El 4 de marzo de 1960 una horrísona explosión estremeció La Habana cuando en una de las dársenas de su puerto estalló el mercante francés La Coubre, el cual procedía de Amberes, Bélgica, desde donde transportó a la capital cubana un cargamento de municiones de fusil FAL y de granadas para esa arma, adquiridas por el Gobierno revolucionario para la defensa del país frente a los ataques incrementados de sus enemigos internos y externos.
Poco después, mientras autoridades, soldados rebeldes, milicianos y gente de pueblo acudían al rescate de las víctimas, se produjo una segunda explosión aún más fuerte que la primera que duplicó el número de muertos y heridos, haciendo del barco y los muelles colindantes escenario dantesco de cuerpos destrozados, miembros cercenados, gritos de angustia, sangre, dolor y muerte.
Entre los primeros que acudieron al lugar arriesgando sus preciosas vidas, figuraron el Comandante en Jefe Fidel Castro, el Che y el Presidente Osvaldo Dorticós Torrado, entre otros altos dirigentes, quienes pusieron todo su empeño en recatar a los sobrevivientes de aquel desastre, que estaban por todas partes del perímetro portuario, pues la onda expansiva de las detonaciones lanzó algunos cuerpos a más de 100 metros de su epicentro.
Aquel hecho inusual ocurrido durante la descarga de un buque cargado de material explosivo no tenía parangón en la bahía de La Habana desde la voladura del acorazado de segunda USS Maine, a inicios de 1898 y, como en aquella ocasión, el hecho levantó todo tipo de conjeturas y suspicacias, pues algo tan inusitado, acaecido en una coyuntura política muy compleja para la Revolución cubana, en medio de sabotajes de todo tipo, de ataques de avionetas venidas de rumbo norte y medidas de asfixia económica contra Cuba, indicaba que no se trataba de un hecho casual ni de un accidente.
Por instrucciones de Fidel y con la celeridad que imponía el momento, se efectuaron pruebas para determinar el grado de seguridad de las granadas de fusil que, en número de 30 toneladas, habían provocado la tragedia, llegando incluso al extremo de lanzar cajas completas de ellas por aviones desde alturas de 400 y 600 pies, sin que una sola estallara.
Para Fidel y los peritos quedó claro que la única manera en que esos artefactos podían explotar era de forma intencional y se llegó a la conclusión de que, por las medidas de seguridad comprendidas en el protocolo para el manejo de cargas peligrosas en el puerto, resultaba imposible que el sabotaje hubiera ocurrido allí.
De modo que solo quedaba una posibilidad y era que el sabotaje hubiera sucedido en el puerto de embarque, donde mediante soborno o descuido de los responsables, agentes enemigos hubiesen podido colocar el dispositivo detonador, adosado a una de las cajas de granadas, y más aún; con intención maquiavélica, prepararon todo para que luego del primer estallido, cuando se suponía que los dirigentes cubanos deberían estar en el lugar para prestar ayuda, una segunda detonación los barriese, completando el objetivo de tan criminal acción, que costó también la vida a un grupo de tripulantes franceses.
Con esas y otras pruebas y elementos acusatorios en su poder, acudió Fidel al día siguiente, 5 de marzo, a la ceremonia de sepelio de las víctimas ante el portón de la necrópolis habanera, donde expuso un grupo de argumentos irrebatibles acerca de la naturaleza del acto terrorista que costó más de un centenar de vidas de militares y de civiles cubanos y franceses; entre ellos, que los principales interesados en evitar que Cuba adquiriese armas para su defensa eran los mismos que apoyaban los actos desestabilizadores contra la isla y trataban de agarrotar su economía.
Habló allí el Primer Ministro del Gobierno revolucionario, el estadista, el abogado… con todo un arsenal de evidencias que ponían al Imperio y sus marionetas internas y externas en el banquillo de los acusados. Cuba empezaba a recibir de la superpotencia vecina toda su hostilidad por el crimen de defender su libertad y soberanía, pues hasta ese momento las medidas adoptadas en beneficio de su pueblo, no superaban las de la etapa democrático-burguesa, incluida la Ley de Reforma Agraria de mayo de 1959.
