Noventa años han transcurrido desde aquel 6 de febrero cuando por azares de la vida vino al mundo en la morada más que modesta de dos emigrados españoles, en el barrio habanero de Lawton, el niño Camilo Cienfuegos Gorriarán, signado por el destino para llegar a ser uno de los hombres más queridos y con mayor influjo en la historia de Cuba.
El alborozo por el alumbramiento que cada nuevo ser produce en un hogar bien constituido no lo fue tanto por el hecho de que Ramón Cienfuegos Flores, de Pravia, Asturias, y Emilia Gorriarán Zavalla, de Urdiales, Cantabria, ya tenían dos hijos varones: Humberto y Osmani, y estaban esperando una hembrita.
De ese día queda la anécdota de que, cuando al amanecer la comadrona se asoma a la puerta de la habitación con la criatura en brazos y le grita a Ramón: “¡Otro macho!”, este exclamó: “¡Qué pena!, Emilia quería una hembra”. Entonces hizo una pausa y con una franca sonrisa agregó: “Bueno, de tres, tres… Por lo visto los Cienfuegos no se rajan, como decía mi padre, y por eso llevará su nombre: ¡Camilo!”.
Nadie se lamentó en la humilde casa de Pocitos No. 71 y la vida siguió su curso sin que nadie vislumbrara entonces la trascendencia futura de aquel niño. Eso sí, para una familia pobre como aquella, una nueva boca obligaba a llevar los gastos a punta de lápiz y Ramón, empleado de una sastrería con trabajo intermitente, tuvo que hacer malabares para sostenerla.
Durante algún tiempo el núcleo familiar escapó como pudo, pero la situación económica se agudizó y, apenas el pequeño Camilo inició estudios en la Escuela Pública No. 96 San Francisco de Paula, empezó el peregrinar de los Cienfuegos Gorriarán en busca de casas de alquiler más bajo, lo que los llevó a cambiar varias veces de morada para al final regresar a Lawton, donde el niño finalizó sus estudios primarios en la Pública No. 105 Félix E. Alpízar.
No resulta obvio decir que fue una de las etapas más duras en la historia de Cuba, pues Camilo nace en el último año del régimen de Gerardo Machado, cuando el mundo enfrentaba una dura crisis capitalista que exacerbó en la isla las convulsiones sociales, proceso que culmina con la Revolución del 33 que derribó al tirano y que al cabo quedaría frustrada.
UN NIÑO DE ANJÁ
De Camilo dicen sus biógrafos que era un muchacho amante de los deportes, sobre todo del béisbol, apasionado lector, amigo de hacer maldades, amable y risueño, pero muy respetuoso y serio ante sus tareas, solidario y humano. Ya hecho un joven devino bailador de primera a quien le encantaba la ciudad de La Habana y entre los lugares que más le cautivaban estaban la Acera del Louvre y San Francisco de Paula.
Quizá la primera travesura de aquel niño inquieto y rubio fue la alerta que dio una vecina a Emilia ya viviendo ellos en la Habana Vieja cuando le advirtió acerca de que gitanos se estaban robando a los niños bonitos, que tuviera cuidado.
Ocurrió que una noche Camilo no apareció a la hora de acostarse y sus padres examinaron toda la casa, preocupados, y mientras Ramón se vestía para salir a la calle a buscarlo, Emilia fue a una puertecita en un rincón de la vivienda, la abrió, y allí estaba el muy ladino agachado, calladito, muerto de risa. Era quizá, la primera broma de alguien que tuvo siempre un excelente sentido del humor.
Un humor ajeno a las penurias económicas como las que atravesó la familia en 1937 y que la hizo mudarse para una casa prácticamente en ruinas, pero de mínimo alquiler situada en San Francisco de Paula, frente a la familia Rabaza, con la que surge una profunda amistad. Con cinco años cumplidos, Camilo empieza a asistir al kindergarten, donde continuó vivaz y bromista. De esta etapa, recordaba su padre: “Camilo fue un niño alegre, jaranero, sociable. No creo que existiera en el barrio un muchacho que no fuera amigo de él. Pero cuando te digo esto, también quiero que sepas que, cuando el momento lo requería, era muy serio”.
De esos días evocaba su amigo de la infancia José Antonio Tato Rabaza que Camilo fue distinto a sus hermanos: “Sin dudas, Camilo tuvo un carácter más travieso que los otros; y no solamente más travieso, sino más rebelde. De pequeño, el que más se fajaba era Camilo. No obstante, solo acudía a los puños cuando él o alguno de sus íntimos eran objeto de grave ofensa o ultraje”.
