Compañeras y compañeros:
De todas las agresiones concebidas a lo largo de más de 60 años de empecinamiento contra la revolución, quizás nuestros enemigos nunca antes hubieran ideado un plan más ruin, oportunista y cobarde que aprovechar las dificultades creadas por la pandemia de la COVID-19 y por el bloqueo más largo y genocida del que se tenga noticias en este planeta para intentar confundir al pueblo y enfrentarlo a un proyecto social tan humano y generoso como el nuestro.
Lo que hicieron el pasado domingo, sin embargo, no es más que la actualización del viejo guión de guerra sucia, que recomendara en abril de 1960 quien fuera subsecretario de estado asistente para los asuntos interamericanos, Lester Mallory, que en buena medida sintetiza la política perversa aplicada contra la isla prácticamente desde el mismo triunfo del primero de enero de 1959 hasta nuestros días.
Ante el innegable apoyo del pueblo a la naciente revolución, justamente el mismo que la mantiene viva y con buena salud hasta los días de hoy, el funcionario entregó al gobierno norteamericano un memorando secreto con la esencia de la política genocida que debía seguirse para derrocar al gobierno revolucionario.
El documento resulta muy elocuente cuando afirma que “el único modo previsible de restarle apoyo interno (a Fidel) es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales (…) hay que emplear rápidamente —decía— todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba”.
Pero a seguidas todavía fue más explícito cuando propone: “una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Es justamente lo que se encargó de implementar la administración de Donald Trump: persecución a los barcos petroleros que intentaran transportar el combustible hasta cuba, multas millonarias a las instituciones bancarias que tengan operaciones con la isla, activación del título iii de la ley Hels-Burton, campañas contra nuestros médicos que cumplían misiones en el exterior, suspensión de viajes, prohibición de envío de remesas…
Con la acumulación de más de seis décadas de bloqueo, el impacto de las 243 medidas adoptadas durante el mandato de dicha administración –todas vigentes hasta hoy– y el desgaste por el ya prolongado enfrentamiento a la crisis del coronavirus, ahora mismo en el peor momento desde su aparición en la isla en marzo del 2020, pareciera que Cuba asiste a la “tormenta perfecta”.
Ese fue justamente el contexto que aprovecharon los enemigos jurados de la Revolución para, con el apoyo de la ultraderecha internacional y la quinta columna anexionista de adentro, dar el golpe bajo del pasado domingo, antecedido de una feroz campaña en redes sociales, que por lo visto parece no tener fin.
Lo que se ha querido presentar como una explosión social no es más que un capítulo de la guerra no convencional, llamada indistintamente guerra híbrida o revoluciones de colores, guerra de cuarta generación, golpe blando o golpe suave, tal y como han venido denunciando, lo mismo nuestro presidente Miguel Díaz-Canel que nuestro canciller Bruno Rodríguez y como han probado también expertos en el tema.
Se trata de un sistema científicamente estructurado, aplicado con anterioridad en países del Medio Oriente, en Europa y también en América Latina, cuyo ejemplo más cercano es la hermana República Bolivariana de Venezuela, que combina varios métodos y que explota los sentimientos de las personas.
La guerra no convencional cuenta con un importante componente mediático, ahora acrecentado con el desarrollo de las redes sociales, muy efectivas para la movilización, y que además facilitan la generación de noticias falsas, la tergiversación, la manipulación de los hechos y las llamadas medias verdades. Un mundo en el que Cuba pone la noticia día tras día y casi minuto a minuto, al amparo de una comunidad de medios que presumen de independientes e imparciales, cuando la mayoría de ellos son financiados desde el exterior, muchos por el propio gobierno de los Estados Unidos a través de terceros.
En este contexto nada resulta más importante que desprestigiar la institucionalidad, negar el impacto del bloqueo y presentar las carencias que la mayor potencia del mundo viene creando a lo largo de 60 años como resultado exclusivo de la inoperancia de un gobierno que ellos califican como corrupto y obsoleto.
Otro elemento consustancial a esta modalidad de guerra disimulada, como sugería Mallory, pero igualmente cruel y efectiva, resulta el fomento de la violencia callejera, que enseñó su cara el pasado domingo en algunos lugares del país, con imágenes de personas asaltando algún comercio o volcando una patrulla de la policía y otros vehículos frente a la sede de un Comité Municipal del Partido, y al día siguiente cobró una vida en la capital cubana.
