El moderno secadero de granos levantado hace algunos años en el poblado de Iguará pudiera quedar como un barco varado en el medio de la Isla, a juzgar por el declive que viene reportando en los últimos tiempos la producción de frijoles en uno de los polos más importantes del país: la faja ubicada desde General Carrillo, en Villa Clara, hasta Florencia, en Ciego de Ávila, que abarca todo el sur de Yaguajay y la zona norte de Cabaiguán y Taguasco, en Sancti Spíritus.
Los viejos cosecheros de la región dicen que allí los frijoles «se dan como lechugas», en buena medida, gracias a unas lluvias anacrónicas que se aparecen en época de invierno –los «nortes de semilleros», según la definición guajira–, que llegan como una bendición para la leguminosa, tenga o no los beneficios del riego artificial.
Sin embargo, lo que hasta ayer constituía una verdadera mina para los agricultores de Jarahueca, Itabo, Iguará, Venegas, Perea y el Sur de Mayajigua, hoy se ha convertido en un calvario con el azote del llamado Trips oriental de las flores, una plaga tan dañina como el mismísimo marabú, que combinada con la carencia de productos químicos para su enfrentamiento, ha puesto en jaque la producción frijolera de la zona.
«A nosotros nos está salvando el maíz», reconoce Pablo Enrique Cabrera, director del susodicho secadero de Iguará, una industria promisoria (además de eliminar la humedad, limpia, brilla y envasa el grano en varias dosificaciones), que en la pasada campaña benefició más de 4 500 toneladas de este producto, fundamentalmente de las empresas del municipio, pero también de Villa Clara, de Matanzas y hasta de la lejana Mayabeque.
En Sancti Spíritus, el cultivo del maíz se extiende por los ocho municipios que conforman la provincia, pero la zona norte carga con alrededor del 40 por ciento del total de la producción, a lo que se añade una exclusividad en la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Juan Darias, de Jarahueca: la extensión allí, a gran escala, del llamado Maíz Híbrido Transgénico Cubano (MHTC), un logro de la biotecnología de la Isla que pudiera revolucionar la producción del grano en el país.
EN EL POLÍGONO DE JARAHUECA
De esa fuente inagotable que es la sabiduría campesina, los cubanos han venido repitiendo, década tras década y siglo tras siglo, una suerte de refrán de connotación meteorológica que el cambio climático, con su crudeza y sus zigzagueos, pudiera modificar, o incluso hacer desaparecer del habla cotidiana:
«Siembra maíz de abril y acuéstate a dormir; siembra maíz de mayo y tendrás maloja pa’ tu caballo».
Pedro Álvarez, un guajiro avispado y sabichoso, que por décadas ha tenido que lidiar con la tierra y según él hasta «torear la naturaleza», en los últimos años como presidente de la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) 13 de Marzo, de Cabaiguán, bromeaba hace algún tiempo con la poca fiabilidad del proverbio en las circunstancias actuales: «Ahora para que se te dé el maíz, a veces tienes que sembrarlo en junio», decía Pedrito.
También para contrarrestar los imponderables del clima, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana creó el prometedor MHTC, tolerante a los herbicidas, con un altísimo rendimiento potencial en condiciones ideales de cultivo y, además, con la virtud de ser muy resistente a la conocida Palomilla, la principal plaga que ataca los maizales en Cuba.
Muy entusiasmados con esta experiencia andan los guajiros de Jarahueca, el principal polígono del transgénico cubano, que ya el pasado año se cultivó en unas 350 hectáreas de 14 socios (en este 2021 llegarán a 21), en las que se cosecharon unos 15 000 quintales, sin precedentes en los anales de la zona.
De su aceptación entre los productores hablan lo mismo Reinel Tomé (Araña), que Roberto González Calzada, Renecito Alemán, William León y José Ramón Cuba, todos con más de diez hectáreas per cápita en la pasada contienda y quienes, ahora mismo, están creando las condiciones para entrarle a la próxima campaña.
–¿Existen insatisfacciones con el precio de compra a los productores?, pregunta Granma al presidente de la CCS, Aldo Fortaín, a propósito de la implementación de la Tarea Ordenamiento en el país.
«Las insatisfacciones no están con el precio –650 pesos el quintal–, sino con el valor que han cogido algunos insumos como los aceites, los combustibles, los fertilizantes y los pesticidas».
En reciente análisis con productores de la provincia para «amarrar los cabos sueltos» de la Tarea Ordenamiento, la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños Weiss, transmitía una señal que seguramente debe haber llegado hasta los maizales de Jarahueca: «No queremos que nadie produzca para perder, porque este (el agropecuario) es el sector más importante en la estrategia económica del país y lo tenemos que seguir respaldando para producir».
Con ventas totales el pasado año que anduvieron por los 40 000 000 de pesos, la Juan Darias mantiene su apuesta por los granos, e incluso en medio de la debacle frijolera, aspira a cerrar ciclo en sus predios, donde se desempeñan excelentes criadores porcinos que, por ejemplo, el pasado año rondaron las mil toneladas de carne de cerdo.
«Podemos entregar unos 14 000 cerdo en el año y pensamos que con el desarrollo de la producción de maíz y soya que hemos logrado acá, pudiéramos cubrir los dos ciclos de crianza en los 12 meses, evitar movimientos innecesarios de recursos y ganar en eficiencia», considera el Presidente de la CCS.
UNA PRODUCCIÓN VULNERABLE
Que los campesinos de Jarahueca y también otros como Félix Álvarez y Yoandy Rodríguez, en Cabaiguán, le estén sacando su lasca al transgénico cubano, con magníficos resultados productivos y un aprendizaje continuo en el manejo de la variedad, no significa que los rendimientos del cultivo a nivel de provincia anden viento en popa y a toda la vela.
Para Juan José González Nazco, delegado de la Agricultura en Sancti Spíritus, sin embargo, resulta muy injusto comparar los resultados alcanzados por los productores que vienen experimentando con el transgénico y los restantes cosecheros de maíz que se desempeñan al margen de la protección establecida para este programa.
«En primer lugar –refiere el delegado del Minag en la provincia–, aquí el 90 por ciento del maíz se cultiva en condiciones de secano, lo que representa una primera desventaja, por ejemplo, frente a los productores del transgénico en Batey Colorado, que tuvieron agua y el respaldo de un paquete tecnológico».
De hecho, aunque en Sancti Spíritus algunos maiceros han alcanzado y hasta superado las seis toneladas por hectárea con el MHTC, el rendimiento histórico promedio en esta región con las variedades tradicionales no alcanza siquiera una tonelada por hectárea.
El territorio ha logrado producir hasta 11 000 toneladas en un año –el plan del corriente 2021 es de algo más de 5 000–, pero el maíz clasifica como una producción oscilante, entre otras razones, porque tiene la mala suerte de depender de las nubes, del comportamiento de las plagas y hasta de algún que otro viento platanero.
Afortunadamente, ahora el producto está incluido entre los renglones agropecuarios que serán subsidiados –se ha establecido un precio de compra superior a los 14 000 pesos la tonelada–, una decisión que, indudablemente, representa un aire para el maizal, mucho más cuando se sabe que el país necesita, en un año, 900 000 toneladas y después de sacar muchas cuentas en 2020 el Minag se propuso completar las 100 000, una cifra que también le quedó grande.
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