Cuando desde el polvoriento camino te acercas a la finca ganadera Botón de Oro, en predios de la Empresa Pecuaria Managuaco, el escenario te revela que si algo allí resulta cotidiano es el trabajo.
El contexto de potreros acuartonados y con pastos saludables, de animales que pastan tranquilamente acompañados de sombra y agua y de una salud vital llama la atención y obliga al encuentro de protagonistas.
¿Dónde puedo localizar a Karel Fragoso Sánchez?, inquiero.
“Allí, entre aquellos maizales que ves, está, cortando comida para el ganado”, responden desde el portal de la vivienda, que comparte espacios con naves de ordeño y de alimentación.
A la distancia sobresalen campos de maíz de diversos tamaños y salta la inquietud: ¿Ese grano para los animales?, pero se hizo el camino en busca de las respuestas.
Ataviado con ropa de trabajo, empapado de sudor, Karel llega al encuentro.
“Estamos enfrascados en la recolección de la mazorca tierna que vendemos en ferias y también para el autoconsumo familiar y los trabajadores. No tengo planes, pero aportamos y nos queda toda la caña verde y fresca que hacemos forraje para los animales y también para ensilar, una de las alternativas para darle comida al rebaño aun en las situaciones más difíciles.
“Con respecto al maíz sembramos 11 hectáreas en tres estadios diferentes para un mejor aprovechamiento de las plantas y también de todo el chilote y mazorquería pequeña que no comercializamos y aportamos a la dieta de vacas, terneros y de otros animales que tenemos en la finca que reportan comida”.
Al guajiro lo acompaña una serenidad típica de quien sabe lo que hace y la determinación de esas personas que no se rinden ante nada.
Algunos lo tildan de soñado; otros, de laborioso incansable, de persistente. La mayoría dice que es de esos campesinos y productores imprescindibles.
Abraza las alternativas para el desarrollo ganadero, ha enfrentado cualquier cantidad de limitaciones y obstáculos, de incomprensiones, pero nada lo vence, ni a él ni a su esposa Yaneisy Conde Marrero, el sostén vital.
“Coseché 2 hectáreas de soya —añade Karel—, con balance de casi 3 toneladas de semilla para multiplicar plantaciones en su período óptimo, que es después del mes de julio. En este caso la mira está puesta en la extracción de aceite y la alimentación de los animales.
“No hay residuo de cosecha que escape a la dieta del rebaño”, asegura.
¿Cuántas bondades aporta el ensilaje?
“Ya comencé y lo hago en tres formas distintas: en bolsas de nailon, a la usanza del pastel, otra de las tipicidades, y a la manera mexicana, todas posibles de materializar en nuestro país, aunque tengo aquí la materia prima para ello y a su vez me garantizará comida para las más de 160 cabezas de ganado que poseo y para los restantes animales que criamos para el sustento de la familia, los trabajadores y otros destinos.
“El ensilaje garantiza, además, el 60 por ciento del piso creativo en la elaboración de suplementos alimentarios para los rebaños. Un 30 por ciento lo aportan las plantas proteicas que aquí cultivamos y el otro 10 corresponde a granos que incluimos en la formulación. Añadimos algo de miel y cal. Paletizamos para terneros pequeños y conejos y también hacemos harina para los demás animales. En proteínas, esa creación aporta alrededor de un 20 por ciento y suficiente fibra. Aquí el único descubrimiento es el empeño y el trabajo”, subraya Karel.
Mas, todo el quehacer de este joven campesino tiene mucho más en su génesis.
Así lo comparte el doctor Ramón Balmaceda Flores, médico veterinario y voz autorizada desde la subdelegación de Ganadería de la Agricultura en la provincia: “Karel es la determinación personificada y todo cuanto ha logrado tiene puntales determinantes. La inteligencia, el valor, la decisión de enfrentar lo que siempre quiso hacer: una ganadería lechera con valores genéticos, protegiendo genofondos del Mambí, Jersey, Siboney y Holstein Tropical Cubano.
“En su labor se distingue la manera en que enfrenta las situaciones y limitaciones económicas con soluciones ecológicas, la superación permanente, una visión empresarial abierta y una voluntad demostrada de extensionista, pues nada de lo que aprende o ha logrado lo guarda para él, lo trasmite a otros productores, incluso, de otros territorios.
“Hoy Karel trabaja con un grupo de especialistas del municipio de Venezuela, en Ciego de Ávila, a quienes les regala lo aprendido y logrado para ayudarlos a impulsar el desarrollo ganadero en aquel escenario”, refiere Balmaceda.
Cuando vienes de regreso de la finca Botón de Oro, dos ideas laten. Primero, que para hombres como Karel Fragoso no existe lo imposible y, segundo, que en el ámbito de crear reservas alimentarias para la ganadería, en sentido general, todo está escrito y se habla con mucha frecuencia.
Pero hacer, a partir de todo ese conocimiento y la experimentación, sigue siendo imprescindible.
Este senor deberia ser el Ministro de la Agricultura. Buen trabajo
Y que me dicen los créditos millonarios puestos a esa finca con toda intención, de las decenas de jornaleros trabajando allí, de los cursos y eventos en el exterior, no engañen más al pueblo que eso son excepciones para sacar en los periódicos.