Los científicos no están seguros de que la tecnología actual pudiera aguantar tormentas solares extremas, como el Evento Carrington, que azotó la Tierra en 1859.
Richard Carrington detectó un evento inusual en el Sol. Era 1859, y esa eyección de luz blanca sobre la superficie del astro le pareció, a lo menos, inquietante. Sin saberlo, había detectado una de las tormentas geomagnéticas más poderosas que han azotado a nuestro planeta en la historia contemporánea.
Registros de la época documentaron, según Live Science, cómo fue que incluso en el Ecuador se vieron auroras boreales —que generalmente sólo se aprecian en las latitudes más australes o septentrionales de la Tierra. Esta tormenta solar fue tan poderosa, calculan científicos actuales, que hubiera generado estragos significativos en las tecnologías de comunicación que tenemos hoy en día.
¿Cómo fue la tormenta solar de 1859?
Se sabe que el evento Carrington azotó a nuestro planeta hacia el 28 de agosto de 1859. El impacto fue tan potente, que países en los que típicamente no se ven luces nórdicas pudieron apreciar un vistoso espectáculo nocturno. El pico de intensidad de la llamarada solar sucedió entre los días 1 y 2 de septiembre de ese año, causando fallos totales en el telégrafo del continente europeo y América del Norte.
Medios locales documentaron el proceso en Maine y Florida como «una intensa cortina de luz» que se apoderó del cielo nocturno. No eran otra cosa que las partículas del Sol interactuando con la atmósfera en estas latitudes, en las que normalmente no se aprecian estos fenómenos. Otros registros históricos sugieren que incluso se desplegó hasta Cuba, alcanzando el norte de la actual Colombia.
«La explosión probablemente escupió una eyección de masa coronal que arrasó nuestro planeta con ráfagas de alta velocidad de nubes de plasma sobrecalentado«, explica Live Science. Por eso, las redes de comunicación del siglo XIX colapsaron. Aunque parece que la tecnología de aquel entonces era endeble frente a estos embistes, los satélites y redes de comunicación actuales también podrían correr un destino similar.
¿Qué consecuencias podría tener sobre la tecnología y las comunicaciones terrestres?
Las tormentas geomagnéticas son eyecciones poderosas de energía, que vienen de algunas regiones inestables del Sol, el astro principal del Sistema Solar. A estas zonas, que se ven como puntos negros sobre la superficie de la estrella, se les conoce como ‘manchas solares’. Algunas de ellas son tan grandes, que podrían devorar planetas enteros.
De acuerdo con la plataforma Space Place de la NASA, las manchas solares se ven más oscuras porque son mucho más frías que otros espacios en la superficie del astro. Es de estos espacios de donde emanan las explosiones solares que, a su vez, producen tormentas geomagnéticas. En promedio, se generan cada 11 años.
Con respecto a qué efectos podrían tener sobre la vida en la Tierra, es cierto que podrían ocasionar algunos inconvenientes. Especialmente, en términos de exploración espacial y comunicaciones:
«Las llamaradas solares son poderosas explosiones de energía, [que] pueden afectar las comunicaciones por radio, redes de energía eléctrica, las señales de navegación y presentar riesgos para las aves espaciales y los astronautas», documenta la agencia espacial.
De hecho, en febrero de 2022, una tormenta geomagnética poderosa impactó a una flotilla de Starlink, la empresa de exploración de Elon Musk. El golpe fue tan fulminante, que terminó con el 80 % de los satélites que el magnate sudafricano envió al espacio exterior. Los dejó completamente inservibles. Así de insignificantes son los avances tecnológicos de la humanidad frente a la potencia del Sol.
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