(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;
Moncadistas presentes;
Amigas y amigos del movimiento de solidaridad con Cuba que nos acompañan;
Querido, combativo y revolucionario pueblo cienfueguero (Aplausos);
Compatriotas:
¡Ya estamos en 26! Volvemos a Cienfuegos y volvemos a un acto presencial después de dos años sin celebraciones de este tipo.
Esta posibilidad es fruto de una proeza: el control de la pandemia, bajo las condiciones de una guerra económica de seis décadas, con esfuerzos y recursos propios.
Y es también una oportunidad: le permite a la dirección del Partido y el Gobierno reconocer y destacar los resultados de un territorio.
La tradicional belleza de la Perla del Sur, que se ha multiplicado en las obras en saludo al 26 de Julio, nos muestra cuánto pueden impactar en nuestros territorios y en nuestras eternas celebraciones las que son asociadas a un día histórico. Eso le añade otro valor fundamental.
El año próximo se cumplirán 70 de aquellos asaltos que cambiaron la historia de Cuba. Los protagonistas vivos salen de los libros para explicarles a los estudiantes las razones que los llevaron a sacrificar sus jóvenes vidas en el altar de la Patria, sin más certeza que la fe en sus ideales.
Ahora están aquí y nos honra enormemente conocer el testimonio de sus vidas revolucionarias, en las que compartieron combates y desvelos con Fidel, Raúl, Ramiro, Almeida, Abel, Haydeé y Melba, no solo durante aquella acción, sino en las siete décadas posteriores. Sus valiosas memorias son parte de nuestro modo de entender y amar a la Revolución con la profunda convicción de que somos parte de ella.
Pero esa experiencia nos plantea también un desafío en la formación de las nuevas generaciones, las que por razones biológicas no tendrán ya la posibilidad de conocer de cerca a los héroes de un capítulo fundamental de la historia nacional. Tan fundamental, que no es posible explicar el socialismo cubano sin las razones que llevaron a Fidel y a la Generación del Centenario a asaltar cuarteles con sencillos fusiles y un arsenal de ideas.
La lógica imperial, de la que hemos hablado en estos días, apuesta a la amnesia y a la parálisis social. Pretenden que, bajo la presión de las necesidades materiales generadas por su infame bloqueo de 63 años, claudique el espíritu de resistencia del pueblo y hasta la última generación olvide por qué se hizo una Revolución socialista de los humildes, con los humildes y para los humildes a 90 millas del sueño americano.
También apuesta a la enajenación, a que la historia sea solo un pasado de sacrificios de los que deben escapar las nuevas generaciones si quieren tener un lugar en la “feria de las vanidades”, en la ilusión forjada por la industria del entretenimiento universal, según la cual una clase media bonita y satisfecha disfruta de las bondades de la modernidad, territorio exclusivo para triunfadores que serán servidos por los excluidos del sistema.
En ese mundo de olvidos, La historia me absolverá dejaría de interesar a los jóvenes, porque es de otro tiempo y se hizo para curar otros males.
En el supuesto negado de que eso ocurriera, como dicen los hermanos venezolanos, difícilmente los cubanos del futuro llegarían a saber que cuando las empresas norteamericanas eran prácticamente dueñas de Cuba, sus grandes aliados eran el ejército, la policía, el desalojo, el plan de machete, la tortura y la muerte.
Ignorarían que las grandes mayorías no tenían propiedad sobre la tierra que trabajaban, ni sobre las casas donde vivían. Que, en general, los pobres y los negros y mestizos solo podían entrar por la puerta trasera de los negocios y las mansiones. Que las mujeres estaban en total desventaja social frente a los hombres. Que la imagen más recurrente en los paisajes urbanos era la de los niños de la calle: limpiabotas, vendedores de diarios, mensajeros de cualquier negocio, desamparados, enfermos y hambrientos. Y lo más común en los paisajes rurales era una infancia con los vientres inflamados de parásitos.
