Realmente volví a nacer (+fotos)

A la doctora Niurka Agramonte Valle, especialista en Neonatología, en Cuidados Intensivos Pediátricos y de segundo grado en Pediatría, la covid la convirtió en paciente e irónicamente la llevó hasta una sala de terapia. En los 14 días que estuvo batallando por su vida no le faltó el aliento de familiares y de niños a los que ha salvado durante sus más de dos décadas como médica

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Gracias al equipo multidisciplinario de clínicos, intensivistas de adultos, pediatras que también dieron su granito de arena, lograron salvarme. (Fotos: Vicente Brito/Escambray)

Antes de cerrar los ojos pensó en su hijo y, acaso por eso, lo único que no pasó jamás por su mente es que, quizás, podría no volverlos a abrir. Antes de cerrar los ojos escuchó las palabras que como la intensivista que es tantas veces ha repetido en la sala de Cuidados Intensivos del Hospital Pediátrico Provincial —donde ha laborado durante más de dos décadas— y, en cambio, ahora le decían a ella: “Profe, hay que entubar”. Y mientras los párpados caían como dos mantos pesadísimos sobre su mirada, muchísima gente anduvo en vilo.

Porque Niurka Agramonte Valle es la madre del muchacho veinteañero —al que todavía le llama “mi niño”—, jugador del equipo provincial de básquet y que se halla ahora en el Servicio Militar como mismo lo ha sido para Yésika Mora, la niña de más larga sobrevida en Cuba con el síndrome de Werdnig-Hoffmann que para los tantos pequeños que ha salvado. Es la profesora auxiliar que ha formado a muchísimos residentes, una de las expertas de la comisión del niño crítico, la subdirectora del Hospital Pediátrico, la amante de las manualidades y, también, la doctora que convierte la casa en una consulta a deshora.

Mas, la covid la convirtió en paciente y, paradójicamente, la internó siete días en la Unidad de Cuidados Intermedios del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos y, luego, otra semana más en la Unidad de Cuidados Intensivos. Ahora era ella, precisamente, la persona que debían salvar. Y lo cuenta hoy, sentada en la sala de su apartamento, mientras los ojos negros lucen más abiertos que nunca.

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Niurka: Hubo mucho apoyo de toda la población. Me llegaron mensajes muy fortalecedores, gratificantes, de niños, de pacientes, de familiares… Eso sí no ha faltado y ha sido vital para la recuperación.

REPORTADA DE CRÍTICO

“Tengo muchas comorbilidades, las tenía todas: asmática, hipertensa, diabética y no me había podido vacunar con la Abdala por la alergia al Tiomersal; me tocaba el esquema cuando empezara la Soberana y fue el tiempo en que me contagié”, rememora sin poder precisar aún cómo y dónde se infectó con la covid.

Eran los días de septiembre en que la pandemia elevaba contagios en la provincia, en que la atención a los niños positivos se multiplicaba dentro y fuera del Pediátrico, en que debía estar lo mismo asistiendo a los pequeños médicamente que garantizando los recursos necesarios para su tratamiento. Y lo que empezó siendo una fiebre y una falta de aire sobrellevada en casa terminó agravándose.

“Desarrollé formas graves de la enfermedad: una neumonía tipo 1 con un distress respiratorio agudo que requirió ventilación mecánica, apoyo con drogas, utilización de surfactantes pulmonares; es decir, una terapia de rescate que se ha utilizado a nivel mundial”.

Intenta decirlo como si hablara de otro paciente, pero las palabras no pueden disimular las secuelas que delata el cuerpo como las escaras que aún cura en los calcañales producto de tantos días encamada, y que siguen siendo más negruzcas que su tez.

Y al mismo tiempo que los médicos que la asistían tomaban la decisión de entubar, ella ya había diagnosticado su gravedad. “No obstante, en ese momento era un paciente. Tú no te ordenas —y ríe ahora, pero me atrevo a pensar que antes le costó algunas lágrimas—. Siempre la decisión es del equipo médico, aunque uno sea del sector en ese momento usted es un paciente”.

Siete días acoplada a aquel ventilador, siete días bocabajo en una cama de Terapia, siete días de batalla propia y de médicos y enfermeras, siete días de desvelos de familiares y de muchísimos otros que velaron hasta por sus partes médicos en disímiles lugares del mundo. Siete días que cuando se cuentan ahora todavía pesan un siglo… hasta revivir.

“En ese momento requieres de mucho apoyo del equipo que te está atendiendo de que todo va a salir bien, que ya has rebasado la etapa más difícil y más crítica de la enfermedad. Ellos se llevan mucho por parámetros clínicos, radiológicos y gasométricos para poder tomar la decisión de extubar y, como digo yo, volver a la vida porque en ese momento uno está bajo un estado de sedación que a mí me parecía que había sido de un día para otro y después es cuando te empiezan a contar, el personal de enfermería y médico, toda la situación que viviste; en esa parte es bastante emocionante.

“Imagínate, lo primero que me dijo la enfermera: Profe, usted tiene hasta en Facebook una página EPD y yo le dije: ¿Cómo? Y ahí me empezó a contar todo y ya cuando llegas a la casa es que te dicen cómo se desarrollaron todas las noticias, los partes médicos, todo…”.

