Hay amores que pueden ser compartidos. Una institución espirituana ostenta ese privilegio, al contar con dos trabajadoras entregadas por entero a la pasión de la lectura, que acaban de conquistar con su empeño cotidiano la Distinción por la Cultura Nacional.
“El encanto nace de sus libros”, asegura Fadia Castellanos de la Paz al referirse a la Biblioteca Rubén Martínez Villena, de Sancti Spíritus, su templo.
“Amo esto y le debo tanto, definitivamente lo amo…”, resume y la vida parece escapársele en un suspiro a Lilia Rosa Oliva Prieto, fascinada por la Bibliotecología y por la impresionante edificación de la ciudad espirituana.
Desde hace más de tres décadas ambas suben y bajan las escaleras de la otrora Sociedad El Progreso. Conocen de memoria cada centímetro del laberinto de estantes donde descansan informaciones, mundos propios… Saben que pueden ir con los ojos cerrados y encontrar un autor o un título.
“Es un centro formador, no solo de quienes consumen nuestros servicios, sino que influye en la preparación y evolución de su colectivo. Las bibliotecarias somos educadoras y eso ha complementado mi interés por leer e investigar”, refiere Castellanos de la Paz.
Tenía 17 años la primera vez que sintió la responsabilidad de conservar textos y fomentar el interés por ellos. La biblioteca Gustavo Izquierdo Tardío, la primera institución cultural creada tras enero de 1959, en Trinidad, fue su hogar. Bajo la cobija de América Esther Guerra, su directora de entonces, aprendió de catálogos, clasificaciones; conocimientos que permitieron que su paso por la Escuela Nacional de Técnicos de Bibliotecas, en La Habana, resultara un pleno goce.
“Luego cursé la Licenciatura en Filología, en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas y más tarde, para cerrar el ciclo, me hice máster. Cada una de esas etapas me han permitido ganar en competencias profesionales que hoy entrego a la biblioteca pública”.
Similar camino ha transitado su compañera Lilia Rosa Oliva, quien en la Secundaria Básica se dejó enamorar por aquellas tardes en que el círculo de interés de Bibliotecología, impartido por Marta Picart, era más tentador que salir a darle vueltas al parque.
“Al regresar del curso técnico en la capital del país vine para la Rubén Martínez Villena. Era el año 1982. Marta, mi madre profesional, me recibió y me hizo comprender que la Bibliotecología es una ciencia amplísima. Roté por todas las áreas y ella me inculcó el amor por la investigación para obtener resultados más objetivos y socializarlos a fin de poder mejorar nuestros servicios. Poco después de mi llegada hice la Licenciatura en Educación y más tarde la Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario”.
Estas mujeres esbozan así algunos trazos de más de la mitad de sus vidas. Al oírlas parece que todo ha sido color rosa. Pero también han aparecido piedras en el camino.
“Fuimos por muchos años de los profesionales con más bajo salario. De ahí que el colectivo sufrió varias ausencias porque buscaron horizontes mejor remunerados. Pero aquí quedamos un grupo: Lilia Rosa, Candelaria Soler, Virginia Lamas, Heidy Calero, Laura Tardío… Otras regresaron al mejorar el salario y otras colaboran. Pero hemos logrado construir un colectivo amoroso, preocupadas las unas por las otras. Y si bien hace falta el dinero, en mí resulta esencial lo espiritual para seguir adelante”, asegura Fadia.
Desde que tenía 25 años, a Lilia Rosa le ha tocado conducir procesos. Primero, como subdirectora y, desde hace ocho, como timonel de la Rubén Martínez Villena, una institución que ha sido testigo de cuanto ocurre en la comunidad.
“Digo siempre que estoy muy agradecida de mi formación. No me imagino fuera de la biblioteca pública, sobre todo porque aprendí a amarla, a sus trabajadores y ese entorno que le rodea y que nos hace cómplices de cada uno de sus resultados”.
Vuelve a los días en que, montada en una guagua, hacía suyos los caminos para llevar los libros a muchas personas que, por diversos motivos, no se acercaban a la biblioteca. Disfrutó de cerca los ojos inocentes fascinados por las aventuras y las historietas. La sabiduría de los abuelos lectores la hizo madurar.
