La palabra tártara es el gentilicio femenino correspondiente a los naturales de la antigua Tartaria y de la actual Tartaristán, república de la Federación Rusa. Asimismo, tártara se nombra una lengua, hablada por varios millones de personas, y una salsa.
Muy pocos diccionarios asientan la voz tártara con los significados que comúnmente le atribuimos los cubanos. El Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016) dice que es «bandeja de metal con reborde, que se usa para cocinar carnes y otros alimentos en el horno»; y el Diccionario de americanismos (2010), obra académica en la que tártara reza como un cubanismo, la define casi igual: «bandeja de metal que se emplea especialmente para hornear alimentos».
Coinciden en atribuir a la palabra esta única acepción repertorios especializados como el Diccionario gastronómico cubano (2007), de Fernando Fornet Piña, y Hablando con la boca llena. Diccionario gastronómico (2012), de Jorge L. Méndez Rodríguez-Arencibia.
Ambos autores, sin embargo, remiten tártara al vocablo tartera, siguiendo una tradición lexicográfica que parece comenzar en el Catauro de cubanismos (1923), donde el sabio Fernando Ortiz deja registrado que en nuestro país se emplea tártara «en vez de tartera».
Si buscamos tartera en el diccionario académico vigente en esa fecha ―la 14.a edición, de 1914―, descubriremos que tal nombre recibía lo mismo la tortera ‘cazuela o cacerola casi plana que sirve para hacer tortadas’ que la fiambrera ‘cacerola, ordinariamente cilíndrica y de hoja de lata, que sirve para llevar la comida fuera de casa’. Acepciones muy semejantes de tartera a las que brinda la edición más reciente del diccionario académico.
Esta manera dúplice de tartera significar se aviene con el uso que damos los hablantes cubanos a tártara, aunque los diccionarios actuales no lo reflejen así. Llamamos tártara al recipiente plano, abierto, preferentemente metálico y con paredes bajas, sinónimo de bandeja, que sirve, sobre todo ―pero no de modo exclusivo― para hornear; y también a cualquier otro de paredes más altas, carente de asa, con tapa o sin ella, que se destina, en lo fundamental, al almacenamiento, el transporte o la refrigeración de alimentos, y que suele equivaler, bien a pozuelo, bien a pote o bote.
Acaso la segunda acepción goce de mayor arraigo en el centro y oriente del país, mientras la primera lo tenga en el occidente y entre los trabajadores de la gastronomía. Es algo que habría que confirmar.
Por último, un dato curioso y enigmático: en el apéndice de su Vocabulario espirituano (1928), Manuel Martínez-Moles escribió que tártara era «pieza de panetela de dimensiones arbitrarias». A todas luces este significado no trascendió, pero ―medito― pudiera conectarse con lo que afirma el etimólogo J. Corominas, para quien tártara viene de tartre, nombre de un dulce, la tarta, en francés antiguo…
DESDE NIÑA ME ENSEÑARON QUE LA BANDEJA DE METAL PARA HACER HIELO SE LLAMABA TARTARA