Porque te ha visto remar desde niño, casi siempre a contracorriente, porque te ha visto derribar molinos de agua y de viento, Sancti Spíritus, como Cuba, paleteó junto a ti Serguey Madrigal Torres, en la hazaña de tu vida cuando conquistaste de manera espectacular y dramática un oro con ribetes de diamante en el C-2 a 1 000 metros.
Todo lo dejó para el final el guajiro de Las Tosas y con los remos del corazón copó el Canal Sea Forest, de Tokio: por primera vez la canoa cubana y latinoamericana conquista un título que llegó de su empuje de experiencia y el vigor de la juventud de su dupla Fernando Dayán Jorge.
Proa a proa con canoas de marca universal, el dúo cubano se deslizó entre hombres que le superaban en tamaño, pero no en determinación. Por eso esta vez los alemanes, que cargan sobre sí todos los títulos que reparte este deporte, y los chinos, que también se han colgado medallas de todos los colores, no pudieron impedir la hombrada de los nuestros.
Y porque en ello les iba la vida misma, las paletadas aumentaron el ritmo para como en la semifinal, venir de atrás y recortar distancias y respiraciones. El temple empujó la punta hacia el oro con un tiempo de leyenda: récord olímpico de 3:24.995 minutos.
Serguey y Dayán, entonces, levantaron sus brazos hacia el cielo, allá cerca del Olimpo donde desde ahora estarán los dos en un privilegio que pocos mortales tienen.
“Teníamos una muy buena segunda mitad y eso nos iba a dar la posibilidad de ganar. Podíamos hacerlo bien en los últimos metros, así que tratamos de mantenernos en el grupo y atacar en el momento preciso. Estamos bien entrenados, hicimos una gran preparación en Polonia y al final el resultado salió: campeones y récord olímpico, todo lo que esperábamos”, comentó a Jit el espirituano.
Y si para el cienfueguero es el premio temprano a una joven carrera, para el espirituano ha sido la coronación a una trayectoria enjundiosa que inició cuando con edad juvenil conquistó dos medallas mundiales.
Entró a la élite y reafirmó su talento con decenas de preseas de todos los colores en Copas y Campeonatos del orbe.
Para el título que ahora abraza debió esperar cuatro ediciones en las que esculpió el cetro actual. De Beijing 2008 a Río de Janeiro 2016 siempre entró en las finales, pero el podio le fue esquivo.
Mas, Serguey, siempre inconforme, no cejó en su empeño por honrar a sus antecesores, los peludos que lograron subtítulos en Sídney: Leobaldo Pereira e Ibrahím Rojas-Ledis Frank Balceiro.
De ellos heredó sus cintas y su estirpe. Por eso, junto a Dayán, destrozó pronósticos y ambos hicieron su propia regata. Esta vez no hubo viento en contra, solo una convicción inmensa de que podían concretar el sueño.
Por eso, cuando se supo campeón, Serguey no encontró las palabras porque no las había. Solo un llanto inconsolable y una alegría desbordada por el premio a su país, a sus amigos y hasta los que no, porque también esos le obligaron a empinarse, tal como lo dejó entrever en sus declaraciones a Jit: “Me viene a la cabeza un deportista llegando a la cima y en la foto se ve la medalla, pero no un camino lleno de espinas, piedras, de todo. Quienes conocen mi carrera saben que hubo tropiezos, he tocado fondo, pero lo principal fue levantarme, rodearme de personas en quién confiar, en este caso Fernando, y tener los mismos objetivos”.
Es así. Hace poco más de dos años, Serguey casi es excluido del equipo nacional cuando había regresado campeón de los 5 000 metros del Campeonato Mundial. Sobre esta y otra adversidad el espirituano se levantó y hoy su constancia se corona.
Por eso se abrazó a su bandera, la cubana que ha defendido con honor. Por eso Sancti Spíritus lo reverencia y lo espera para abrazarlo.
De las victorias cubanas mas emocionantes en los últimos años y para orgullo un Espirituano, Reinier le puso corazón a la narración.