La suerte de los Gallos, e incluso del Cuba, es que el repertorio de lances de José Eduardo Santos Escalante es más profuso que sus palabras.
Y eso es, a fin de cuentas, lo fundamental. Por eso Escambray construyó un diálogo casi en monosílabos para conocer más sobre este joven fomentense, quien así, penoso y callado, escribió en el 2021 la mejor campaña de su corta carrera tanto nacional como internacionalmente para merecer, con justicia, la designación de novato del año en la provincia.
Para los Gallos resultó una bendición: en 16 salidas registró balance de 7-4, con 77.2 entradas (el tercero que más trabajó), efectividad de 4.17 PCL, WHIP de 1.56 y 264 de average del bateo contrario.
Fuera de fronteras, su debut internacional no pudo ser mejor al lograr dos victorias sin derrotas. La primera la alcanzó ante la República Checa en la Copa del Mundo Sub-23, con sede en México, y la segunda en los Primeros Juegos Panamericanos Junior de Colombia vs. Venezuela en un juego que ayudaba a definir el pase a la discusión de medallas.
Para acumular este aval, el muchacho de 23 años define sus claves. Y aunque para algunos su saldo fue sorpresivo, para él no: “Todo está en la preparación, en la concentración y en ubicar los lanzamientos; me preparo para cada bateador, veo lo que otros lanzadores les tiran para saber qué es lo que les hace daño y cuando estoy en el banco los veo o los estudio por la nómina”.
Y eso que para el Mundial montó casi a última hora: “Tuve covid en la preparación, salí de la cuarentena para los entrenamientos; sabía más o menos que iba a estar y por eso no dejé de prepararme”
Después, dice, no se amilanó ante los grandes estadios ni ante el nombre de los eventos. Este guajiro de Quemadito Viejo, en Fomento, resolvió, a la “calladita”, sus presiones: “No me presioné, estaba pitcheando como si estuviera aquí en Sancti Spíritus, me sentí bien, lancé con calma, relajado; siempre me enfoco en el bateador y no pienso en nada más. En el Panamericano sabía que Venezuela era un equipo fuerte, parte de los jugadores los había visto en el Mundial, pero me concentré en el juego y en lograr la victoria que le hacía falta al equipo”.
Mientras “estudiaba” la manera de hacer la entrevista advertí un detalle que puede explicar también parte de sus resultados. En su tiempo de preparación intercambiaba lances con Yuen Socarraz. Le preguntaba constantemente el porqué de un lance o de otro, o por qué el cambio de su compañero llegaba más duro a su guante. Y en ese instante era otro Santos: conversador y suelto.
Así ha ido aprendiendo desde que se descubrió pelotero con 12 años en el beisbolito de Fomento hasta pasar por la llamada escalera desde que entró a la EIDE Lino Salabarría en la categoría 13-14 años. “Todos mis entrenadores me han enseñado: Carlitos en Fomento; Ramón Gardón, en las categorías inferiores; Freddy Mario Rodríguez e Ismel Jiménez, con los Gallos”.
El paso por los torneos nacionales Sub-23, incluido el título del 2019, le aportó en su formación como lanzador: “Es algo bueno porque vas pasando de escalón en escalón hasta que llegas arriba”.
En la campaña pasada lo probaron en el rol que más disfruta: “Me gusta abrir porque tienes más días para prepararte, para entrenar y enfocarte en el equipo que te va a tocar. He tratado de ir perfeccionando mi recta por dentro, el slider, el cambio”.
Sabe que la 61 Serie Nacional que se aproxima exigirá más de él, al estar concebido como segundo abridor de un conjunto que sufrió bajas: “Me he preparado bien, los eventos me ayudaron mucho a ser un pitcher con más experiencia, a pesar de ser joven. Espero dar lo mejor de mí y tener un año suprior al pasado; porque entre todos tenemos que echar para alante y ganar, y en lo personal siempre aspiro a más”.
Sabe también que debe mejorar el control. En la temporada 60 su balance de ponches (40) y boletos (44), así se lo dicta: “Sé que debo esforzarme más en los lanzamientos, ubicándolos en la zona para tener mejor control”.
El diálogo casi termina después de decenas de preguntas y respuestas a cuentagotas, con una risa entre la gracia y los nervios. Sudó tanto o más que en una apertura de nueve entradas o en sus horas de preparación.
Mas, este es el Santos a quien su apellido parece quedarle a la medida, y quien no parece desprenderse de los ariques de Quemadito Viejo donde ya es un ídolo. “A la gente de allá les hablo poco, pero les hablo. En el trabajo uno tiene que estar serio”.
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