Tenía 23 años cuando decidió cortarle los pasos a la inexperiencia. Era joven y necesitaba encauzar su camino. Fue entonces cuando la propuesta de insertarse a la Empresa Eléctrica de Yaguajay le vino como anillo al dedo. No perdió tiempo. Se ajustó los cinturones y, a pesar de nunca antes haber rozado un cable eléctrico, se entregó en cuerpo y alma a un oficio que, como tantos otros, demanda responsabilidad y sabiduría.
Con las huellas de la inocencia tatuada en el rostro, Eduardo Izquierdo Rojas cogió su uniforme azul, botas, casco, guantes…, y comenzó a andar. Nadie podía negar que tenía sangre joven. Mientras esperaba por las capacitaciones que lo habilitarían como liniero, se nutrió de las buenas prácticas de quienes ya tenían la piel tostada por el sol.
“Nos auxiliamos mucho de las personas con una vasta experiencia en esta faena y, poco a poco, aprendimos a abrir huecos, a manipular las líneas, y hasta subimos algunos postes. Esto nos aportó destreza. Tanto es así que cuando llegó el curso para acreditarnos ya teníamos una noción de lo que iba a ser este tipo de trabajo.
“Sin embargo, a través de la superación que recibimos en la Escuela de Capacitación de Linieros de Sancti Spíritus, adquirimos todas las herramientas necesarias para el trabajo. Aprendimos la técnica para subir los postes, a cambiar aisladores y a tensar líneas. Después salimos a trabajar”, cuenta este yaguajayense con el desenfado propio de quien ama lo que hace.
Pero Eduardo no es de los que se conforman con lo que saben. Y mucho menos se cruza de brazos. En cuanto tuvo la oportunidad de perfilar sus conocimientos, superó los escollos y se convirtió en liniero C, B y A, hasta llegar a liniero en caliente.
“En el municipio de Yaguajay estuve trabajando alrededor de ocho años en una de las brigadas de construcción y mantenimiento. Dentro de ella lo mismo reparábamos las líneas que atendíamos interrupciones. Esta etapa fue, sin dudas, una escuela”, manifiesta Izquierdo Rojas.
Tal vez por eso, al crearse el Centro de Operaciones de la provincia, solicitan el servicio de este contingente en aras de que asumieran las mismas funciones que desempeñaban en el territorio. De esta forma los siete linieros que la integraban partieron hasta Sancti Spíritus para prestar servicio en todos los municipios de la provincia.
“Este compromiso exigió que nos entregáramos de verdad, porque nos alejamos de la familia para garantizar el servicio eléctrico en cualquier rincón de la geografía espirituana.
“En el transcurso de este tiempo, como es costumbre en situaciones de desastres naturales, tuvimos que brindar nuestro aporte a provincias hermanas como Pinar del Río, Matanzas, Villa Clara y Artemisa, las cuales tuvieron afectaciones debido al paso de huracanes.
“Con este tipo de ayuda dejamos claro cuáles son los principios de los trabajadores eléctricos, quienes nos consagramos en escenarios de contingencia, con el propósito de asegurar el servicio eléctrico a la población”.
Bajo esta premisa Eduardo ha trabajado siempre. Por ello, permaneció durante 23 años en dicha brigada de la provincia, donde alcanzó, incluso, la categoría de liniero energizado hasta 220 kV. La experiencia, quizás, le abrió las puertas para cumplir misión internacionalista en la República Bolivariana de Venezuela.
“En ese país llegamos hasta los estados de Guarico, Falcón y Carabobo, pero no solo a las ciudades, sino a zonas apartadas, verdaderamente intrincadas. Nos guiaron los propios venezolanos y realizamos labores de construcción, mantenimiento y podas. También dentro de esos dos años de misión, vinimos a la Patria a solucionar los daños que dejó el ciclón Sandy en la región oriental de Cuba. Después, concluimos la tarea en la tierra de Chávez”, confiesa.
Pero, como los verdaderos hijos siempre vuelven a su terruño, Eduardo decidió regresar a Yaguajay. Tras su llegada volvió a sus inicios: liniero en la brigada de construcción y mantenimiento de la UEB. Después, se incorporó al servicio de guardia eléctrica.
Y aunque muchos crean que en medio de la actual contingencia energética por la que atraviesa el país, los trabajadores eléctricos tienen poco que hacer, Eduardo es testigo de todo lo contrario.
“Trabajamos en turnos de 24 horas y abarcamos desde la Empresa Flora y Fauna, hasta los límites con Florencia. En estas zonas atendemos las quejas de la población en el menor tiempo posible y, aunque no haya servicio en las viviendas, le damos mantenimiento a la línea. Lo importante es que los clientes queden satisfechos con lo que hacemos”, asegura.
En este empeño cumple al pie de la letra las cinco reglas de oro de este oficio. En ellas reposa su seguridad, esa que lo ha librado de accidentes en el transcurso de estos 36 años de labor. “Mientras me sienta bien seguiré trabajando, porque no quiero estar tranca’o en la casa”, concluye el liniero.
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