Ale, un rinoceronte blanco bebé, que nació el 9 de junio en La Habana, se pasea curioso con su madre Katherine por la pradera del Zoológico Nacional de Cuba, cuyos responsables buscan contribuir a la preservación de esta especie amenazada por la caza furtiva en África.
El nacimiento «tiene un valor muy grande sobre todo porque estamos ayudando, Cuba está aportando su grano de arena a la conservación de esta especie que está tan amenazada», dice a la AFP Alexander Arango, técnico especialista en fauna exótica y encargado de los rinocerontes del parque.
Parado frente a una amplia meseta verde poblada de diferentes especies animales, el especialista explica que se está «formando un banco genético que puede en un futuro» permitirles «introducir algunos de estos individuos en parques nacionales de África», donde la especie está muy afectada por la caza furtiva que alimenta el lucrativo negocio de los cuernos de estos mamíferos para mercados de Asia.
Sería una retribución a la región de donde vinieron Katherine y Alexander, los padres de Ale, que fueron parte de una donación de 10 rinocerontes de Namibia, en 2013.
El recién nacido es el segundo ejemplar de este tipo que nace en 18 años en este parque temático, ubicado a las afueras de La Habana. La primera fue su hermana Mel, que llegó al mundo en 2019.
Abierto a las afueras de La Habana, el parque temático ha visto nacer a tres ejemplares de este tipo en 21 años. La última había sido su hermana Mel, que llegó al mundo en 2019.
Las cerca de 150 cebras, una decena de hipopótamos, dos jirafas, entre otros animales que habitan esta pradera del zoológico, conocieron a Ale solo unos días después de su alumbramiento, cuando Katherine subió una loma con él, desde el extremo apartado que eligió para el parto.
El día en que la nueva cría nació, Katherine se fue sola a ese lugar para parir, sin que los técnicos del parque intervinieran. «Quisimos que todo fuera lo más natural posible», señala Arango.
«Roce con los demás animales»
Pero a diferencia de lo que hizo con Mel, a Ale «lo subió mucho más rápido» a la pradera, «estaba mejor preparada», dice el técnico, que cree que solo los visitaron en el lugar del alumbramiento Alexander, padre de Ale, y las hembras de su grupo.
«Cuando Mel nació», se tardó más en sacarla. «Los animales bajaban a conocerla, bajaron los elefantes, que estaban aquí, bajaron las otras hembras a conocer la cría, bajaron los ankoles porque realmente el nacimiento fue a nivel, tanto animal como personal, todos los animales estaban interesados en conocerla», añadió.
Con sus 80 kilos, el pequeño Ale, que nació de 30 a 40 kilos, corretea ahora detrás de su mamá, que lo lleva por toda la pradera para que tenga «roce con los demás animales, para que se adapte a los visitantes y a las guaguas (autobuses)», señala su cuidador.
«Se llama Ale porque su papá se llama Alexander, entonces es su primer hijo varón, entonces se le puso el nombre de Ale», explica el técnico, que se llama igual.
Con ocho rinocerontes blancos y cuatro negros, el Zoológico Nacional de Cuba tiene uno de los mayores grupos en exhibición de estos mamíferos entre zoológicos de Latinoamérica, dice orgulloso Arango.
«La idea era volver a retomar la reproducción, entre otras cosas y refrescar sangre», introduciendo «nuevos genes a la población que ya teníamos» en el parque antes de que llegaran los rinocerontes de Namibia, que en un momento interrumpieron su reproducción.
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