No solo tiene domada aquella yegua, también ha amaestrado hasta la madrugada y los ríos que ha aprendido a cruzar sin mojarse ni el falso de los pantalones. Será porque de tanto ir y venir por esos trillos se conoce hasta las piedras; será porque a lomo de aquella yegua mansa Javier Armando García Díaz, estudiante de cuarto año de Medicina, recorre todos los días varios kilómetros desde El Mamoncillo, donde vive, hasta el Consultorio Médico No. 35 en El Guineo, en medio del Plan Turquino fomentense.
Y lo cuenta sin un ápice de vanagloria, como si no hubiese nada de extraordinario en aquel trotar de un lado a otro: de la finca familiar al consultorio, del consultorio a cada una de las casas de la comunidad y, luego, loma arriba siempre la vuelta a su hogar.
“Vengo todos los días a caballo —confiesa García Díaz—. Para llegar salgo a las seis y media de la mañana, porque son alrededor de 9 kilómetros de camino, tengo que cruzar dos ríos: el Bufete y el Sipiabo que pasa cerca de mi casa.
“Aquí en el consultorio, junto a mis compañeros, salimos a pesquisar todos los días casa a casa para descartar que haya alguien con síntomas del SARS-CoV-2 y pueda presentarse la enfermedad en la comunidad”.
Pero no es solo aquel enjambre de muchachos de bata blanca y de médicos y enfermeras que andan de puerta en puerta lo que ha despabilado a no pocas comunidades del Plan Turquino espirituano. Desde hace meses la rehabilitación de los consultorios médicos de la montaña —sobre todo en Fomento, que es donde se han reparado las mayores cifras de estas instalaciones— ha puesto en vilo no solo a los pobladores.
Loma arriba han nacido entonces locales con pintura fresca, con muebles de estreno, con luces novísimas… y todo ello ha trastocado la rutina y la imagen de las serranías.
UN RETOQUE SALUDABLE
En medio de aquellos montes lo único que parece dibujado a pincel ahora y puesto a relieve al lado de las palmas, los cafetales, las casas o la añeja tienda son los consultorios. La rehabilitación de esos locales, delineada hasta el detalle, ha implicado también la reanimación de las viviendas que se encuentran en el segundo nivel de esas instalaciones sanitarias donde viven los médicos o las enfermeras.
A punta de lápiz lo lleva Guillermo Escobar Cabriales, secretario de la Comisión Provincial del Plan Turquino: “En estas zonas existen 43 consultorios médicos de la familia distribuidos en Yaguajay, Trinidad, Sancti Spíritus y Fomento.
“En lo que va de año se han rehabilitado alrededor de una decena de estos locales, el mayor número en Fomento, aunque también se ha reparado uno en Trinidad y otro en El Cacahual. Y se les ha hecho de todo: pintura, cambio de carpintería, de mobiliario… Es un privilegio que Salud haya trabajado en la atención a los montañeses en el Plan Turquino de la provincia, donde residen 27 769 pobladores”.
Lo puede atestiguar la licenciada en Enfermería Ilietis Estrada Guerra. A la sombra de aquel consultorio de El Guineo, donde labora desde hace más de una década y ha asistido a todos, no puede disimular el júbilo: “Tenemos una reparación capital con todo nuevo, con una pintura preciosa. Nos sentimos muy contentos tanto los pacientes que vienen como nosotros los trabajadores”.
Y transfigurar aquellos lugares ha implicado levantar andamios por días, cambiar desde las redes eléctricas hasta las sanitarias, sustituir la carpintería, resanar paredes… sin dejar de brindar asistencia médica.
Para el doctor Noel González Medina, especialista en Medicina General Integral y Epidemiología y director municipal de Salud en Fomento, es un lujo que aquellas instalaciones luzcan nuevos rostros.
“Las acciones de reparación y mantenimiento de los consultorios se han llevado a cabo, fundamentalmente, en el Consejo Popular de El Pedrero en el que se han reparado seis de esos locales, aunque también se trabajó en un par de Jíquima.
“Como promedio el monto de los trabajos ha estado por encima de los 60 000 pesos por cada consultorio, pero pretendemos seguir trabajando en los que nos restan para mejorar el confort y que la población se sienta bien atendida cuando llegue a estos lugares de salud que tenemos en la montaña”.