No bastarían todos los actos que nos faltan por celebrar, y les garantizo que celebraremos, para exponer las razones por las que aquellos jóvenes, que hoy son los venerables abuelos o bisabuelos de los nuevos, renunciaron a sus sueños personales y vendieron lo poco que tenían para irse a un combate incierto.
Los medios que nos adversan seguramente dirán mañana que el Presidente cubano cargó contra el capitalismo con “retórica del pasado”.
La verdad es justamente lo contrario. Nos interesa impedir que el pasado vuelva. ¡El futuro no puede ser el pasado! Porque la Cuba del día después, esa que sueñan mandarnos con las cañoneras yanquis y sobre cubierta los infames congresistas que allá votan a favor de todas las leyes contra su propio país de origen, esa Cuba, sería el retorno al día después del asalto al Moncada: un baño de sangre, una revancha del odio y la reinstauración de todo aquello que los asaltantes pretendían cambiar y que solo la Revolución transformó para siempre.
Aunque en medio de un lamentable y largo apagón mezclado con el sofocante verano de estos días algunos pueden sentir que nada es peor que la racha de eventos negativos que venimos sufriendo y buscan alivio maldiciendo, en el fondo de sus almas todos comprenden que, ineficiencias aparte, el bloqueo está en la raíz, en el tronco, en las ramas y en los frutos de nuestras dificultades económicas.
Y, si bien no lo reconocerá públicamente, hasta un anexionista conoce que los problemas cubanos no van a resolverlos quienes los han creado y los mantienen con absoluto desprecio por la condena mundial a ese escandaloso abuso que dura ya más de medio siglo.
¡Cuba no está sola! ¡No lo ha estado nunca! Cuba representa no solo la alternativa al orden injusto y excluyente que impera en el mundo. Somos también la posibilidad que tiene ese mundo de probar que hay espacio para todas las ideas y sistemas políticos; para que la democracia, tan proclamada como violada, sea reconocida en toda su diversidad.
El socialismo no puede seguir siendo difamado en nombre de la libertad, mientras se le cierran todas las puertas para el comercio, las finanzas, los negocios a los países que lo intentamos.
El bloqueo económico, financiero y comercial, la rabiosa persecución en que se ha convertido esa política de un imperio poderoso contra una pequeña nación es, ahora mismo, la mejor prueba de que sí funciona el socialismo, porque aun bajo el fuego que significa estar bloqueados hemos levantado una obra de justicia social que nos coloca al nivel de los países más avanzados en indicadores claves del desarrollo humano como la mortalidad infantil, la esperanza de vida al nacer, el acceso a la salud, la educación, la cultura o el deporte y los niveles de seguridad y protección ciudadanas.
En medio de las profundas y sostenidas escaseces de tantos años, bajo las asfixiantes presiones de una economía de guerra –porque eso es una economía bajo bloqueo–, no hemos renunciado jamás a la aspiración socialista de beneficiar a todos, ofreciéndoles múltiples posibilidades de realización humana.
Creemos sobre todo en la felicidad como resultado de la realización personal y colectiva, a partir de las posibilidades reales de cada individuo de acceder al conocimiento y participar activamente en la sociedad en la que vive.
Algo hemos logrado en ese empeño. Se advierte en las señales que distinguen al emigrante cubano de las decenas de miles de sus iguales del resto del mundo. La mayoría de los nuestros tienen estudios por los cuales sus familiares no tuvieron que pagar, incluso estudios especializados, de altísimo nivel que en otros países endeudan al graduado para toda la vida.
En general los distingue el conocimiento y la calidad de su formación profesional, tanto como el diferente trato que reciben por razones políticas. Aunque prácticamente nadie hable ya de la Ley de Ajuste Cubano, ese tratamiento diferenciado a nuestros nacionales para que alimenten el discurso antisocialista declarando una persecución inexistente, es parte del objetivo central de la guerra contra la Revolución Cubana: aplastar la alternativa, demonizar el socialismo, evitar que otros pueblos se inspiren en esta experiencia.
