El imaginario de El Monje (+fotos)

La exposición El mito figurado de Juan Rodríguez Paz, El Monje se exhibe en el lobby del Teatro Principal, de Sancti Spíritus

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La inauguración de la muestra prestigió el inicio del verano en la ciudad del Yayabo. (Fotos: Vicente Brito/Escambray)

Lo imagino siempre, de escalón en escalón, en busca de la tranquilidad de su templo: el Taller de Artes Plásticas que tuvo Sancti Spíritus. No necesitó de mucho más espacio que los escasos metros cuadrados en los altos del conocido Boquete del Coco para hacerse inmenso. Desde allí Juan Rodríguez Paz, El Monje, conquistó públicos, salones, galerías… al mundo por la lealtad y sinceridad en cada uno de sus trazos.

Reconocido junto al trinitario Benito Ortiz como padres fundadores del arte ingenuo en el territorio —expresión artística con tantos términos identificativos como la vida misma: ingenuo, primitivo, popular y hasta empírico—, logró colocar su nombre con fuerza entre quienes en el país rompieron con el academicismo imperante en la década de los 60 del pasado siglo.

La fundación del propio Taller Libre de Artes Plásticas significó un punto de giro trascendental para esa manifestación en este terruño y él aprovechó cada oportunidad para mostrarse con esa autenticidad tan suya hasta sus últimos instantes en 1995.

Sobre cualquier soporte supo plasmar su imaginación inmensa mediante figuras míticas hijas del imaginario popular cubano y universal. Muchas veces bastaron ellas solas, otras las hizo acompañar de elementos que las ubican en diferentes contextos como el ambiente rural, el que hechizaron los ojos de su niñez.

De esa fascinación suya por la creación en esa vertiente —en esa época novedosa— aparece el güije, personaje recurrente en su obra y que en Sancti Spíritus tiene arraigo. Tanto es así, que en pleno siglo XXI se pensó una feria donde confluyeron las diferentes manifestaciones artísticas con el nombre del antológico ser como reverencia a la idiosincrasia que corre por el río Yayabo.

De ahí que no hubo mejor manera para dignificar uno de los momentos del suceso que inauguró aquí la etapa estival que la exposición personal El mito figurado, de Juan Rodríguez Paz, El Monje, gracias a Juan Eduardo Bernal Echemendía, Juanelo, quien resguarda celosamente las 33 piezas de la muestra y que salen por segunda ocasión a la luz pública.

Juan Eduardo Bernal Echemendía, Juanelo, resguarda celosamente las 33 piezas de la muestra y que salen por segunda ocasión a la luz pública.

“La figura de Juan ha quedado muchas veces relegada por nosotros —reconoció Juanelo en el lobby del Teatro Principal, donde cuelgan las piezas de diferentes tamaños—. Perdemos si hoy no se entiende que es uno de los representantes más importantes del movimiento naif en Cuba. Igualmente, en ocasiones perdemos perspectiva de nuestra responsabilidad para que un nuevo público, las nuevas generaciones, entren en contacto con lo que él en un momento determinado hizo”.

Afortunadamente, se conservan en perfecto estado los dibujos a plumilla, estética recurrente en su creación. En cada trazo se vislumbra una fuerza arrolladora y limpieza. No deja margen a la improvisación. El Monje sabe cómo son sus güijes.

Unos se roban todo el soporte con sus formas monstruosas; otros coquetean con elementos del campo, e incluso está el que corre por encima del puente sobre el río Yayabo con la mirada en la Parroquial Mayor.

Son los güijes de El Monje, gracias a esa interpretación propia del imaginario popular que bebió en su constante relación con otros hombres y mujeres, en su mayoría de campo. Luego, se convirtieron en un regalo al resto del orbe, tras sus múltiples desvelos frente a la fría cartulina u otro soporte que supo darle calor con un talento que no necesitó de academias. Le resultó suficiente su talento, sencillez y distancias con las controversiales dinámicas del mercado del arte.

“Si hay un pintor verdaderamente prolífero es Juan. No es posible calcular la enorme cantidad de cuadros que en diferentes dimensiones y técnicas trabajó desde Sancti Spíritus para el mundo”.

Su mayor riqueza y que desborda la exposición —uno de los grandes regalos públicos en estos momentos en Sancti Spíritus— es haberle dado voz a parte de la cultura popular sin imposturas técnicas y conceptuales.

Y aunque muchas veces sintió, como le ocurre a quienes como él no traicionan la tendencia del naif, la mirada por encima del hombro de quienes saben de técnicas por horas y horas con un profesor delante, se entregó en cada trazo como si en ello se le fuera el aliento.

De ahí que al disfrutar la muestra El mito figurado regrese inevitablemente a Alejo Carpentier, quien mejor definió esa tendencia que encontró en El Monje a uno de sus más fieles creadores: “Si la factura, evidentemente, es lo de menos, puesto que no se busca el alarde de la técnica en la obra de tales artistas contemporáneos, es menester que exista en lo pintado, la compensación de una fina y poética sensibilidad”. Ojalá y la treintena de piezas no regrese pronto a la cobija de Juanelo. Precisa recorrer otras muchas instituciones del territorio e, incluso, pudiera ser mucho más ambiciosa y trascender los perímetros de la geografía espirituana para que otros muchos ojos se deleiten con el imaginario de El Monje.

Afortunadamente, se conservan en perfecto estado los dibujos a plumilla, estética recurrente en su creación.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

Comentario

  1. Lisandra tengo un cuadro del monje inédito de 1967 , por detrás «La Malla» ,saludos

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