Abril provoca el recuerdo. Abrazó con 82 años de diferencia a un mismo espirituano. El 20 de ese mes de 1889 le susurró la primera canción de cuna y, el 7 de 1971, le lloró. Desde entonces, Rafael Gómez Mayea, el Teofilito amigo, trovador, compositor, auténtico espirituano… viaja en cada acorde que sostiene nuestra música.
Tras su presentación al mundo, no demoró en despertar la atención de los adultos que le rodeaban al saborear cada ritmo que escuchaba en los recodos de la villa del Yayabo. Se embelesaba con el rasgado de las guitarras y las voces que se limpiaban entre tema y tema con un trago de aguardiente para que las horas de parranda resultaran infinitas.
Las primeras notas las aprendió de José Solas, su maestro de solfeo y armonía en la academia que la familia pudo pagar. Allí esculpió poco a poco un don que lo llevó a compartir lo mismo con sus hermanos en el trío de los Teofilitos, que en dúo con Alejandro Fernández o en la banda municipal con clarinete y guitarra en manos.
Luego, encontró el goce pleno al regalar varias de sus composiciones a los coros de clave. Tanto deleite lo condujo a reunir a varios amigos y vecinos bajo el nombre de Coro de Jesús María. Hasta la década del 60 estuvieron juntos de barrio en barrio, de Santiago en Santiago, hasta llegaron a los surcos y mucho más allá de la geografía espirituana. Solo necesitaba marcar el compás y el resto de las voces le seguían a un ritmo que hoy ha sido imposible imitar.
De igual forma, se le halla en los primeros años de la parranda Hermanos Sobrino, en su trío Pensamiento o como instrumentista en las agrupaciones Los Líricos de Rogelio Marín Mir, Orquesta Clave de Oro y la primera orquesta charanga francesa de la ciudad espirituana.
Justamente, el único camino que tuvo Teofilito para presentarse de cuerpo entero. Así sucedió, en casa de la familia Ordaz. Bastó un juego, una mirada, un guiño, una provocación:
—¿Por qué usted no piensa en mí?, le balbuceó Rosa María, la anfitriona de la celebración.
A lo que él respondió con unos versos que hoy son el himno más cantado por espirituanos y amigos que se encantan con esa melodía criolla de cortejo: “(…) Anda pensamiento mío, dile que yo la venero, dile que por ella muero, anda y dile así, dile que pienso en ella, aunque no piense en mí”.
Un tema universal, para no pocos enigmático por su permanencia en el tiempo. Aún se recuerda el día que el propio Gómez Mayea escuchó por la radio la versión interpretada por la orquesta de Cámara de Moscú. Luego, otras muchas han deleitado a los oídos de diferentes generaciones.
En cada una de ellas como en el resto de sus otras composiciones (registradas alrededor de 200), se deja escapar el homenaje a ese espirituano que se inmortaliza entre los mejores acordes que escapan aún en un contexto de tantas disonancias y que confirman que a Teofilito se le canta.
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