No hay otra explicación para el sostenimiento del bloqueo contra Cuba, tan incompatible con los discursos de libertad, democracia y derechos humanos que tanto les gusta dictar a los políticos norteamericanos. Toda la retórica contra el socialismo cubano choca y se niega a sí misma frente a esa innegable verdad.
Nuestra conclusión es que el bloqueo se mantiene porque sin él este país sería un modelo de sociedad humana demasiado subversivo para el orden mundial. Y quienes opinen lo contrario desde la “acera de enfrente”, desde los que imponen y sostienen el bloqueo contra toda lógica civilizada y humanista, ¡que lo levanten total e incondicionalmente ya! ¡Quítennos el pretexto! (Aplausos.)
Si nos quitan ese pretexto, entonces el mundo los va a respetar a ustedes y juzgará a Cuba.
Compatriotas:
En el tiempo transcurrido desde la última celebración del 26 de Julio, aprobamos una nueva Constitución y normas jurídicas que colocan al país a la vanguardia en la garantía de los derechos para todos, como acaba de verificarse en las más recientes sesiones de la Asamblea Nacional, al aprobar el monumental Código de las Familias. Los convoco a respaldarlo en el referendo de septiembre.
Los debates sobre esos sensibles temas han despertado conciencias y han profundizado el conocimiento sobre la diversa y plural sociedad cubana, que no ha dejado de sacudirse lastres, prejuicios y frenos desde que triunfó la Revolución.
En ese mismo periodo, la sociedad norteamericana retrocedió casi un siglo en cuanto a derechos de la mujer, al negar la existencia del derecho constitucional al aborto. Además, concitó la solidaridad mundial frente a la epidemia de tiroteos y masacres en las escuelas y lugares públicos.
Pocas veces fue tan claro el contraste que dibujó Martí al describir a las dos mitades del continente, las dos Américas que crecían en sentido inverso: la “que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más … [y la] que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos”.
Cuando evaluamos las duras circunstancias por las que hemos transitado en el último año, desde los complejos días de julio de 2021, es justo destacar la solidaridad internacional entre las fuerzas con las que ha contado nuestro país como apoyo a su impresionante resistencia.
En julio del año pasado, a fuerza de grandes presiones, Estados Unidos logró el pronunciamiento de un puñado de países, aparentemente preocupados por lo que acontecía en Cuba, mientras ignoraban o cerraban los ojos ante las duras condiciones a las que se sometía a millones de personas bajo el impacto de la COVID-19.
Todavía emociona recordar las formidables expresiones de respaldo de gobiernos, parlamentarios, organizaciones políticas, grupos de amistad, artistas, intelectuales, líderes y agrupaciones religiosas, movimientos sindicales y sociales, además de individuos de todas partes del mundo que simpatizan con las causas justas y se oponen al abuso. Entre ellos destacan las numerosas expresiones de solidaridad y empatía de las personas de origen cubano residentes en muchos países, incluyendo los Estados Unidos.
Frente a las evidentes carencias materiales padecidas en los momentos más críticos de la pandemia, Cuba recibió respaldo solidario de varios gobiernos de países amigos, así como de grupos e individuos. Esa ayuda no se ha limitado a recursos materiales importantes de apoyo al esfuerzo del Sistema de Salud Pública para enfrentar la pandemia, sino que ha incluido alimentos y otros insumos sensibles para el consumo de la población.
Por citar solo los más significativos, nos llegaron valiosos cargamentos para beneficio directo de nuestro pueblo desde Venezuela, Bolivia, México, Vietnam, Nicaragua, China, Rusia, Italia, Japón, San Vicente y las Granadinas y República Dominicana, entre otros.
Unas 170 empresas y empresarios de 29 países, y 171 asociaciones de amistad, solidaridad y de cubanos residentes en el extranjero, de 43 países, nos prestaron ayuda.