En la provincia de Sancti Spíritus, no tuvimos hechos de este tipo, y donde el enemigo, los confundidos o los vándalos trataron de sacar las uñas, el pueblo y las autoridades se encargaron de restaurar el orden y la disciplina y neutralizar a los cabecillas.
Los promotores de tan lamentables acontecimientos vinieron cambiando el color de su campaña y atemperando sus mentiras en correspondencia con el transcurso de la operación política gestada en el exterior, con el caldo de cultivo de nuestras necesidades y nuestras insatisfacciones, las cuales reconocemos y enfrentamos en el día a día.
Que nos falten medicamentos e insumos médicos, que la alimentación no sea la idónea o que fallas en la generación eléctrica nos hayan obligado a afectar el suministro de energía y a lidiar con los molestos apagones que no habíamos tenido hasta ahora, no le da derecho a nadie a subvertir el orden constitucionalmente establecido y refrendado por la inmensa mayoría de los cubanos.
Cuba ha ganado la admiración del mundo por su manera ejemplar de atender la epidemia de la COVID-19, que también ha sido usada como arma de guerra por el gobierno de la mayor potencia del mundo para intentar doblegar a una isla pequeña.
En medio de complejísimas necesidades, Cuba había logrado aplazar hasta ahora, el dañino pico pandémico; nuestro personal médico viene arriesgando su vida para salvar la vida de los demás. A pesar de ello hemos lamentado la pérdida de algunos de nuestros valiosos hijos y el profundo dolor que causa a familiares y amigos.
Esta misma semana hemos perdido a dos destacados enfermeros, a Léster Cabrera y a Manuel Cepeda, “Cachán”, como le decían sus compañeros, dos héroes, que como los 154 espirituanos que han prestado servicios en 24 países del mundo, no titubearon frente al deber, o como tantos otros que en el día a día, en los diversos escenarios de combate, ponen también en riesgo sus vidas guiados por los nobles valores de la solidaridad y el altruismo.
Nuestros índices de contagios y fallecidos son notoriamente inferiores al de países desarrollados —para no hablar de la región latinoamericana—. Mientras el mundo exhibe una letalidad de 2,15, Cuba registra 0,66; similar indicador obtiene nuestra provincia.
Nuestros protocolos de tratamiento han mostrado su efectividad y nuestros científicos han desarrollado cinco candidatos vacunales, cuando muchos países del primer mundo no han trabajado en ninguno.
Negar la entrega de nuestra gente y los resultados de Cuba en la lucha contra el coronavirus no parece muy racional, sin embargo, se hace con tanta saña y tan sistemáticamente que llega a confundir a no pocas personas.
Ahora hipócritamente el presidente Biden habla de ayudar con vacunas a Cuba, cuando el gobierno de aquel país lo que ha hecho es bloquear suministros médicos a la isla en medio de la epidemia. Él podría tomar muchas decisiones para aliviar la vida del cubano, pero en realidad en estos seis meses lo que ha hecho es complacer a la ultraderecha de la Florida y seguir los consejos del infame memorando de hace 61 años.
Si realmente quieren ayudar al pueblo cubano, lo que se impone es que de una vez levanten el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto al país, que año tras año viene condenando por abrumadora mayoría la comunidad de naciones en la Asamblea General de la ONU.
La campaña emprendida contra Cuba en estas condiciones extraordinariamente complejas, con nuestras finanzas disminuidas y con nuestro sistema sanitario comprometido, comenzó con la aparente gestión de ayuda para la isla, lo cual parecía un fin noble, pero enseguida se transformó en la solicitud de una intervención humanitaria hasta derivar en los sucesos del pasado domingo. Ya, incluso, los más rabiosos han pedido una intervención militar o un bombardeo para nuestro país.
No conformes con todo lo que han intentado manipular, ahora continúan su campaña de mentiras, lo mismo en sus medios que en las redes sociales, una estrategia que quizás en otras latitudes les haya dado resultados, pero que en Cuba chocará, cuantas veces lo intenten, contra la firmeza de nuestro pueblo y nuestro gobierno.
Dijeron que Raúl huyó y Raúl —y con él los héroes de la generación histórica— está más firme que nunca, a nuestro lado, con el pie en el estribo, como nos anunciara en el Congreso del Partido; dicen que Camagüey fue tomado y su Primer Secretario secuestrado, dicen que el Viceministro del Interior renunció, dicen que las calles han estado llenas de muertos, dicen que La Habana es Alejandría o Buenos Aires.
