Apenas rebasaban los 14 años de edad, pero sus acordes acompañaron aquellos minutos luctuosos durante el sepelio del General de las Tres Guerras, Lino Pérez Muñoz en el año 1908. Los talentosos muchachos integraban una agrupación infantil, convertida tiempo después en la Banda de Conciertos de Trinidad, toda una institución académica para la formación de grandes músicos y con una trayectoria impecable, aunque por momentos azarosa.
Tanto el primer director, Arístides Jiménez Covarrubias, como su sucesor, el destacado trompetista Julio Cueva Díaz, la hicieron brillar en cualquier escenario y recibir los aplausos por el alto nivel de calidad interpretativa que se disfruta más de un siglo después.
A compilar la historia y evolución de la banda, el músico y maestro Pedro Francisco González Duffay dedica tiempo y pasión. “He leído más de 500 periódicos a los que pude acceder en el Archivo, el Museo Romántico y otras instituciones. Encontramos varios documentos, fotografías y partituras de compositores famosos como Catalina Berroa. Uno de nuestros propósitos es incluir algunas de esas piezas en el repertorio de la banda”, comenta y desde las primeras frases se intuye una verdadera fascinación por sus hallazgos.
“Los antecedentes —ilustra— se remiten al año 1844, fecha en la que aparecen en publicaciones locales reseñas de una banda militar española que radicaba en el antiguo Cuartel de Dragones. Tras la intervención norteamericana, crónicas de la época también dieron fe de varias presentaciones en la ciudad de una orquesta con similar formato”.
Con tales evidencias, Fran —como le conocen todos— está convencido no solo de las tempranas raíces de la agrupación, a la cual se integró casi desde la niñez, sino de sus valores como parte del patrimonio musical de Cuba y de la sureña urbe.
Quizá por eso decidió un día recopilar tantos apuntes dispersos y sin proponérselo ser el biógrafo de la banda que animó las retretas dominicales en la glorieta del parque Carlos Manuel de Céspedes y acompañó las honras fúnebres de los veteranos de la Guerra de Independencia, del Ejército Rebelde y de los propios músicos. La misma que todavía encabeza la peregrinación cada 13 de agosto hasta el aeropuerto Alberto Delgado en recuerdo de los sucesos de la llamada Conspiración Trujillista.
Quizá por esas memorias y un sentimiento justo de reclamo, él y todos los integrantes añoran una sede permanente —y con las condiciones adecuadas— para los ensayos, que funcione además como escuela formadora de las nuevas generaciones de músicos y espacio para mostrar verdaderas reliquias. Entre ellas dos trombones pertenecientes a la banda infantil, clarinetes del año 1920 y partituras de renombrados músicos.
BANDA ITINERANTE
Como mismo Fran ha investigado los antecedentes históricos de la Banda de Conciertos de Trinidad, conserva también las notas — que ahora muestra a Escambray— de una suerte de cronología sobre incomprensiones y escasa voluntad para valorar lo que significa en el ámbito local e incluso nacional. “No se reconoce como lo que es, la primera institución cultural de esta ciudad”, sostiene.
“La última etapa ha sido muy inestable, saltando de un local a otro porque siempre se necesita con otros fines. Para colmo estas decisiones se toman sin consultar con la dirección de la banda, lo que genera un clima de inseguridad real y psicológica en todos los integrantes”, agrega.
Este malestar lo suscriben igualmente Luis Valdivia Zerquera y Miguel Román Sánchez Lugones, prestigiosos músicos y directores de la agrupación que contra la insensibilidad y disposiciones absurdas afinan acordes que endulzan el alma. Lo hacen en el antiguo parqueo del bibliobús, en la parte trasera de la biblioteca Gustavo Izquierdo, sin baño, agua, ni electricidad. En esas condiciones ensayan los integrantes de la centenaria orquesta.
“La banda se ha mantenido —aclara Luis— por nuestro empeño y sentido de pertenencia. Trabajamos durante muchos años sin recibir un salario hasta que en 1981 nos evaluamos y la agrupación se profesionalizó. Gracias a eso nuestra banda de conciertos aún está viva. Mucha gente no conoce eso”.
Tanto Luis como Román proceden de una familia de músicos y ellos mismos encarnan el espíritu de la banda. Uno con más años y el otro con menos; ambos con sobrado talento y un profundo sentido ético que el resto de los compañeros admira.
A Román le gustan los desafíos. Comenzó con la tuba, después el bombardino y desde hace varios años se enamoró de la trompeta. “Vieron la posibilidad de que entrara como segundo director y acepté el desafío. Ya tenía experiencia en una agrupación de pequeño formato, pero la banda es completamente diferente por la diversidad de pensamientos, pero hemos logrado acoplar a los jóvenes con los de mayor experiencia”, asegura.
Egresado de la Escuela de Música, Roberto William Montalbán Boggiano se incorporó tras concluir el servicio social. “Nunca he pensado abandonar este proyecto donde me siento realizado profesionalmente. Los temas del repertorio son excelentes y en lo particular prefiero los clásicos”, cuenta el joven saxofonista.
ACADEMIA DE MÚSICA TAMBIEN
En Cuba las bandas siempre han tenido y tendrán una función académica. La de Trinidad reúne a muchos consagrados que una vez fueron educandos, es decir jóvenes con aptitudes para el solfeo o el dominio de algún instrumento, pero que no se insertaron a las escuelas de música.
Yoel Sander Durán Couto es actualmente uno de ellos y le agradece su formación al maestro Fran —quien a su vez fue educando y hoy funge como biógrafo de la banda y también lutier—. “Gracias a todos he desarrollado mi vocación. Ahora solo me queda esperar por ser miembro profesional”, anhela este muchacho que ama la música de concierto.
Doris Portal Puerta canta desde los cinco años. “Cuando niña la vi presentarse en el parque de la ciudad y quedé fascinada. Siempre quise ser parte de la agrupación. Gracias a Fran y al resto de los integrantes mi sueño se hace realidad”.
La joven es clarinetista y en la banda aprendió solfeo. A pesar de su juventud prefiere los géneros tradicionales, pero celebra que en el repertorio se incluyan temas más contemporáneos y así atraer otros públicos. “Es un privilegio pertenecer a ella y solo lamento el hecho de no contar con un local adecuado para los ensayos”, afirma.
Yoel Sander, Doris y el resto de los educandos se encuentran listos para integrar la nómina profesional de la Banda de Conciertos de Trinidad. Ahora el Centro Provincial de la Música tiene la última palabra.
Símbolo de esa constante renovación, Yaimielka Mendoza cumplió su servicio social en la agrupación tras egresar de la Escuela Nacional de Arte y decidió quedarse. “Me gustó la idea, el fagot es un instrumento clásico de orquesta y aquí acoplamos de maravilla. El repertorio se ha renovado, pero necesitamos que el público valore ese trabajo. Hay que ganar en promoción y estar en más escenarios”.
Con 33 músicos y casi todos los instrumentos, la centenaria agrupación merece que se le valore como lo que es, una joya de la cultura local.
Siento qran admiracion