Desde Estados Unidos incluso, hemos contado, durante el último año en particular, con reiteradas manifestaciones de amistad y compromiso por parte de organizaciones como Pastores por la Paz, la Brigada Venceremos, Code Pink, Puentes de Amor, Answer Coalition, The People´s Forum, Centro Médico Wyckoff, Alianza Martiana, por solo mencionar algunas (Aplausos). También el apoyo de la brigada puertorriqueña Juan Rius Rivera y los jóvenes del Partido por el Socialismo y Liberación de los Estados Unidos, aquí presentes (Aplausos).
Estas se unen a muchas otras expresiones de organizaciones en Latinoamérica y el Caribe, Europa, África, Asia y el Medio Oriente, con una larga trayectoria y tradición de respaldo a la Revolución Cubana y de oposición a la agresión estadounidense.
Recibimos, simultáneamente, vigorosas expresiones políticas de apoyo y solidaridad.
En primer lugar, destaco las hermosas palabras sobre Cuba, pronunciadas por el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, al conmemorar el 238 aniversario del natalicio del Libertador Simón Bolívar.
Ese sentido mensaje del entrañable pueblo de México al pueblo cubano, en reconocimiento a nuestra digna resistencia frente al criminal bloqueo de los Estados Unidos, ha sido reiterado más de una vez en Las Mañaneras de AMLO con la estremecedora fuerza de la coherencia y la verdad.
La publicación en una página entera del influyente periódico The New York Times de un reclamo poderoso a que se permita a Cuba vivir, y la posterior proyección de ese reclamo en una fachada de la céntrica plaza Union Square, de la ciudad de Nueva York, constituyeron poderosas expresiones de solidaridad en los momentos en que transitábamos por las etapas más difíciles de la pandemia, los efectos del recrudecimiento de la hostilidad imperialista y de la feroz campaña de calumnias y descrédito contra Cuba.
Esas son apenas las expresiones más visibles de una solidaridad activa e invariable, que no ha podido opacarse ni destruirse con las campañas de boicot y mentiras contra la Revolución. Un ejercicio histórico del afecto entre las naciones, que no figura en las leyes pero se ha inscrito con tinta indeleble en el ADN del cubano.
La solidaridad y el internacionalismo guían la política exterior de Cuba desde el triunfo revolucionario de 1959. A lo largo de los años hemos sabido compartir y abrazar las causas justas de otros pueblos, casi siempre sobre la base del sacrificio compartido.
Desde muy temprano hemos considerado que tenemos una deuda de gratitud con la solidaridad internacional. Por eso, se equivocará siempre el que considere posible aislar a Cuba. Disfrutamos de relaciones amplias y activas con prácticamente toda la comunidad internacional. Cada año los Estados miembros de las Naciones Unidas votan de manera casi unánime en rechazo al bloqueo económico de los Estados Unidos, y nuestro país cuenta con reconocimiento, prestigio y autoridad por su aporte a la cooperación internacional y su activa y constructiva participación en los foros internacionales.
Compatriotas:
En las recién concluidas sesiones de la Asamblea Nacional se anunciaron medidas que buscan movilizar, en el menor tiempo posible, abastecimientos y recursos financieros de los que hoy carecemos. En las próximas semanas se informarán los detalles de su implementación. Si queremos tener resultados positivos en menos tiempo, es imprescindible actuar con responsabilidad, con seriedad y con disciplina.
Muchos amigos y admiradores de nuestro proceso nos preguntan continuamente qué es la Revolución hoy. No en el concepto, que ya Fidel nos dio, sino en el modo en que se verifica en la práctica.
Les corresponderá esa respuesta a los científicos sociales, a los estudiosos de los procesos revolucionarios, quienes sabrán distinguir mejor que nosotros lo que hacemos. Sin embargo, tengo muy claros algunos términos: democracia y participación popular, humanismo, voluntad de transformación, creatividad, innovación, compromiso, ideales y pasión revolucionaria (Aplausos).