“Me gusta mucho estar de forma directa con los usuarios. Nunca olvido a Niuvel, lector asiduo y que vivía de niño en el Reparto Escribano, a donde íbamos en nuestra labor como extensionistas. Siempre le hablaba que para visitar la biblioteca había que ir presentable, porque era una institución que merecía respeto. En una visita, al no encontrarlo, pregunté por él y me dijeron que no había asistido porque tenía los zapatos rotos. Eran los años duros del período especial. A partir de ese día, me prometí no exigir más eso porque para abrazar a la literatura no puede haber ningún tipo de obstáculo”.
También Fadia, mujer de hablar bajito y andar despacio, ha devenido líder entre sus compañeros. En 1997 asumió la responsabilidad de ser la presidenta de la filial espirituana de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, desde el 2011 entre las mejores de su tipo en el país.
“No he podido desprenderme. Hemos representado a la provincia en varios eventos y muchos de nuestros resultados son referentes nacionales. Sellos, reconocimientos y premios obtenidos por nuestros asociados confirman la valía de la Bibliotecología espirituana. Desde nuestra filial hemos contribuido al reconocimiento social que merecen nuestros profesionales”.
Tanta entrega con pasión de Fadia Castellanos de la Paz y Lilia Rosa Oliva Prieto resultó premiada este año con la Distinción por la Cultura Nacional, otorgada por el Ministerio de Cultura a personas o instituciones por sus aportes al patrimonio de nuestra nación. Solo cuatro profesionales de la red de bibliotecas públicas del país lo merecieron.
“Es un reconocimiento inmenso. Tenemos una sola trabajadora, Marta Picart, un símbolo de nuestra cultura, que lo obtuvo hace unos años y sabemos lo que significa. Al final ha sido el resumen de nuestra labor”, alega Fadia.
“No lo imaginé cuando me pidieron que actualizara el currículo. Creía que era por ser cuadro. Fue muy emotivo el conocer la noticia mediante videoconferencia”, sintetiza Lilia Rosa.
¿Se ven lejos de la Biblioteca?, provoco.
“No. Hay mucho por hacer. Quiero, mientras las ganas y la salud me acompañen, seguir en la formación de ese nuevo personal que entra, sobre todo porque para ser un buen bibliotecario se necesita ser un lector constante”, responde sin titubeos Castellanos de la Paz.
“Como directora estaré hasta que lo crean pertinente. Pero especialista en bibliotecas públicas seré siempre”, concluye Oliva Prieto.
No conozco a la otra joven pero si puedo hablar sobre Fadia Castellanos. A pesar de que somos nacidas en la misma zona, no la conocí hasta que fuimos juntas a estudiar a la Universidad Marta Abreu de Santa Clara. Fadia fue la Estrella de nuestro grupo, la estudiante que más preparada iba a los encuentros, la que todos buscábamos para aclarar una duda, la más dulce, la más cariñosa, la más hospitalaria (en el periodo de exámenes su casa era nuestro cuartel y su esposo nos hacía la comida más rica para que no interrumpiéramos el estudio), Fadia es una persona íntegra, de valores extraordinarios, que se entrega con amor a todo lo que hace, Por eso y por mucho, merece este reconocimiento. Enhorabuena querida, te quiero siempre
Estas grandes mujeres, bibliotecarias de excelencia son un orgullo del Sistema de Bibliotecas Públicas de nuestro país,muchas felicidades por ese merecido reconocimiento, que placer conocerlas y ser fiel testigo de su encanto y profesionalidad.
Nada más que felicitar a estas bellas mujeres latinas que nos representan. Soy chilena trabaje en bibliotecas publicas más de 15 años, hoy trabajo en bibliotecas escolares en la zona rural. Amo ir fomentando la lectura, leer cuentos y mirar las caritas de los niños y sus ojitos con tanta expresión, soy una persona agradecida de la vida por haberme dado la oportunidad de trabajar en mi mundo que son los libros..