Ni tan siquiera el hilo de Ariadna conduce al hecho primigenio. Oportunismos. Olvidos a conveniencia. Pretextos incoherentes. Show… Estilos de marras en un ciclo con un solo fin: herir de muerte al alma de Cuba, su cultura.
“Todo sistema social que ha molestado al poder de los imperios ha sido golpeado ahí. Es un reciclado histórico”, afirma Marcos Antonio Calderón Echemendía, presidente del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), en Sancti Spíritus, tras volver a El arte de la inteligencia, de Allen W. Dulles, la declaración pública de la nación norteamericana para desacreditar “sin mucho ruido” los logros de los gobiernos y movimientos progresistas y de izquierda.
Y aunque esas páginas miran con lupa a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Yanetsy Pino Reina, Premio Casa de las Américas 2018, y Juan Carlos Ramírez Sierra, ganador de una mención en Ensayo, junto a Lisandra Lefont en el Premio Calendario 2021, otorgado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), reconocen la vigencia de una estrategia ausente de inocencias y casualidades.
“Hay muchos factores para estar en la punta de su lanza. El primero: la Revolución cubana les ha dado un papel preponderante a los artistas e intelectuales, porque es ella un proceso también cultural y nuestro gremio tiene poder de decisión mediante un ejercicio crítico en diálogo con la dirección del país”, reconoce Pino Reina.
“No podemos dejar a un lado que utilizan la industria cultural, instrumento primero del capitalismo para subvertir, dominar y borrar al otro, a fin de dar los conocidos golpes blandos. Además, la cultura para Cuba ha constituido posiblemente el primer eslabón de nuestra libertad. Recordemos que es en el contexto del teatro donde se hace alusión por primera vez en un espacio público a la necesidad de que viva la tierra donde nace la caña de azúcar”, añade Ramírez Sierra.
Realidad reconocida y que intenta ser escamoteada por “el vecino del frente”, ahora con aliados tan fuertes como las redes sociales. Por tanto, más de una interrogante salta a la palestra: ¿por qué orquestar un espectáculo predecible en el barrio habanero de San Isidro, vociferar frente al Ministerio de Cultura o tomar de himno una canción que subvierte una frase que condensa la lealtad a las convicciones? ¿Por qué la juventud es su principal protagonista y público meta? ¿Cómo decodificar sus intenciones?
“Cada uno de esos sucesos y los que vendrán han sido bien pensados y planificados. Nos han importado la performance como herramienta de intervención. Precisamente, en Estados Unidos es usada por las minorías como alternativa de lucha política y social con grandes conquistas y reivindicaciones. Un instrumento del activismo cultural simbólico y artístico aprehendido por Tania Bruguera, en su formación en ese país y quien implementa aquí esas prácticas de transformación”, describe la doctora en Ciencias Literarias Yanetsy Pino Reina.
De ahí que el detonante no es la obra propia de un creador, sino que busca estremecer los cimientos de esta isla.
“El arte y el civismo tienen una relación muy sólida y de la cual dependen otros fenómenos de la sociedad. El primero incide en la conciencia social, establece una relación, construye un universo simbólico y todo eso forma parte del conjunto de identidad de una nación. Por ello, es un error pensar que una obra de arte pueda cambiar un gobierno. Pero, utilizar el universo de la cultura artística para crear puntos desde los cuales tomar otras acciones, sí es posible”, refiere el escritor Rigoberto Rodríguez Entenza, vicepresidente de la Asociación de escritores de la Uneac.
En ese sentido, Laudel de Jesús, director de Cabotín Teatro, opina que todo espacio de diálogo —nunca suficiente— debe ser sobre la base de la defensa de nuestros principios.
“Bombardean el concepto institución, una de nuestras conquistas y por la que somos ejemplo para el resto del mundo. Nos representa, subvenciona y mantiene. Si se desmonta, se hace directamente a la Revolución. Por eso nos toca fortalecerla siempre”.
¿ARTE O MERCADO?
En ese ataque sin cuartel se valen de cuanto recurso les permita posicionarse frente a los ojos del resto del mundo como los “salvadores” de un sistema que pintan languidecido.
“Lo más reciente, la canción Patria y vida es un ejemplo y morirá pronto, como ha sucedido con sus otras acciones, porque no es más que un chancleteo político, particularidad que también es histórica, como resulta, además, el ser una expresión de la desmemoria que tanto fomentan”, dice Calderón Echemendía.
Un tema liderado por voces muy populares como Descemer Bueno; Yotuel Romero y Gente de Zona, los mismos que hace muy pocas horas se robaron titulares en El Nuevo Herald: “De ‘comunistas’ a ídolos (…) se ganan Miami con su nueva canción”.
“Yotuel, quien hace un tiempo popularizó a su regreso a este país el tema Isla bella, un reconocimiento a la grandeza de este lugar que le vio nacer, y Gente de Zona, el que estremeció la plaza de los Olivos como regalo a la sede nacional aquí de la efeméride por el 26 de Julio y pidió un aplauso para el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, quien asistió a uno de sus conciertos, junto a Laura Pausini”, rememora el presidente provincial de la Uneac.