ATISBOS DE FUTURO
De acuerdo con su padre, mientras Camilo cursaba estudios en la Escuela Pública 105 Félix Ernesto Alpízar, de la calle Dolores, en Lawton, se aficionó a la Historia, que pronto pasó a ser su asignatura preferida; se interesaba especialmente por conocer la vida de Martí, Maceo, Máximo Gómez y otros grandes patriotas, cuyos ejemplos calaron profundamente en él.
Es la etapa, reflejada en una foto, donde el muchacho aparece con un Winchester de juguete en posición de tendido apuntando hacia un supuesto objetivo. Rosario Rabaza, Charo, recordaba siempre a Camilo tirando con una escopetica de pellets con su hermano Tato, a ver cuál de los dos rompía más botellas o pomos, y también haciendo ejercicios o levantando pesas. Desde muy pequeño —evocó— le gustaba montar bicicleta y con el tiempo se aficionó a la natación, la pesca y las grandes caminatas por el campo.
Estas aficiones están en consonancia con su futuro guerrillero, pues con todo ello Camilo ganó en resistencia y flexibilidad, lo que, unido a su temperamento, lo hizo dinámico y arriesgado, aunque su constitución física no era fornida. Delgado y tenso como alambre acerado, se iban dando en él las condiciones para el combatiente formidable que luego llegaría a ser.
Quienes lo conocieron más íntimamente coinciden en que la atracción por las muchachas era innata en Camilo. Su hermano Humberto expresó haberle conocido varias noviecitas, “pero la que siempre le gustó fue Paquita Rabaza, la hermana de Tato; por eso casi siempre estaba en la casa de ellos, en San Francisco de Paula”.
SENTIMIENTO INTERNACIONALISTA
Las señales de la excepcionalidad del carácter e inclinaciones de Camilo se venían manifestando desde antes, pero la Guerra Civil Española que tanto influyó en los cubanos, pondría de manifiesto otra faceta suya, máxime cuando sus padres, Emilia y Ramón, provenían de familias pobres de la Península Ibérica.
Su padre recordaba que durante aquel conflicto (1936-1939), Camilo, contando solo con seis o siete años de edad, los acompañaba a él y a Emilia para hacer colectas de dinero que luego enviaban a su patria de origen y que, por las noches, en casa de los Rabaza, el niño ayudaba en las costuras de prendas de ropa destinadas a la Barcelona asediada por los fascistas.
Por si fuera poco, el niño decidió guardar los centavos que le daban para la merienda y cuando tenía algo ahorrado se los entregaba a sus padres, quienes contribuían económicamente con el Hogar de Niños Españoles, el cual acogía a 75 huérfanos de guerra.
Era la de Camilo una vocación innata de servir al prójimo sin importar dónde estuviese ni cuál era su origen, sentimiento que está en la raíz de una conocida frase suya: “Esos que luchan, no importa dónde, son nuestros hermanos”. Su maestro Rodolfo Fernández contó que, como era habitual en todas las escuelas, cada 20 de mayo era obligatorio realizar una fiesta cívica en cada plantel. En el acto organizado en la suya, varios alumnos declamaron poesías, entre ellos Camilo, quien recitó su poema preferido: Mi Bandera, de Bonifacio Byrne.
Luego aquel educador se emocionaba profundadamente cuando recordaba que, precisamente, con esos emotivos versos, aquel pequeño, delgado, vivaz y enérgico niño ya hecho comandante legendario, potenciaría su postrer discurso que llenó de emoción incontenible a cientos de miles de cubanos el 26 de octubre de 1959 desde un balcón del antiguo Palacio Presidencial, cuando arengó al pueblo en defensa de la patria amenazada, a 48 escasas horas de su desaparición física.
Para mí la figura de Camilo, es más que un personaje de leyenda. Esta persona joven, jovial, jaranero, atractivo y vivaz, fue de lo mejor de la sociedad de los años 50…
despacho de camilo foto Perfecto Romero
Siempre me fascinó la historia de Camilo, sus virtudes y valores….recuerdo que me leí «Camilo, señor de la vanguardia» en un fin semana, no me despegaba de su lectura e historia….libro que me » tomé prestado» de una biblioteca de mi escuela; por supuesto que luego devolví….EPD. señor Camilo……