Podemos agregar otras experiencias que nos aporta desarrollar la dirección del país en contacto directo con el pueblo. Bajo la presión, las necesidades —que han crecido y se han profundizado en toda Cuba con el azote del bloqueo reforzado, la pandemia y el impacto de todas las crisis que sufre el planeta— despiertan en algunos egoísmos, ambiciones y actitudes tan nocivas como la corrupción, que minan hasta los mayores esfuerzos del Estado por amortiguar las desigualdades y atender las vulnerabilidades.
Los años del dañino igualitarismo pasaron, pero la justicia social sigue siendo nuestra guía. En ella se sostiene el equilibrio de una sociedad como la nuestra, no podemos dejarla en el discurso.
Es un hecho que allí donde los gobiernos locales descuidan el control imprescindible y subestiman la capacidad de los líderes naturales y las organizaciones barriales, la delincuencia debilita la obra social.
Lo sabemos. Lo denuncia el pueblo. La corrupción es un cáncer que todo lo corroe, que irrita, que desmoviliza, y que va contra el ideal socialista. No dejaremos que nos invada, la combatimos y seguiremos haciéndolo sin tregua.
Compañeras y compañeros:
Considerando las dramáticas condiciones en que se mueve todo el planeta hoy, asediado por las múltiples crisis que generan el cambio climático, guerras, pandemia, corrupción, crimen organizado y otros males, tenemos algunas ventajas para enfrentarlo: la experiencia acumulada en el grado de resistencia creativa —como me gusta llamarle—, objetivos y prioridades claros y la unidad, la cara y preciosa unidad conquistada a lo largo de años de lucha, después de muchos reveses y como premio tras sucesivas victorias del ideario martiano y fidelista de la Revolución.
Al comenzar nuestro acto esta mañana escuchamos palabras de Fidel en una de las primeras celebraciones del 26 de Julio en los años sesenta del siglo pasado.
Me gustaría reiterarlas ahora como expresión de los enlaces de la historia que explican el enigma de una Revolución victoriosa:
“Si nosotros nos hubiéramos dado por vencidos después del Moncada, o si nosotros nos hubiéramos dado por vencidos después del Granma, o cuando nos quedamos con muy pocos hombres, que nos volvimos a reunir siete hombres con fusiles, si hubiéramos aceptado la idea de la derrota, habríamos estado derrotados. No fuimos derrotados sencillamente porque jamás adoptamos la idea de la derrota.
“Y esa debe ser siempre nuestra actitud, y esa debe ser la gran enseñanza de nuestra historia (…)
«El asalto al Moncada puede decirse que constituía el primer asalto a una de las tantas fortalezas que habrían de ser tomadas después. Quedaban muchos Moncada por tomar. Quedaban, entre otras cosas, el Moncada del analfabetismo, y nuestro pueblo tampoco vaciló en atacar aquella fortaleza, la atacó y la tomó; el Moncada de la ignorancia; el Moncada de la inexperiencia; el Moncada del subdesarrollo; el Moncada de la falta de técnicos, de la falta de recursos en todos los órdenes. Y nuestro pueblo no ha vacilado en emprender también el asalto de esas fortalezas…” Fin de la cita, que viene muy bien a los momentos actuales.
A nuestra generación le corresponde asaltar las fortalezas de la ineficiencia económica, la burocracia, la insensibilidad, el odio. Sobre sus restos construiremos la prosperidad posible. Sin dejar de exigir ¡Abajo el bloqueo! (Exclamaciones de:
¡Abajo!)
¡Vamos a hacer un país mejor nosotros mismos! (Exclamaciones de: ¡Vamos!)
¡La historia nos da fuerzas, nos inspira, nos impulsa y nos alienta! ¡Si ellos pudieron, nosotros podremos!
¡Gloria eterna a los héroes y mártires del 26 de Julio! (Exclamaciones de: ¡Gloria!)
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Exclamaciones de: ¡Viva Raúl!, ¡Viva Fidel!)
(Ovación.)
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