No se le estremeció el cuerpo como cuando entró por primera vez a una canoa en el río Tuinucú, hace ya bastante tiempo, pero Serguey Torres Madrigal tuvo una sensación extraña hace unos días en la Copa del Mundo de Canotaje de Velocidad, en la ciudad húngara de Szeged.
Puede parecer algo raro para quien lleva casi dos décadas remando en las cumbres competitivas del planeta, pero este evento tenía una connotación especial. Con el boleto en el bolsillo hace rato para los Juegos Olímpicos de Japón, no había podido sentir de cerca la respiración de sus rivales, a quienes solo había visto en videos.
“La sensación fue la misma que cuando empecé en las Copas del Mundo, la primera de este siglo que creo fue en Portugal —me dice vía WhatsApp—, era como si no hubiera competido nunca, tenía una adrenalina altísima… Cuando uno lleva mucho tiempo compitiendo todo lo ve normal, pero sinceramente me chocó.
“Creo que por eso remé más fuerte, porque hacía tiempo que no arrancaba, que no ponía la punta en un estebo como se dice, hacía tempo que no chocaba con ocho botes más al lado mío; tuve que encontrar esa tranquilidad que uno tiene que buscar en medio de la tormenta para analizar las cosas y hacer bien la regata”.
Hacía 20 meses, otro contrario lo mantenía a raya junto a sus coequiperos en medio de una pandemia que le ha deparado estrés de más por el contagio de atletas cercanos y lo obligó, como a todos, a buscar variantes de preparación domésticas.
Hacia Europa marchó Serguey forrado en nasobucos, mascarillas, trajes, vacunas y expectativas. Y la compensación fue en grande. Pese a los casi dos años sin remar “en serio”, el espirituano pescó una medalla de plata en el C-2 a 1 000 metros en dupla con el cienfueguero Fernando Dayán Jorge, y otra de bronce en los 5 000 metros, evento que ganó su compañero de tripulación.
Lo hizo a pesar de todo lo descrito, de sus 34 años y de que entre una modalidad y otra mediaron apenas tres horas.
“Me sentí contento, aunque sabes que uno siempre espera el oro, pero el objetivo se cumplió, que era, sobre todo, retomar el nivel competitivo, pues hace mucho tiempo no se chocaba a este nivel y uno no tenía idea de por dónde andaba la cosa”.
A la final accedieron sin contratiempos cuando terminaron primeros en su hit con el mejor tiempo de todos los competidores, algo en lo que Serguey nunca confía, pues, según él mismo dijo al momento de clasificar: “Uno no se puede llevar por los tiempos porque al clasificar directo solo los primeros, el resto un poco que se reserva para el repechaje”.
No obstante el saldo, siente que tenían para más: “Creo que pudimos ganarles a los alemanes, pero, como te he dicho en otras ocasiones, estas pistas con el aire en contra siempre nos juegan cabeza, pesamos muy poco, por lo que tenemos que hacer un esfuerzo doble, en tanto la mayoría de los competidores son grandes y fuertes, además de que esta vez fue recto, recto, el aire en contra, estuvimos todo el tiempo gastando energía hasta los últimos segundos, incluso llegamos a ponernos a la cabeza de la competencia faltando 50 o 100 metros, pero llegando a la meta nos volvieron a sacar la punta del bote y ya ahí no pudimos superarlos”.
De todas formas, pese al largo período sin competir, el tiempo no pareció transcurrir para la dupla cubana que en el 2019 pescó medallas en las Copas del Mundo y el Campeonato Mundial.
Y eso que a esta fiesta, la primera del canotaje mundial en 2021 y una de las pocas previas a Tokio, faltaron pocos: “Era de esperar esta competencia difícil y que habría botes nuevos que no conocíamos. De la final del 2019 solo faltaron los chinos, que nos ganaron esa vez, y los rumanos, pero te reitero que lo importante era competir y hacerlo lo mejor posible”.
Los 5 000 fueron otro examen para medirse con él mismo. “Siempre es una prueba difícil, sobre todo cuando se hacen los dos eventos el mismo día, son regatas que te exigen y estaba bastante agotado de la anterior. Lo importante es que Cuba se llevó varias medallas, incluida la que ganó en este evento mi compañero Dayán, quien remó muy bien, y que el pueblo disfrute esos resultados, mucho más en estos momentos que está pasando por la pandemia. Envío un saludo a los espirituanos; siempre compito con el orgullo de que soy de allí”.
Serguey y el canotaje siguen en la élite y es lo que cuenta. Quizás por eso y porque no siempre dicen todo, no le hizo mucho caso a los tiempos: “No se pueden comparar porque con aire en contra uno no puede establecer un paralelo con lo que hizo en la preparación”.
Aunque no reparó en ello, a la hora de la premiación ocurría otro hecho singular. En su pecho colgaban las medallas 21 y 22 de sus “remadas” en Copas del Mundo, un palmarés que buscará ampliar este fin de semana cuando se pruebe otra vez en la segunda parada de la Copa del Mundo de Canotaje de Velocidad, ahora en la ciudad rusa de Barnaul.
Sabe que, como el de Hungría, es este otro ensayo hacia Tokio: “Las Copas siempre son un medidor y la gente viene aquí a competir… ¿reserva? ¡Qué va! Eso nada más existe en los carros cuando hay poca gasolina; ja, ja, ja, aquí es todo el mundo con el pie puesto hasta el final y nosotros también, por supuesto”.
Nuestro bote del C-2 masculino pugnando de tú por tú a partir de los 500 metros en las primeras posiciones.
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