Pocos creerán que Enrique Fadraga Pérez, antes de convertirse en el estomatólogo que es hoy, atesoraba además dos grandes pasiones: la arquitectura y el periodismo. Fueron estas las tres primeras especialidades que incluyó en su lista de profesiones cuando se acercaba el ingreso a la universidad. Sin embargo, aun cuando tenía dotes de diseñador, de comunicador y se erigía como amante de las edificaciones, la vida decidió premiarlo con un oficio que le vino como anillo al dedo: la estomatología.
Sin asomo de antecedentes familiares en el gremio de la Salud Pública, este hombre de 55 años de edad, desde joven labró el camino que lo ha llenado de aciertos en esta especialidad. Poco a poco, y a golpe de esfuerzo y consagración, supo que el éxito viene de la mano de las buenas prácticas, del estudio y la preparación.
Tanto es así que en estos más de 30 años de labor Enrique se ha ganado el prestigio que pocos estomatólogos poseen en el norte espirituano. Su nombre recorre los parajes más recónditos de este municipio, y aflora siempre cuando existen casos difíciles que no todos están dispuestos a enfrentar.
Entonces, ahí está él, avileño de origen y yaguajayense por adopción. Mas, lo cierto es que a ambos terruños les debe los resultados de hoy. A Ciego de Ávila, la formación, y a Yaguajay, los conocimientos prácticos que lo enaltecen como una institución en la Estomatología.
“Desde pequeño siempre tuve inclinaciones por la Estomatología”, fue la primera frase que regaló durante el diálogo. Lo demás vino después cuando, sin darse cuenta, pasó revista a su quehacer profesional en todos estos años.
“Cuando me gradué, en el año 1990, ya vivía en Perea y mi ubicación laboral vino por la provincia de Sancti Spíritus. Me situaron en septiembre de ese mismo año en la posta médica de Iguará y un poco más tarde, en medio del período especial —debido a las difíciles condiciones de transporte—, me trasladaron hasta Perea, y allí permanecí hasta el año 2003, cuando vine a trabajar para la comunidad de Itabo”, cuenta.
Una vez en este sitio, Enrique recibió la noticia de cumplir misión internacionalista en la hermana República de Venezuela. Allí estuvo cuatro años y siete meses y, según refiere, pudo constatar la escasa atención estomatológica que tenía la población de ese lugar. “Fui de los primeros en llegar a Venezuela y vi una gran cantidad de pacientes con caries dentales que mostraban el descuido en estos servicios. Atendí a niños y adultos con falta de higiene bucal y, aunque la faena resultó fuerte, al mismo tiempo pudimos devolver sonrisas a la gente, y eso para mí fue gratificante”, señala el estomatólogo.
Al concluir su colaboración médica, reanuda las labores en Itabo. Allí hace maravillas y transforma la imagen lo mismo de un encumbrado especialista, que de un pedagogo, de un campesino, o de un estudiante… Y es que para Enrique no existen los rangos. Atiende a todos por igual.
Por ello, no resulta extraño ver cómo hasta este paraje bucólico de Yaguajay acuden personas de todo el municipio en busca de la mano encantadora de este hombre que, a sus 55 años de edad, jamás se ha arrepentido de ser estomatólogo. Lunes, martes y viernes asiste por medios propios a la consulta en esta zona, mientras miércoles y jueves apoya en la Clínica Estomatológica de la cabecera municipal con las cirugías bucales, un reto que emprende más allá de su nivel de especialización.
“No soy cirujano —afirma—. Cuando regresé de misión en el territorio había un déficit de maxilofacial y me llamaron para colaborar con la cirugía, y desde el 2008 estoy asumiendo esta función. Desde entonces no he dejado de prepararme, de estudiar, y lo he hecho por vocación, porque realmente me gusta todo lo que hago”, comenta.
No obstante, Enrique no se desliga de la superación. Tanto es así que cursa el segundo año de la especialidad de Estomatología General Integral, una condición que le aportará nuevos conocimientos para ponerlos a favor de su gente. “Hay varias cosas que me satisfacen: que el paciente se sienta complacido con mi atención, aliviar un dolor, devolver una sonrisa…”.
Y para ello, si bien no renuncia a las condiciones para trabajar, tampoco hace que estas obstaculicen su faena. “Vale más la entereza y el amor por lo que haces, que los grandes recursos”, dice. Una verdad que se corrobora cuando a toda hora, lo mismo en las consultas, que en su propia casa, auxilia a no pocas personas.
“Eso no me incomoda en lo absoluto. A veces he tenido que dejar de comer por salir a atender a un paciente y, lejos de molestarme me enorgullece, porque siento que la gente confía en mí y, además, me siento bien conmigo mismo, porque ayudo a solucionar preocupaciones”, asevera.
Y con esta máxima, Enrique Fadraga Pérez ha logrado arribar a sus más de 30 años de labor. Desde entonces se ha convertido en el estomatólogo de todos, en el hombre que hace magia con sus manos, que aprovecha en cada consulta sus dotes de comunicador, y que, detrás de cada rostro, también se convierte en un arquitecto.
Lo recuerdo en una vetusta consulta estomatologíca en el policlínico de Venegas, junto a Santica, con un radio Selena ambientando el sitio y haciendo magia en las bocas de aquellos lares. Nancy Luis y Catalina López, sus asistentes no me dejarán mentir.
Él es un tipo todoterreno, siempre innovando, con una calidad humana excepcional. Ahh y siempre rodeado de féminas que lo persiguen…Hace poco supe que su hijo Frank Enrique, es un Ginecobstetra, con las mismas dotes del padre. Éxitos a todos.
Excelente persona y gran profesional , e tenido el gusto de laboral con él y es realmente una persona sencilla y capaz de buscar soluciones increíbles a discimiles dificultades que enfrenta hoy el sector de la estotología en el país , merecido homenaje a este incansable hhombre , éxitos en su vida personal y laboral para el 2023.
Un abrazo.
Una de las personas mas serias y responsables que he conocido, independientemente de la profesion que realice; y como estomatologo ni hablar, cuando crees que esta comenzando ya ha terminado su trabajo. Ya sumamos miles quienes le agradecemos su pericia, y ponderamos su afabilidad y buen trato. Larga vida a Enrique!!!!