Incoherencia. Incongruencia. Doble moral… Evidencias que tajan con exactitud la historia de los más recientes protagonistas de un espectáculo predecible.
“El artista verdadero es consecuente siempre porque el arte tiene códigos a respetar. No se traiciona y mucho menos a su creación. En este caso estamos frente a quienes le ponen el termómetro a la situación. Más que coquetear con el arte lo hacen con la manera de cómo ser una persona de éxito”, sintetiza el músico Carlos Manuel Borroto.
Una idea que comparte con pelos y señales Rigoberto Rodríguez, quien llama la atención sobre la esencia natural de un artista: ser humanista. “Cuando se es moral, se puede colocar la obra de arte en cualquier espacio con decencia y elegancia”.
Un criterio un tanto alejado para quienes con sus propuestas se creen con el derecho a lacerar, incluso hasta los símbolos de una nación: el Apóstol y una frase emblemática como Patria o Muerte.
“No son ni tan siquiera ejemplos de contestarios porque en eso tenemos a tantos grandes como Silvio, Carlos Varela, Pedro Luis Ferrer… En ellos sí hay una canción, aunque quizá no diga lo que se quiera escuchar. En cambio, cuando se propone una construcción no pensada, complaciente en su discurso para el que paga y manipuladora estamos ante un mercader del arte y no un artista”, considera Carlos Manuel Borroto.
MIRAR POR EL RETROVISOR
Además de la entrega sin escrúpulos al mejor postor, los autores de Patria y vida de forma ladinamente oportunista aprovechan algunos problemas del sector, los mismos que hacen vulnerable al proceso cultural, según coincide el gremio intelectual-artístico espirituano. Por ello, el paso inminente es volver mediante debates autocríticos de la mano de Palabras a los intelectuales.
“Tan peligroso es no reconocerlos como creer que ellos realmente se preocupan por lo que frena el desarrollo de nuestra cultura”, considera Rodríguez Entenza.
Debilidades descritas algunas en los libros Polémicas culturales de los 60, de Graziella Pogolotti y El 71. Anatomía de una crisis, de Jorge Fornet y que perduran en el tiempo: censura, irrespeto a las jerarquías, morosidad en la solución de problemas, falta de cientificidad en los procesos, problemas en la política de cuadro, pensamientos anquilosados…
“Los procesos artísticos son fuertes, y el arte contemporáneo siempre cuestiona su entorno. Desmenuza el contexto y lo vuelve a rearmar de manera estética, y eso siempre es incómodo. Pero solo será un discurso desde lo estético, y la institución debe estar ahí, siguiendo al artista y a su obra”, considera Hermes Entenza, escritor y artista de la plástica quien asume la vicepresidencia del Comité Provincial de la Uneac en Sancti Spíritus.
Por ello, a juicio de Laudel de Jesús, la juventud de naturaleza inquieta y transformadora precisa encontrar respuestas a todas sus inquietudes y no medias verdades que son peores que una gran mentira: “En su formación, en ocasiones no las hallan. Surgen entonces las dudas y donde eso pasa se fractura y por ahí se cuelan esas ideas”.
“Creo que la mejor manera de revertir todo lo que ha traído esta ola, es que nuestras instituciones sean más creíbles”, agrega Hermes Entenza.
ACTUAR, DECIR, ESCUCHAR
Con estas cartas sobre la mesa y otras sabidas, se reconoce que no es posible servirle el juego a quienes solo buscan punzar de muerte al entramado espiritual de la nación.
“Lo primero es prever como nos sugirió Martí. Para ello, hay que deslindar, distinguir y separar dos tipos de demandas que en cierta medida se han visto mezcladas, contaminadas, por decirlo de algún modo. Tenemos que identificar cuáles constituyen las exigencias legítimas, sus actores y sus posibles soluciones, de aquella otra parte que bajo el fardo aparentemente indiferenciado de los artistas utilizan el contexto para canalizar provecho de potencias extranjeras”, sugiere Juan Carlos Ramírez.
Mientras que la escritora Pino Reina coincide con la urgencia de fomentar diálogos inclusivos con quienes aboguen por la construcción de un mejor país, sean o no de la Uneac o la AHS.
“Esto es responsabilidad de los artistas, no de dirigentes. No es enfrentarse en mítines, ni solamente desmontes televisivos. Todavía hay muchas personas que no entienden lo que pasa. Por eso, nos corresponde desde nuestro arte crear instrumentos de lucha más eficaces, profundos, con pensamiento y ubicarlos en sus mismos escenarios”.
Alertas desde una multiplicidad de criterios empeñados en que no se renuncie jamás a la tesis de Alfredo Guevara: Revolución es lucidez.
“Hay que mutilar todo lo que hoy evita que la cultura sea un proceso de descubrimiento, una epifanía”, concluye Rigoberto Rodríguez.
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