Mientras los tradicionales emplazamientos de las colmenas no cuenten en sus alrededores con floraciones estables durante todo el año, a los apicultores de Sancti Spíritus no les queda otra alternativa que mudar en esta época a casi la mitad de las dotaciones de abejas hacia las costas y otros escenarios para favorecer la vitalidad de los panales y darle continuidad a la fabricación de miel.
La trashumancia, como se le llama en el argot apícola, es una práctica con décadas de tradición a la que están tan habituados los apicultores espirituanos que son capaces de hacer tan complicada mudanza solo en horas nocturnas —siguiendo protocoles de seguridad por las abejas— y casi se saben de memoria las locaciones para aprovechar la floración del mangle y otras especies.
Se trata de una maniobra que implica logística, combustible y carros de alto porte para llegar a lugares de difícil acceso; también de un proceso que requiere previamente del trabajo de exploración y de creación de condiciones de campaña porque los apicultores casi terminan trasladándose hacia el lugar de las colmenas.
Además de una estrategia diseñada en la actividad —el año pasado aportó 184 toneladas de miel— y de ser un traslado costoso porque hay colmenas que se mueven a más de 100 kilómetros, está reconocido como el proceso más complejo de cuantos ocurren en la Apicultura, pero obligado para aprovechar el potencial productivo de las floraciones del mangle, ya que no existe en las zonas donde están los apiarios un ecosistema en este período que garantice las producciones de miel y poder mantener un equilibrio en las entregas mensuales, según subraya Amaury Santander Hernández, director de la Unidad Empresarial de Base Apícola Sancti Spíritus.
De acuerdo con la información, este año la trashumancia se comporta desfavorable, porque 5 746 colmenas a mover, solo han podido trasladarse 3 914; de ellas unas 3 000 hacia la zona sur del territorio en un perímetro que abarca desde Paso Banao hasta Casilda; en tanto otras 714 se han desplazado de manera positiva en la parte norte de la provincia, evidente reflejo de la recuperación de la flora tras la devastación que provocó el huracán Irma en el 2017.
“Las limitaciones de combustible han frenado ese desplazamiento y tenemos atraso, pero estamos en una etapa donde podemos todavía impactar; algo que estará en dependencia de la asignación del recurso y la agilidad de los traslados para poder aprovechar la floración del mangle en los meses de junio y julio y tal vez en parte de agosto”, detalla Santander Hernández.
Aclara el directivo que las colmenas no pueden ubicarse a tiempo completo en las costas porque el mangle florece solo en una época de año, no existen otras floraciones y sería improductivo dejarlas allí, por eso la trashumancia es un proceso de ida en el mes de mayo y regreso en agosto, la oportunidad para producir miel en los 12 meses.
De las 803 toneladas previstas en el año, unas 120 dependen de esta movilidad; hasta abril —precisa— la producción está al día y toda la miel ha llegado con la máxima calidad.
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