Una por una caerán todas sus mentiras y quedará al desnudo su táctica oportunista de dividirnos y enfrentarnos, ahora que lo que más necesita Cuba es de la solidaridad de sus hijos, de la cooperación, de la concordia, del altruismo y de la bondad que ha sembrado esta Revolución, que seguirá siendo de los humildes, por los humildes y para los humildes por mucho que traten de falsearlo y negarlo nuestros adversarios.
Compañeras y compañeros:
El enemigo se empeña en presentar nuestro proyecto como obsoleto y sin salidas, un mentís que se advierte día a día en su discurso de odio, el mismo que han tratado de llevar hasta nuestras calles.
Nosotros tenemos y reconocemos nuestras carencias, trabajamos incansablemente para lograr nuestra soberanía alimentaria, por desarrollar todos los frentes de nuestra economía, por no renunciar a nuestras conquistas sociales.
Tenemos insatisfacciones con nuestros servicios de salud, pero ¿cuáles son los países del Tercer Mundo que luchan hasta el último día con los enfermos renales, que les realizan hemodiálisis a los ancianos de la tercera edad sin muchas perspectivas de mejoría, que transportan puntualmente a todos los pacientes desde sus casas hasta nuestras salas, todo de manera gratuita?
Sancti Spíritus tiene dos de estas salas especializadas, una en la capital provincial y otra en Yaguajay, y ahora, en medio de sanciones económicas y de las estrecheces que nos ha impuesto la pandemia, trabajamos por abrir una tercera en la ciudad de Trinidad.
Ya lo decía nuestro Primer Secretario del Partido y Presidente de la República en la Mesa Redonda del pasado miércoles 14: “no quepa duda que nosotros queremos un país más próspero y tenemos la insatisfacción de que no lo hemos alcanzado sabiendo que, si nos dejan tranquilos, si nos dejan actuar por nuestras propias fuerzas y nuestros propios talentos, si no nos ponen trabas y obstáculos, lo podemos alcanzar”.
De nuestros adversarios no esperemos ni el reconocimiento ni la admiración por lo que hacemos, ni su ayuda, que nunca será limpia y desinteresada como la que ha brindado y brinda Cuba en naciones hermanas.
Prestarnos a sus campañas o en el mejor de los casos pecar de ingenuos sería muy peligroso, como también lo sería cerrar los ojos y no actuar frente a los hechos vandálicos u otros actos delictivos, los que serán sancionados como establece la ley y con todas las garantías jurídicas que reconoce nuestra Constitución.
Como nos recordaba por estos días el compañero Miguel Díaz-Canel, hay que cultivar la vocación humanista del pueblo, reanimar nuestra forma de participación social, potenciar un profundo trabajo basado en la solidaridad con el compromiso de llegar hasta los más vulnerables, un mandato de nuestro invicto Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz que no debemos olvidar ni por un segundo.
Cumplamos el Juramento de Baraguá, honremos la memoria de Fidel y la de todos nuestros héroes y mártires, acompañemos a Raúl y al presidente Díaz-Canel, quien nos dijo que nuestros problemas se resuelven “entre cubanos y con la revolución”.
Los espirituanos no vacilaremos, no nos confundiremos, no nos acobardaremos, no nos reblandeceremos, no traicionaremos, no desertaremos, no nos dividiremos.
Este es nuestro Baraguá, nuestro Moncada, nuestro Girón, los más de 100 años de luchas y victorias de este pueblo.
No entregaremos la obra, ni la independencia, ni la soberanía, ni la autodeterminación que hemos ganado gracias a la Revolución.
En las circunstancias actuales debemos estar muy alertas y unidos frente a los peligros que nos amenazan.
Cuidemos nuestras cuadras, nuestros barrios, nuestras calles, nuestros centros laborales o de estudio. Hagamos de la vigilancia revolucionaria una práctica cotidiana y una trinchera contra la que se estrelle cualquier intento de desestabilización.
Este es un pueblo valiente, de coraje, de virtudes patrióticas, que seguirá construyendo, creciendo, soñando, que aspira al bienestar de todos, a que nunca falte, entre los espirituanos, la unidad, el respeto y el amor por la vida. Resistiremos, viviremos, avanzaremos y como siempre, ¡venceremos!
Que vivan Fidel y Raúl
Que viva Díaz-Canel
Que vivan la paz y la unidad entre los cubanos
Por la gloria vivida y la que viviremos, que viva Cuba libre
Patria o Muerte
¡Venceremos!
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