Ser el primer ciudadano de cualquier territorio en recibir un importante reconocimiento a nivel de país deviene acto meritorio que sienta pautas y merece ser recordado, como ocurrió hace 25 años con la entrega de la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez Báez al periodista, escritor y folclorista espirituano Tomás Álvarez de los Ríos, primer habitante de esta provincia en ser objeto de tan alto honor, que confieren las FAR.
Cuando este redactor lo abordó, Tomás acababa de llegar de Matanzas, donde había recibido en solemne ceremonia el significativo galardón el 16 de abril de 1996, de manos del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, en ocasión del aniversario 35 de la victoria de Playa Girón, y se encontraba todavía poseído de la emoción del momento y del placer que había experimentado al compartir con importantes personalidades nacionales, así como amigos de muchos años a quienes hacía tiempo no veía.
Aquel encuentro con don Tomás Estrada Ríos —como le decía para buscarle las cosquillas, en alusión al primer presidente de la república mediatizada, Tomás Estrada Palma (1902-1906)— dio pie a un grupo de anécdotas acerca de lo vivido por el espirituano-guayense en el matancero motel El Valle, donde fue hospedado y atendido a cuerpo de rey, como parte de los compatriotas distinguidos que habían sido elegidos para recibir la simbólica réplica.
Refirió Álvarez de los Ríos que casi todo el que se le acercaba le espetaba en tono festivo: “Ahora sí se cagó el buey, Sancti Spíritus en 26”, aludiendo a esa simpática expresión que él puso de moda en 1986 cuando conoció del otorgamiento a su provincia por primera ocasión del acto central nacional por la efeméride del Moncada. El hecho de que la tierra de Serafín Sánchez optara de nuevo en 1996 por ese alto estímulo le llenó de sano y legítimo orgullo.
Entre quienes congratularon con efusión a Tomás se encontraban la locutora, animadora y gran actriz Consuelito Vidal, el locutor Pastor Felipe, así como el conocido escritor y profesor universitario Salvador Bueno (*), quien le dijo: “Tomás, te conocí hace una tonga de años, y a pesar de la edad no has soltado el narigón. Sigue así”.
El veterano folclorista nos mostró el afiche de Tenerife que le regaló la compositora y cantante Liuba María Hevia allá en Matanzas, lo que trajo a colación sus motivaciones como escritor, que en él estuvieron fuertemente ligadas a su raigambre proletaria y comunista. Tomás aclaró que era comunista no solo por su sentido de lo humano y de lo justo, sino también por el hambre y las necesidades que pasó en su lejana niñez durante el capitalismo.
Su corazón sensible se resintió ante las miserias de las masas campesinas, entre las cuales abundaba el elemento isleño, y esas experiencias de la campiña lo marcaron para toda la vida. De ahí que Las Farfanes, su primera novela, resultara un fresco costumbrista de aquel entorno basado en personajes en su mayor parte reales, como sus propios padres, con una gran carga de melancolía.
Y el isleño —genérico— que aparece ya en Las Farfanes pasó a ser un personaje protagónico en Los triángulos del amor, su segunda novela, editada en Islas Canarias, la cual de manera original vincula por medio de los más nobles sentimientos a los dos archipiélagos atlánticos.
En esta cuerda se mueve también Candelaria, obra referida a la virgen isleña y a las tradiciones que cruzaron el mar y arraigaron aquí entre nosotros. En tales novelas no encontraremos la construcción compleja ni el estilo barroco consustanciales a los grandes maestros de la literatura, porque Tomás no tuvo formación académica, sino vocación de escritor y una gran sensibilidad hacia el hombre y su entorno, que es decir la naturaleza.
Ello explica cosas de su vida, como su obra anterior, y la novela ecologista Ramas, troncos y raíces, cuyos personajes son una ceiba, una palma real y una mata de ponasí, envueltas en leyendas, tradiciones y mitos; lo que, de alguna manera, se observa también en Esos carreteros, su obra postrera. Explica también el nido-oasis que se construyó durante años, al convertir su casa en genuino museo campesino y gigantesco mural de refranes, citas y nombres, rodeada y penetrada por una vegetación plural.
En el momento de aquel emotivo intercambio con don Tomás, el Samuel Feijóo espirituano rondaba los 80 años, y seguía tan apasionado a su especie de literatura naif, como el primer día, haciendo honores a sus comienzos con sus colaboraciones en tres publicaciones de su Guayos natal y luego en el villaclareño periódico Vanguardia, donde vio la luz su serie de reportajes: Los olvidados de ayer recuerdan.
Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba e iniciador de la Uneac, de la cual fue su primer presidente en Sancti Spíritus, Tomás fue delegado durante varios años de la Asamblea Provincial del Poder Popular y promotor de la Comisión Provincial de Monumentos, hasta su fallecimiento en noviembre del 2008, a los 90 años de edad.
Entre las mayores satisfacciones de Tomás estuvo también recibir en el 2007 el Premio de la Dignidad, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba, por su amplia trayectoria profesional desde los días en que por las ondas de una emisora local en Cabaiguán combatió la corrupción y los abusos de los gobiernos dependientes de Estados Unidos, estímulo que compartió con la investigadora y profesora Nydia Sarabia, el periodista holguinero Nicolás de la Peña y, especialmente, con el querido Comandante en Jefe Fidel Castro.
(*) Los tres fallecidos posteriormente.
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