La falta de pruebas que avalen la existencia del llamado Síndrome de La Habana centra valoraciones que publicó este miércoles el diario estadounidense The New York Times.
Un artículo suscrito por Serge Schmemann, miembro del consejo de redacción del diario, valora la situación y cita opiniones de expertos sobre el tema que desenmascaran esa justificación para endurecer acciones del bloqueo contra Cuba.
Esas ideas de una presunta arma sónica, señaló, plantean que “es un brote de lo que antes se llamaba histeria colectiva, pero que ahora recibe nombres menos ofensivos como enfermedad psicógena colectiva, trastorno de conversión y trastornos neurológicos funcionales”.
Schmemann contó que cuando joven fue reportero en la entonces Unión Soviética y un ojo le empezó a temblar, y en un encuentro casual con el médico de la Embajada de Estados Unidos, le comentó este incidente y éste dijo no hay nada extraño: «Todo el mundo tiene el ‘ojo de Moscú’ al poco de llegar y pronto desaparece».
Hasta ahora, a pesar de los muchos esfuerzos por explicar los «incidentes sanitarios anómalos» -el burocratismo asignado al fenómeno por el Gobierno, los científicos y los periodistas de investigación- nadie llegó a nada concluyente, señaló.
Se han propuesto diversas teorías, generalmente en la línea de alguna forma de rayos dirigidos o armas sónicas que utilizan microondas o ultrasonidos, sólo para ser refutadas o consideradas no concluyentes, sostuvo.
Uno de los hallazgos más célebres, precisó, fue que las grabaciones de los zumbidos registrados en varios de los incidentes de La Habana eran en realidad la llamada de apareamiento de un grillo especialmente ruidoso, el Anurogryllus celerinictus.
La idea básica es que una reacción a algún tipo de estrés o trauma puede causar una serie de síntomas que no pueden ser explicados por ninguna otra enfermedad o condición, apuntó.
Además, agregó, una vez que aparecen en una persona, pueden propagarse en un grupo que comparta las mismas condiciones, por ejemplo, entre funcionarios en un entorno hostil.
Explicó Schmemann que “el problema es que el síndrome de La Habana se ha convertido en algo tan profundamente enredado en la política contenciosa de nuestro tiempo que el acuerdo sobre una causa objetiva puede resultar casi imposible”.
Marc Polymeropoulos, un exfuncionario de la CIA que dijo sufrió el síndrome de La Habana en Moscú en 2017, escribió en Twitter que no descartar la «histeria colectiva» como causa.
Expresó el analista que muchos científicos serios, como Cheryl Royfer, exquímica del Laboratorio Nacional de Los Álamos, afirman que ningún proponente de la teoría de la energía dirigida esbozó cómo funcionaría un arma sónica.
«Las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias», escribió en Foreign Affairs, «y no se ha ofrecido ninguna prueba que apoye la existencia de esta arma misteriosa».
El analista del Times subrayó que las potenciales ramificaciones de tal conclusión para el «síndrome de La Habana» y los indiscutibles síntomas neurológicos exigen una investigación desapasionada y objetiva, no un bombardeo especulativo, como el realizado por el senador republicano Marco Rubio.
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