“Mi llegada al magisterio fue por esas casualidades de la vida; estaba en el preuniversitario y a mediados de curso en 1967 me encontré en la calle a una maestra que me había dado clases en primaria, Eneida Olivas —ya fallecida—; me preguntó: ‘¿Quieres ser maestro?’, era una época de necesidad en la profesión. Yo no sabía bien qué decir y me dijo: ‘El lunes vas para la escuela Serafín Sánchez, vas a empezar ahí’. Tenía 17 años, no podía imaginar que este oficio me iba a contagiar tanto, a eso he dedicado mi vida”.
En el magisterio de Miguel Rodríguez Barreto anida una historia consagrada a la enseñanza, se destila humildad y entrega sin límites; la vocación apareció en el camino y tanto lo cautivó que su expediente parece de ciencia ficción: 54 cursos sin dejar el aula ni para escalar a responsabilidades que bien pudo asumir; además, archiva otra singularidad nada común: maestro de su propia familia.
Tanta antigüedad convierte al maestro en un referente donde encontrar las claves de la profesión y la permanencia; de la que debieran aprender muchos colegas de aula y los que cursan la formación académica, porque sin ser doctor, máster ni licenciado, ha sabido inculcar conocimientos sentando en el pupitre la disciplina, despertando el interés y la motivación de los muchachos, como gusta llamarlos.
¿Cuál ha sido su recorrido en el magisterio espirituano?
Nací y me crie en el Camino del Jorobado, cerca de Sancti Spíritus, a los 20 años vine para la ciudad. Luego de aquel inicio en la Serafín Sánchez, aquello me gustó y dije: voy a seguir. Estuve en una escuelita rural por el camino de Santa Cruz, después me propusieron venir para un internado de sexto grado en Sancti Spíritus que se nombraba Cordillera de los Andes, era un concentrado para los muchachos de zonas rurales lejanas, porque había escasez de maestros; estuve tres cursos.
De ahí fui a trabajar a la escuela primaria Carlos Loyarte, donde estuve 20 años, cogí la época de las escuelas vocacionales y recuerdo que por una décima en la nota los padres reclamaban. Venían todos los días a la escuela a preocuparse por los hijos, fue el mejor momento de la enseñanza que hemos tenido; la sociedad en pleno vivía para el aprendizaje de los muchachos, hoy no es tan así, falta estudio, preocupación e interés.
¿Cómo se puede permanecer 54 años en un aula?
Con mucha paciencia, deseos de dar clases, siempre pensando que con los muchachos todo no se puede lograr en una jornada, de lo que se trata es de que aprendan algo todos los días. Este curso estoy dando quinto grado y te digo que cuando uno los coge en septiembre cuesta trabajo moldearlos, porque en el primer ciclo el alumno está acostumbrado a que el maestro lo lleva de la mano, lo ayuda a hacer las cosas, y ahora la función principal es irlos preparando para que puedan seguir su vida estudiantil independiente.
Me han propuesto ser jefe de ciclo, director de escuela, pero nunca he dejado el aula, porque es donde de verdad se cumple la función del maestro. No me concibo en otra cosa que no sea con una tiza en la mano. Después estudié un poco y me gradué de maestro primario en la enseñanza técnica.
¿Acaso es el maestro que por avanzar termina haciéndole los deberes al alumno?
Si haces eso logras poco, hay veces que uno se recondena, te parece que el tiempo no te da, tienes que hacer ajustes; por la experiencia busco un entendimiento con la dirección de la escuela y le digo: ‘mira estoy dando adición de fracciones, hoy los muchachos no llegaron a donde yo quería, mañana me toca dar otro contenido, pero voy a ejercitar eso hasta lograr que lo dominen’. No hago nada por dejar algo pendiente, es preferible ese cierto atraso a dejar deudas en el aprendizaje; eso se recupera.
Me choca mucho que llegan alumnos a quinto grado sin saberse los productos y esa es mi primera tarea cuando me enfrento a un aula, porque imparto las ciencias. Yo les digo a los muchachos que enseñar Matemática sin saber los productos es como tratar de aprender a nadar sin agua.
