La exposición colectiva inaugurada en la galería Tristá del Centro de Promoción Cultural de Trinidad hace justicia al quehacer de la Escuela de Oficios de Restauración Fernando Aguado y Rico, encargada de la formación de la fuerza calificada imprescindible en la conservación de los valores patrimoniales de la tercera villa cubana.
Futuro, el nombre de la muestra, proyecta una enorme carga simbólica y reúne en un mismo espacio detalles de tipologías constructivas, rejas, ensamblajes, horcones decorados para aljibes, balcones de balaustres, copones de cerámica, alfarería y lencería, labores que ha rescatado el centro y las inserta a sus programas de enseñanza.
Estas obras de arte —porque lo son— nacen de las manos de alumnos y profesores de las distintas especialidades de la escuela, adjunta a la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios, que no solo ha rescatado estos oficios tradicionales, sino que los hace perdurar y los transmite a una generación identificada con técnicas y materiales muy alejados de su época.
En la apertura rostros anónimos y que a la vuelta de unos años entregarán a la ciudad sus saberes en la albañilería y la carpintería de restauración, la herrería, la cerámica y la Modi costura, a partir del uso de “materiales endógenos y en alusión al espíritu de resiliencia del ser humano”, resaltó Israel Rondón Mainegra, artista y curador de la muestra.
Un grupo de estos jóvenes, junto a cuatro profesores y Duznel Zerquera, conservador de Trinidad, recibieron asimismo el reconocimiento por su apoyo en la recuperación de viviendas en el municipio pinareño de Viñales, como parte de la estrategia de intervención a través de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba en esa zona de notables valores paisajísticos.
Enmanuel Addelkader Valdivia y Jorge Carlos Toledo Rodríguez, alumnos de la especialidad de Albañilería Integral, recuerdan no solo lo duro de la faena, sino la gratitud de las familias a las que devolvieron un techo. “Comenzábamos el trabajo a las ocho de la mañana y regresábamos después de la seis, pero el cariño de esa gente nos daba fuerzas”, dice uno; “Estamos listos para regresar”, añade su compañero.
El profesor Osmani Eliecer Palomino confirma la responsabilidad de los muchachos. “Tuve mis dudas al principio, pero ahora siento mucho orgullo de mis alumnos; son jóvenes en el sentido de la edad, pero su actitud fue intachable, dieron el paso al frente sin pensarlo, aunque las condiciones fueron mínimas; para mí como profesor resultó una experiencia muy bonita”, concluye.
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