Pasados dos años, la inquietud predominaba. Cuando la pandemia de covid tocó tierra espirituana, mandó al confinamiento no solo a las personas, sino a las actividades “prescindibles”. Visto así, el ejercicio que cada calendario se previó para repasar el abecé de actuación ante un posible incendio, entre un plazo y otro, no se materializó hasta ahora.
El lamentable siniestro del 5 de agosto último en la Base de Supertanqueros de la zona industrial de Matanzas despertó entonces, como una especie de paramnesia, la memoria colectiva en la central generadora de electricidad con combustible fueloil de Sancti Spíritus.
Seis años atrás, por esta fecha, una llamarada de pequeñas proporciones afectó uno de los cinco motores de la central. Pese a que el incendio quedó sofocado llegada la media hora y los daños resultaron mínimos, el temor hacia lo que pudo haber sucedido si el fuego alcanzaba los monumentales tanques de combustible tornó cada minuto en un episodio interminable.
No era para menos. El fueloil es un derivado del petróleo y se encuentra compuesto por más de 20 átomos de carbono, que lo convierten en un hidrocarburo de alta volatilidad. Por lo que cualquier error en el proceder hubiera costado incalculables pérdidas materiales y probablemente humanas, en una de las mayores áreas industriales de Sancti Spíritus.
“Este tipo de accidente no ocurre siempre de la misma manera. Por lo que es bueno indagar en las causas acerca de lo que sucedió en otros lugares. Por este motivo, nosotros convocamos a las ocho brigadas contraincendios que tenemos, una por cada turno de trabajo, para probar los medios y la preparación del personal”, explicó a Escambray Jorge Araújo Rodríguez, director de la Unidad Empresarial de Base de Grupos Electrógenos por combustible Fueloil (EMGEF) Sancti Spíritus.
De igual manera, el directivo precisó que las dos centrales existentes en los municipios de Sancti Spíritus y Trinidad, de esta central provincia de Cuba, poseen todas las certificaciones habilitadas contra incendios. Sin embargo, por experiencia propia recuerda que una falla humana puede gestarse en la vorágine cotidiana y, llegado el momento, los nervios pueden jugar, más que una mala pasada, una experiencia fatídica.
Al mayor Ernesto Triana Caturla, jefe del Comando Provincial de Bomberos, todavía lo estremece la pérdida de cerca de una veintena de compañeros durante la extinción del fuego en Matanzas. Aunque a muchos no los conoció personalmente, esa certeza inevitable del peligro que involucra desafiar la furia de la naturaleza le hizo encarar la realidad y exigir y velar, aún más, por la seguridad intrínseca del objetivo, por la estabilidad de las redes de agua y los sistemas de extinción por espuma, y, por sobre todas las cosas, por el repaso de cada proceder, por la capacitación de la fuerza civil y por la destreza de su tropa. Todo óptimo para minimizar riesgos ante una emergencia.
Cuentan que las llamas devoraron paredes y parte del techo del área de generación de la EMGEF Sancti Spíritus en uno de los últimos días de diciembre del 2016. Se supo también que a las máximas autoridades del territorio entonces no les temblaron las rodillas y corrieron al lugar una vez conocida la noticia. Un tremendo susto; efímero, pero susto al fin que dejó lecciones en el colectivo. Así lo revive Bárbara Zamora Milián, especialista en Seguridad y Protección de la central:
“En ese momento no atinas a pensar. Luego, el sobresalto te trae a la mente a tus seres queridos, a tus compañeros de trabajo que conforman esa segunda familia. Representamos un dardo vulnerable para el enemigo por nuestra condición de unidad generadora de electricidad que tributa al Sistema Electroenergético Nacional. Retomar esta práctica de simulacro parte de la premisa de evitar a toda costa que suceda un siniestro. No obstante, las experiencias vividas permiten concientizar sobre ese otro rol que tenemos, el de proteger la seguridad nacional desde nuestro actuar cotidiano”.
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