El colibrí —que en Cuba llamamos zunzún—, esa diminuta y encantadora ave que de vez en cuando aparece en los campos espirituanos y hasta en algún jardín de ciudad, motiva frecuentes investigaciones en diversas partes del mundo.
Por ejemplo, la revista National Geographic en español publicó recientemente que un nuevo estudio concluye que estas aves pueden detectar espectros de luz invisibles para los humanos, lo cual podría ayudarles a encontrar alimento e incluso a la hora de aparearse.
Según reseña ese medio especializado, lo descubrió un equipo de científicos de la Universidad de Harvard después de observar el comportamiento de múltiples ejemplares en el Laboratorio Biológico de las Montañas Rocosas.
De acuerdo con esta investigación, los colores del espectro ultravioleta sirven de guía a estas diminutas aves en busca de las mejores fuentes de néctar. Incluso, los científicos descubrieron que son capaces de percibir el espectro ultravioleta en las plumas de sus congéneres y en las plantas de su entorno, lo que les da acceso a un mundo de tonalidades que para nosotros simplemente no existe.
Pero es que, en general, los colibríes resultan aves increíbles: levantan el vuelo en posición vertical, realizan movimientos vertiginosos y son capaces de quedar en suspensión en el aire antes de desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.
Además, cuentan con un plumaje vistoso y en ocasiones iridiscente, unas alas que algunas especies baten hasta mil veces por minuto, un corazón capaz de latir más de mil veces por minuto y una lengua de movimientos fugaces con la que extraen el néctar de las flores.
Estas atípicas aves, asegura la publicación, cosechan varios récords: son las únicas que pueden permanecer en vuelo estacionario durante 30 segundos o más y las únicas que pueden volar en varias direcciones y las que tienen el metabolismo más rápido del mundo. Ahora, además, sabemos que también son capaces de ver colores imperceptibles para los humanos.
Por otra parte, tienen una técnica de apareamiento única entre las aves, conocida como la técnica de buceo: los machos tienen que elevarse hasta 20 metros de altura para dejarse caer de súbito y antes de alcanzar el suelo, hacen una vuelta en U, para volver a subir.
Esta acción la repiten las veces que sean necesarias para atraer a la colibrí hembra, quien escoge a aquel enamorado que logre hacerlo con más gracia y llegar más alto.
Por último, resulta interesante que los colibríes casi siempre aparecen “besando” o libando el néctar de las flores y ello no resulta fortuito, sino que se debe al súperconsumo de energía que tienen debido a su continuo vuelo: estos diminutos pájaros buscan flores para alimentarse cada dos minutos.
Dentro de la familia colibrí, que cuenta con más de 300 especies, el Mellisuga helenae, conocido en Cuba como zunzuncito, es considerada la más pequeña.
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