Con los ojos bien abiertos entonces, aun rodeada de los equipos médicos que ella misma maneja a diario y de colegas no se derrumbó ni tan siquiera creyó que podría haber sido aquel un camino sin retorno.

“Lo primero que pensé fue en mi niño y en cómo la familia había enfrentado todos esos días ahí en el hospital con la tensión porque el reporte siempre fue de crítico. Gracias al equipo multidisciplinario de clínicos, intensivistas de adultos, pediatras que también dieron su granito de arena, lograron salvarme.

“Me aferré mucho a la vida. Uno tiene la fe y la esperanza en salir; yo sabía que iba a ser bien difícil por todas las comorbilidades que tenía y porque en ese momento no estaba protegida con la vacunación, pero la decisión fue acertada, se actuó con mucha premura y yo creo que ahí está el éxito de estar viva”.

Y supo después también de las cadenas de oraciones que unieron hasta los más ateos por ella, de los post en redes sociales trasmitiéndole todas las buenas vibras del mundo, de los medicamentos que llegaron hasta cuando no hicieron falta.

“Hubo mucho apoyo de toda la población. Me llegaron mensajes muy fortalecedores, gratificantes, de niños, de pacientes, de familiares… Eso sí no ha faltado y ha sido vital para la recuperación. Hay familiares y amistades que cuando me han visto aquí sentada en la sala se han echado a llorar porque no piensan que me haya encontrado en esas condiciones y al verme ahora es muy difícil que puedan controlar sus emociones”.

En la Unidad de Cuidados Intensivos del Pediátrico a ningún niño le ha faltado el calor de Niurka.

LA MEDICINA: PASIÓN DE VIDA

Y al egreso le sobraron las fuerzas que no tenía para subir aquella escalera hasta el quinto piso donde se halla su apartamento, tal vez por el empuje de muchos o por el arrojo de la doctora que no acostumbra a rendirse jamás con sus pacientes y, tampoco, con ella misma.

“Salí con los aplausos del personal hospitalario a medida que fui avanzando por los pasillos y cuando llegué aquí, el calor del barrio: todos los vecinos dándome aliento, apoyo; así que salí y llegué con aplausos. Realmente volví a nacer”.

Fue esa cobija de afectos y gratitudes la que la ha amparado hasta los días de hoy. Porque antes que todos permanecieran sin pegar un ojo por ella ha sido Niurka, la doctora, la que se ha desvelado por todos siempre. La medicina ha sido la pasión de su vida y la Unidad de Cuidados Intensivos del Pediátrico su otro hogar y allí, por más que congelen los aires acondicionados, a ningún niño le ha faltado su calor.

“Desde que yo entro por las puertas de la Terapia son hijos míos, porque el primer impacto es la separación madre-hijo, ya tienes que formar el papel de médico y el de mamá que siempre es tratarle de consolar, de mimar y cuando lo tienes delante piensas que es el hijo tuyo”.

Acaso por eso no le ha sanado aún la muerte de algunos pacientes. Y prefiere ni recordar cuando no pudo salvar a aquel pequeño y aún hoy las palabras se le anudan en la garganta: “Esa es la experiencia que nadie quiere en las terapias: que te fallezca un niño, porque una de las cosas más dolorosas es darle el parte del fallecimiento a los familiares.

“Pero por suerte son más los que se salvan que los que fallecen y es gratificante decir: ya este bebé está bien, va a sala convencional”.

Y por eso no se ha dado por vencida ni con ellos ni con los estudios, tanto que todavía no le bastan los títulos científicos que delatan la entrega de una vida entera: tres especialidades médicas, la maestría, la categoría docente… y se ha enrolado ahora en el doctorado.

Porque no le ha faltado el esfuerzo como tampoco el respaldo de la familia, lo mismo para llevar ahora las riendas de la vicedirección del Pediátrico que para cumplir misión en Venezuela, donde fue la coordinadora de la Brigada Médica Cubana en la misión Niño de Jesús, en el estado de Miranda.

De los pequeños no ha podido desligarse nunca: amanece en la sala de Terapia y anochece, a veces, atendiendo a otros en su casa. Y no se cansa ni se arrepiente. “Hice lo que me gusta, estoy haciendo lo que me gusta y haré lo que siempre me ha gustado que es estar al lado de los niños”.

Lo único que ha alejado a la doctora Niurka de la Terapia es la covid. Lo dice, mientras se descorre el nasobuco para advertir que el surco negruzco que se le ha tatuado desde la comisura de los labios en meses será la secuela borrosa de los días que estuvo acoplada. Y ni lo repara cuando ríe, al mismo tiempo se levanta mientras le resplandecen los ojos que casi no ha vuelto a cerrar más nunca.   

La medicina ha sido la pasión de su vida.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

12 comentarios

  1. Carlos González Pérez

    Esta fue una noticia muy alentadora,pero además resultó maravilloso ver como todo un pueblo se sumó de multiples formas a manifestarse por su recuperacón.Todo esto dice mucho de cuanto es de admirada y valorada como persona y profesional,pero además la vida tiene que ser justa con aquellos que tanto han hecho por ella.

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