Atípicos, cuestionados, extraños, los XXXII Juegos de Tokio son, al fin, una realidad, que hace horas hacen posible los que, definitivamente, sortearon todos los inconvenientes impuestos por la COVID-19, el mayor rival que enfrentan los miles de atletas, entrenadores, directivos y organizadores de la cita nipona.
Por todo lo que ha rodeado a esta cita, que se celebra un año después de su fecha inicial y hasta hace unos días se debatió entre si se efectuaba o no, por los efectos de la pandemia en el mundo y en la propia sede, cualquier vaticinio se estrella contra la incertidumbre.
Una de las cuestiones es que no todos los competidores enseñaron sus caras en los meses previos, muchos para preservar su salud hasta los Juegos. Otra es que decenas de ellos declinaron participar y otra, no menos importante, es que los niveles de preparación no han sido parejos para todos los contendientes, aunque las grandes potencias, como en todo, han llevado las de ganar.
Mas como no hay deporte sin pronóstico, mucho menos las Olimpiadas, Cuba y su ubicación en el medallero concentran la mirada y las cuentas de expertos y aficionados.
Un factor a tener en cuenta es que la isla asiste con una de las delegaciones más reducidas de su historia: 69 atletas, aunque, de manera general, los que fueron constituyen la élite de nuestro deporte, que en el último cuatrienio ha tenido muy contadas actuaciones descollantes en los principales eventos foráneos.
No escapa el hecho de que, a causa de la COVID-19 y las estrecheces económicas, la mayoría impuestas por el bloqueo, nuestros deportistas han desarrollado el grueso de la preparación en casa, con escasísimo roce internacional, salvo excepciones, sin dejar de mencionar que nuestro movimiento deportivo no vive su momento más feliz.
Lo que sí queda claro para quien se arriesgue a vaticinar es que Cuba, como lo ha hecho desde que irrumpió en los anales olímpicos, subirá al podio de premiaciones. Lo hará de la mano de aquellas disciplinas, que, en ediciones anteriores, han llevado el peso de las preseas.
Desde fuera del agua, y a partir de la calidad, el momento deportivo en que se encuentran y la historia que cargan, considero que otra vez el boxeo y la lucha pudieran regalar un cuarteto de títulos, mientras el atletismo tal vez logre redondear un quinto, si sus representantes son capaces de cambiar la tendencia de Olimpiadas anteriores, cuando llegan entre los primeros del ranking mundial y luego no superan sus marcas personales. Esta vez, previo a Japón, varios de ellos, sobre todo corredoras, han lucido bien en la gira por Europa y con sus marcas hechas en Cuba, pero una cosa es con guitarra y otra con violín.
Por deportistas, entre los púgiles, tres nombres resultan coincidentes: Andy Cruz y Lázaro Álvarez y hasta Julio César La Cruz, con todo y su cambio de peso para los 91 kilogramos, mientras desde los colchones Ismael Borrero, Mijaín López, Reineris Salas y Alejandro Valdés pueden contribuir al botín; en el atletismo la discóbola Yaimé Pérez y el saltador Juan Miguel Echevarría también tienen opciones. En el club de los optantes figura, asimismo, el doble campeón de taekwondo Rafael Alba. Esos deportes pudieran subir al podio, contribución a la que quizás se sume el canotaje. Lo que ocurra en otros eventos llevaría la etiqueta de sorpresa.
Hablemos del lugar. Previo a Tokio, la delegación cubana ratificó su compromiso de ubicarse entre los 20 primeros países. Mas, ¿hasta dónde es viable ese reto? Parece posible, si nos atenemos al comportamiento de las últimas citas.
En la cita anterior, en Río de Janeiro, por ejemplo, Cuba se ubicó en un honroso decimoctavo lugar con cosecha de cinco oros, dos platas y cuatro bronces, mientras en Londres 2012, con similar cosecha (5-3-6), quedó en el 16.
Y es que, luego de la repartición entre las potencias mundiales del deporte (Estados Unidos, China, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Francia, Corea del Sur, Italia y Australia), el medallero suele distribuirse entre el resto y ahí pudiera estar la ganancia de Cuba, tal como pasó en Beijing 2008, cuando con tres títulos, 10 de plata y 16 de bronce, se ubicó en el 19.
De ubicarse entre los primeros 20 en un concierto de 204 países (solo no asistieron Corea del Norte y Guinea), sería una buena actuación para los tiempos que corren y para el lugar que ocupa Cuba en el concierto deportivo mundial.
Soñar con el quinto lugar de Barcelona 92 es un alarde de fantasía, tanto como aspirar al octavo de Atlanta 96, el noveno de Sídney 2000 o el onceno de Atenas 2004.
Tampoco es que esté seguro el puesto entre los 20. La delegación cubana deberá apelar a la eficiencia, ya que solo tendrá opciones potenciales en 64 pruebas de 15 disciplinas. También tiene de su parte el derroche personal conque suele competir cuando las circunstancias son difíciles, sobre todo ante rivales que conoce por videos, por noticias o que, simplemente, no conoce.
Tokio es un enigma más allá de sus gradas vacías, “ocupadas” por los protocolos a los que obligó elSARS-CoV-2, en un intento para apaciguar la “oposición” interna.
Ya que se realizan de todas todas, la invitación es a trasnochar hasta el 8 de agosto, para intentar aplazar el estrés pandémico y darle un levantón espiritual a cada cubano que salga al escenario de Japón, más allá de las predicciones mediáticas, de estadísticas y hasta de modelos matemáticos.
creo que eres muy optimista, pero lo que ocurre en el deporte en cuba es lo mismo que sucede en la sociedad cubana, que van como el cangrejo caminando hacia atras