Habló el Comandante extensamente de la historia reciente y de anécdotas que demostraban la voluntad de lucha del pueblo cubano, como aquella en que, con solo 12 hombres y siete fusiles, no vacilaron en enfrentar a un enemigo que contaba con 80 000 hombres armados, dispuestos a resistir hasta la muerte, y puntualizó, refiriéndose al momento complejo que se vivía: “Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. ¡Y la disyuntiva nuestra sería Patria o Muerte!”.
Apenas tres meses más tarde, llegó el completamiento de la histórica, patriótica y simbólica frase, cuando en el resumen del Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores de Barberías y Peluquerías, el 7 de junio de 1960, el Comandante expresó: “¡Esta trinchera se mantendrá firme e invencible! Porque los que estamos en ella, los que tenemos el privilegio de estar en esa trinchera, no la perderemos; los que tenemos el privilegio de jugar este rol que Cuba está jugando en la historia de este continente sabremos estar a la altura de las circunstancias, con la seguridad de que venceremos, vencerá nuestro pueblo.
Y añadió: “¡Cueste lo que cueste, vencerá nuestro pueblo! Porque sus hijos están decididos a defenderlo, porque sus hijos tienen el valor, el patriotismo y la unión que en una hora como esta se necesita, porque sus hijos han dicho: ¡Patria o Muerte! Y han dicho ¡Patria o Muerte!, porque esa es la consigna de cada cubano. Para cada uno de nosotros, individualmente, la consigna es: ¡Patria o Muerte!, pero para el pueblo, que a la larga saldrá victorioso, la consigna es: ¡Venceremos!”.
Cuando el cubano te dice,
Patria o Muerte,
Venceremos,
Te está afirmando con creces,
Que esfuerzos realizaremos.
—- —— —— — — —
Que se hará lo necesario,
Que sacrificios pondremos,
Que no habrán dificultades,
Y que no nos detendremos.
—- —– —- —–
Cuando el cubano te dice,
Patria o Muerte,
Venceremos.
Afincate que no hay Patras,
Y que no habrán titubeos.
—- ——- —— —–
No habrán miedos,
que nos paren,
ni sombras, Ni compadreos,
Ni rolleros, mentirosos,
Camorristas ni fulleros.
— — —– —— —–
Cuando el cubano te dice,
Patria o Muerte,
Venceremos,
está apostando por todo,
Lo que tenemos.
——- ——- ——-
Cuando el cubano te dice,
Patria o Muerte
Venceremos,
Te está mencionando al médico, al periodista,
O al ingeniero.
— ——- ——- —
Está pensando en los hombres,
Que por el su vida dieron,
En los que salvan las vidas,
Y también en los traicioneros.
—– ——- —— —-
Cuando el cubano te dice,
Patria o Muerte
Venceremos.
No habrán bloqueos que valgan, ni amenazas,
Ni sissagueos.
—- —— —– —-
No sé detendrá la marcha,
Y juntos caminaremos,
Por la senda de los triunfos,
desde el mambi redentor,
Al cubano de estos tiempos.
—- —– —– —–
Cuando el cubano te dice,
Patria o Muerte
Venceremos.
Te dice que continuamos,
Y en la lucha seguiremos!
Pueden promover las consignas que quieran, pero tambien deben aceptar que el que no las quiera, se les respete por igual: que no haya ofensas ni insultos ni advetivos calificativos quien decida no apoyarlas. Cada persona tiene derechos a apoyar o a estar en desacuerdo.
Habrán mucho que no estén de acuerdo con nuestro modelo social y económico, pero con mucho cinismo bien que se benefician de los logros de esta revolución, esos que no están de acuerdo han estudiado y se han hecho profesionales en nuestras escuelas, han acudido al médico ante una enfermedad y a ninguno se le ha discriminado por su forma de pensar ni se le preguntado por el saldo de su cuenta bancaria para atenderlos, la mayoría no tienen ni idea de las implicaciones de sus reclamos anexionistas, el que olvida su historia está condenado a repetir los mismos errores, que no le quepa duda a nadie