LA GRATITUD SE DA SILVESTRE
Aquel día que Escambray también serpenteó esas lomas, el consultorio de Las Cuabas era más bien un paciente que un lugar de sanación. Andaban colgando de las paredes hombres con brochas en las manos que hasta pintaban las sonrisas de las vecinas paradas abajo para mirar, luego de alcanzarles el buchito de café; ensordecía el ruido de la radial y, de vez en vez, el joven médico auscultaba también a aquel maratón sanador.
A esas horas el doctor Adrián Alejandro Rodríguez Rodríguez, recién graduado y de estreno también en esas lomas, ya había habilitado la consulta en el portal de la casa de al lado, donde tenía desde el buró hasta las historias clínicas.
Y hablaba con la misma emoción de aquel diagnóstico de escarlatina en un niño en el que no erró pese a jamás haber visto un caso, de las peripecias que tiene que hacer para trasladarse desde Chicho Torres, donde vive, hasta Las Cuabas, que de la alegría por saber que cuando este aluvión constructivo pase tendrá una casa para vivir allí mismo en la comunidad.
“Los pacientes están muy agradecidos. Esta es una población muy envejecida, donde existen muchas enfermedades crónicas y, aunque ahora en la tarde cuando me voy se queda la enfermera, una vez que se termine la casa también me quedaré aquí”.
Y es que no hay un montañés que no agradezca por aquellos consultorios que parecen haber vuelto a germinar entre las lomas. Lo dice la madre con aquel niño en brazos en El Pedrero o la vecina que se deslumbra nada más de poner un pie allí antes de que le tomen la presión. La gratitud también se da silvestre por esas lomas.
Es un amor compartido por muchos. Quizás porque los consultorios en aquellos lugares más que el auxilio a toda hora, son una especie de hogar para todos.
“Al médico, la enfermera y la auxiliar la población nos quiere como familia, porque estamos a diario aquí de lunes a domingo —confiesa la seño Ilietis—. Usted en una jarana puede ir y decirle a cualquier paciente: ‘Mira, vamos a cambiar de enfermera’, que estoy segura de que no dejan que me lleven. Yo aquí trabajo feliz, todo el mundo me quiere y yo quiero a todo el mundo”.
Y no hace falta ni indagar. Basta saber que a lomo de caballo suben también hasta la punta de una loma para ver y hasta asear a la paciente que padece esquizofrenia y solo se deja bañar por ella o la doctora o porque ha sido el socorro de muchos sin importar horarios ni días, ni las responsabilidades que implica llevar también un hogar, el esposo y hasta el sacrificio de imponerse a la leucemia que padece el más chico de sus hijos.
El acto de sanar allí, al parecer, se cultiva como la tierra misma. Se sabe al escuchar a Javier Armando: “Desde chiquito me gustó salvar vidas, pues me gustaría que algún día puedan acudir a mí. Yo soy un médico que ordeña vacas, que tranca carneros, que echa comida a puercos, que ara tierra… que hace de todo”.
Y se le ve, después, volver a ensillar la yegua para desandar los mismos trillos de todos los días, cruzar aquellos dos ríos apenas salpicándose y cabalgar entre lomas para llegar a casa. No es el único, la salud suele reptar por parajes intrincadísimos. De vez en vez, y a deshora, entre las montañas también se ven unas batas blancas que serpentean empinadas cuestas, mientras en lontananza se ven erguirse unos consultorios de estreno.
Las infecciones por coronavirus están aumentando en 40 estados y las muertes diarias han aumentado más del 20% desde hace una semana. Florida, donde comienzan y terminan muchos cruceros, reportó casi 14,000 nuevos casos de virus y estableció un récord de un día de 156 muertes reportadas el jueves, superando el récord anterior de 132 muertes reportadas el martes.
El DOHMH estuvo de acuerdo en que las pruebas limitadas llevaron a que muchos casos de COVID-19 no fueran detectados, pero también se debió a criterios de prueba estrictos. Al comienzo de la pandemia, solo a los neoyorquinos con síntomas conocidos de coronavirus en ese momento se les permitió hacerse la prueba y necesitaban el permiso de un médico.