Biden, ¡son niños, coño!

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“¡Urgente! ¡Ayudemos a 8 niños cubanos!”. Ni señal de efectismo destilaba la convocatoria en las redes sociales en mayo último del profesor cubanoamericano Carlos Lazo, coordinador del proyecto solidario Puentes de Amor.

Pero, analizándolo bien, más que ayudar, era salvar a esos pacientes pediátricos, necesitados de trasplante hepático y que no habían sido intervenidos quirúrgicamente por una razón: el bloqueo del gobierno de Estados Unidos le ha impedido a Cuba adquirir el Custodiol, solución química utilizada para sostener la viabilidad del órgano a trasplantar.

Ni imaginen que esa política de persecución se la puso fácil a Puentes de Amor, a la organización Code Pink y otras plataformas solidarias a la hora de comprar el Custodiol. Cuando iniciaron las gestiones y las compañías estadounidenses conocieron que su destino sería Cuba, los amigos solidarios se dieron de narices con la negativa de las farmaceúticas, que pusieron la marcha atrás hasta llegar a los Grandes Lagos.

Luego de tocar tantas puertas, el 22 de mayo el Hospital Pediátrico William Soler recibía el primer donativo del químico; el segundo arribó 20 días después, también por el Aeropuerto Internacional José Martí. Únicamente la persistencia le quitó otra piedra a ese altísimo muro que cerca al país antillano.

Pese a todo ello, en agosto el diario español ABC desplegaba a todo trapo el titular: El “bloqueo” de Estados Unidos a Cuba no existe. No sorprende este encabezado del periódico ibérico, que al saber del fallecimiento del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro lo tildó de “tirano embaucador”.

De seguro, nos iremos de este mundo y ABC jamás publicará la cifra de los daños ocasionados por el bloqueo, ascendente solo en los primeros 14 meses de la administración de Joseph Biden a 6 364 millones de dólares, o sea, más de 15 millones cada día.

Cuba lleva la cuenta a punta de lápiz y, principalmente, todo lo dejado de adquirir por causa de esta política de la Casa Blanca, con énfasis especial en el ámbito sanitario.

Al respecto, abundan los ejemplos en el informe que presentará la isla caribeña a comienzos de noviembre en la Asamblea General de Naciones Unidas. A nuestra nación le resultó imposible acceder a lotes de insulina, fármaco vital para los aquejados de diabetes mellitus, comercializada por la compañía danesa Novo Nordisk, ante la negativa del Danske Bank a aceptar las transferencias bancarias; institución que argumentó no poder recibir fondos procedentes del Banco Financiero Internacional, pues está incluida en la lista negra de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), perteneciente al Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Desvela y más que ello, duele y punza saber que estudios clínicos de afecciones como la psoriasis, la esclerosis múltiple y otras enfermedades neurodegenerativas, no han podido iniciarse por una barrera hasta hoy infranqueable: el bloqueo le ha cerrado todos los caminos a Cuba para hacerse de los medicamentos imprescindibles, considerados estándares terapéuticos en el planeta.

Pocas veces esa maquinaria de leyes restrictivas lució tan aceitada como durante la pandemia de la covid, cuando Washington no aflojó ni una polea ni una tuerca de esa política, que torpedeó la compra de cilindros, piezas de repuesto y otros componentes necesarios para el suministro de oxígeno medicinal.

El impacto de dichas carencias y lo vivido por nuestras familias lo recordamos ahora, ante todo, por apego a la verdad y deber periodístico. La imagen de dos pacientes conectados a un mismo balón, como si estuvieran aferrados a una misma balsa en medio de un mar turbulento, da vértigo y nos quita aire todavía hoy.  

A nivel institucional, dos entidades experimentaron los embates del cerco económico, comercial y financiero de Estados Unidos: el Instituto Finlay de Vacunas (IFV) y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).

Para el IFV, productor de Soberana 02 y Soberana Plus, el bloqueo entorpeció 20 operaciones, relacionadas con la adquisición de insumos, reactivos y equipos de fabricantes estadounidenses. No menos tortuoso se volvió la obtención de la vacuna Abdala por el CIGB, que registró afectaciones por similares motivos superiores a los 190 millones de dólares.

Que los científicos, especialistas y técnicos de ambas instituciones hayan logrado los inmunógenos contra el SARS-CoV-2 en medio de estas prohibiciones al por mayor, recuerda el proverbio nigeriano: el hombre paciente sigue cociendo una piedra hasta que bebe su caldo.

En nuestro caso, más que paciencia, se necesitan resistencia y amigos solidarios como Carlos Lazo, líder de Puentes de Amor, quien, al ponerse al corriente de las dilaciones de posibles trasplantes de hígado en pacientes en edad pediátrica, debido al bloqueo, no vaciló en buscar fondos para adquirir el Custodiol en los propios Estados Unidos y publicó un post en Facebook, que conmovió las almas buenas: “¡Urgente! ¡Ayudemos a 8 niños cubanos! ¡Son niños, coño!”.