas, que sus protagonistas cuentan a Escambray.

Y esa es precisamente una de las experiencias más gratificantes para Maikel Cobo Rodríguez, jefe de la Unidad de Servicios de la Construcción Trinidad, siempre optimista y con la capacidad de resolver los mil y un problemas del día a día, aunque a veces —confiesa— siente la presión de tanta responsabilidad.

“Reconocemos el esfuerzo que realiza el país, el Gobierno en nuestro municipio y la entrega de los médicos y enfermeros para combatir esta pandemia; esa es la parte que nos corresponde y gracias al colectivo de trabajadores se ha podido cumplir la tarea, no hay hora para hacerlo. Los pacientes han llegado a medianoche y aquí hemos estado esperándolos”.

En la cocina de la villa MICONS se extreman las medidas higiénicas para evitar la contaminación. (Foto: Aba Martha Panadés).

Sobre los protocolos comenta que la exigencia por hacerlos cumplir resulta la garantía para proteger a los hombres y mujeres que permanecen en estos centros y se encargan de la elaboración de los alimentos, con un menú variado y de calidad, que llevan hasta la Zona Roja: “Allí los recoge el pantrista y los lleva hasta los cuartos donde permanecen los pacientes; ningún trabajador se ha enfermado y eso se lo debemos también al personal de salud que nos acompaña”.

El compromiso es grande —afirma Maikel—, pero le recompensa la gratitud de estos “huéspedes” que llevan nasobuco y viven confinados en las habitaciones: “los mensajes llegan a través de las redes sociales, en la calle, de amigos y familiares; eso satisface y da aliento para continuar en los dos frentes: la alimentación de las personas enfermas y de las brigadas que se mantienen a pie de obra”.

Desde la cocina, Vladimir Sergio Calzada se las arregla para complacer el paladar de los pacientes y de los constructores. Semanas atrás los escenarios constructivos estuvieron limitados, pero en estos momentos se ejecutan acciones en la propia villa Micons, el campamento Renán Turiño y en el antiguo contingente Alberto Delgado, hoy Brigada No. 3, todos en proceso de ampliación de capacidades en función del programa inversionista del sector del Turismo.

A ello se suma una brigada de 60 hombres que participa en la ejecución de la Sala de Hemodiálisis del Hospital General Tomás Carrera Galiano, además de otro grupo vinculado al programa de la vivienda, la reparación de calles y la obra más importante reiniciada días atrás: el hotel Meliá Trinidad, con un ritmo constructivo in crescendo hasta completar los 1 000 trabajadores, entre obreros y técnicos.

UNA NUEVA FAMILIA

La licenciada en Enfermería Lisset Medina Lorente se siente como en casa en la villa Micons, en playa La Boca. Allí es la responsable de organizar los servicios médicos para la atención a los pacientes con una prioridad: proteger al resto de los profesionales que en momentos bien difíciles se sobreponen a sus propios miedos y dan aliento.

“Son vivencias muy fuertes las que guardo en todos los meses de trabajo en este lugar que fue primero centro de aislamiento para contactos y ahora de sospechosos. Son más de 800 trinitarios los que hemos recibido aquí; siempre es duro dar la noticia de un resultado positivo, sobre todo cuando es un niño o una familia que se tiene que separar”.

Maikel Cobo supervisa la logística de los centros y apoya así el trabajo del personal de la salud. (Foto: Ana Martha Panadés).

Durante este tiempo Lisset ha encontrado una nueva familia. En la villa agradece el afecto de los pacientes, el apoyo de los trabajadores, la preocupación de Maikel y todo el consejo de dirección, atentos a cada sugerencia. “Es la misión más importante que hemos vivido”, refiere esta enfermera que se enorgullece de no lamentar ni un solo contagio entre sus compañeros.

En su primera experiencia en Zona Roja, a la licenciada Leslie García Fariña le vibra la voz de emoción; en el hogar ha quedado la familia, la insistencia de la madre para que se cuide; bien sabe ella que el virus es traicionero, pero asegura que tendrá presente cada detalle del protocolo de bioseguridad; cuenta también con el apoyo de sus dos hijas, una de ellas doctora.

Detrás de las mascarillas apenas se les distingue el rostro a estos trinitarios, pero prefieren centrarse en la esperanza, en la sonrisa de quienes regresan a casa o tras un diagnóstico se recuperan y agradecen los desvelos. “Es la mayor recompensa”, coinciden todos y vuelven a su rutina, la de días, la de larguísimos meses, en los que aplazaron todos sus anhelos para velar por la salud de los demás; más que aplausos, merecen que también nosotros cuidemos de ellos.

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

Comentario

  1. Caramba eso de » Villa» venía antes como un lugar acogedor, cuidado, hasta elegante, en esa foto, se ve el deterioro y nada más y nada menos que del MICONS. Claro lo importante no es el medio sino las condiciones. Hace tantos años atrás; era, al parecer la mejor villa de la playa. Ahora, lo que da es pena. Felicidades y buenas nuevas para todo el personal de salud y los que apoyan la tarea de curar, sanar y salvar vidas.

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