Por no desaprobar hay unas metas que cumplir que nos hacen daño, décadas atrás tener muchachos repitentes era algo normal, no se le regalaba a nadie una nota si no dominaba el contenido; en esto no debe haber tolerancia, el que no sabe no debe pasar de grado porque eso insta al muchacho a que no estudie.
¿Qué hacer para recuperar la calidad de la enseñanza?
Esa pregunta me la hacen a cada rato. Le diré la respuesta que siempre doy: cuando se logre que pase el que sepa, y el que no domine el contenido repita; se van a resolver muchos problemas, claro hay que trabajar también en la calidad de la clase del maestro; pero el conocimiento no puede regalarse.
¿Cómo es usted en el aula?
El maestro no es una enciclopedia, he tenido alumnos que me han hecho preguntas que no domino; les digo: Eso no lo tengo claro, voy a investigar y mañana les doy respuesta; pero el maestro nunca debe decirle al estudiante: Eso no me lo sé; porque ellos ven a esa persona que tienen delante como un referente; ese es el desafío del maestro: prepararse, aprender y superarse.
Por lo regular los maestros le huyen al muchacho inquieto, intranquilo, ese es el que me gusta, ese es el que aprende.
Yo les hago cuentos, jaraneo con ellos, les hago adivinanzas y eso les encanta; a veces tengo que ponerme fuerte porque quieren seguir, pero el maestro no puede ser un ogro ni imponer el respeto con mala cara; nunca he dado un reglazo ni un halón de oreja.
Desde esa cátedra de más de 50 años con la tiza en la mano, ¿qué requisitos considera indispensables en un maestro?
Lo primero, dominar el contenido y un poquito más; lo segundo, tener disciplina en el aula en el momento de dar la clase, porque el quid de la cosa está en que el muchacho te atienda, que tú lo motives para que él se interese en lo que tú le estás diciendo; cuando uno logra eso, que el alumno participe, ese día no hace falta ni copiar en la libreta; a veces ellos se preocupan más por copiar que por atender. Soy un maestro de disciplina y exigente en el momento de dar la clase; en un aula sin disciplina no hay aprendizaje.
¿Cómo ser maestro de la propia familia sin faltar a la ética?
Teniéndolos a ellos como uno más, nada de privilegios ni pase de mano, hasta castigos tuvieron también, puedes estar seguro de que si cogían un 100 se lo merecían; por mi aula pasaron mi hijo, mi hija, mi nieta, sobrinos, primos, todo el familión como se dice. Puede verse como una suerte, también la salud me ha acompañado, tengo 71 años.
Muchos maestros dejaron el aula, usted se quedó. ¿Por qué?
Me hago esa pregunta a cada rato. Fue un oficio que me fue penetrando, me gustó el trabajo con los muchachos. La profesión tiene sus pro y sus contra, no ha sido un trabajo de grandes salarios, ahora me llegó el incremento, un poco tarde, pero me llegó, no soy un maestro arrepentido ni renegado, he disfrutado dar clases en el aula y estoy satisfecho de lo que he hecho.
Tengo una consideración en la escuela, un respeto, mi aula es el aula de Miguel, todo eso ha contribuido a que hace más de 10 años me jubilé y seguí reincorporado; me gratifica que otros maestros vienen a mí buscando un consejo, una ayuda. La última clase no se cuándo será, parece que todavía demorará algunos cursos más, por ahora ni cuando salgo del aula dejo de ser maestro.
Hace años esperaba un trabajo como este, pero x ser justamente su hija y q el me lo reprocharia, nunca lo intente, gracias Jose Luis, agradecida con usted y este texto m emociono d manera tal que senti deseos d correr ahora mismo de abrazarlo y decirle cuan orgullosa estoy d mi padre
«Pero nunca he dejado el aula, porque es donde de verdad se cumple la función del maestro».Sabias palabras,verdaderas como un templo.Muchas veces los titulos de master,licineciados y doctores solo sirven para cobrar un poco mas o alimentar la vanidad del que los posee.Con maestros como Miguel,sobran todos esos titulos,si lo dudan, preguntele a los veterando del magisterio cuando fue la edad de oro de la educacion y cuantos masters y doctores existian:El magisterio es dedicacion,experincia y amor