A pleno día y a plena noche, sobre todo, Cuba se llenó de la
efervescencia de sus aficionados tras los hilos de la Serie Mundial de
la Major League Baseball (MLB), al estilo de como se siguen los play
off de la pelota cubana.
La Serie Mundial inundó peñas improvisadas y conversaciones
cotidianas, incluso en Sancti Spíritus, donde no pasó inadvertido el
segundo anillo ganado por el espirituano Yulieski Gurriel con los
Astros de Houston.
En esas mismas polémicas, se vitoreaban los jonrones del también
cubano Yordan Álvarez en el triunfo del equipo, donde milita otro
cubano, el villaclareño Aledmys Diaz.
Aunque todavía hay muchos que miran de reojo tales posturas, con
sus razones —que también hay que respetar—, el fenómeno no puede
pasar inadvertido, y será mejor asumirlo como natural, mucho más
porque con la expansión de Internet y las redes sociales ni hace falta
que las trasmisiones de esa liga salgan en directo por nuestra
televisión, como las del fútbol, ya que los seguidores encuentran la
manera de seguirla y también de multiplicar las noticias de sus
resultados a lo largo de más de 100 juegos y con mayor intensidad en
la postemporada, que es transmitida en las pantallas de hoteles y
otros centros recreativos cubanos.
Y si en Houston fueron visibles los fuegos artificiales, en Cuba estos
ardieron desde el corazón de quienes siguen el béisbol sin apellidos,
ni fronteras, ni banderas y lo hacen desde esa pasión silvestre que es
la que aún no sabemos ponderar lo suficiente, tal como se esbozó en
la Mesa Redonda que celebró el primer año de la proclamación del
Béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación.
Todo se explica, incluso, por esta investidura, de la que no
aquilatamos su alcance. La pelota para los cubanos, ya se ha dicho
muchas veces, trasciende el terreno de juego y hasta los estadios;
tiene que ver con la identidad que no se puede regular desde las
leyes, con lo cubano, la cubanidad y la cubanía.
Mejor hubiese sido que todos estuvieran y jugaran en y con Cuba,
pero la realidad es esa: la emigración nos ha llevado ya muchos
cubanos, entre ellos peloteros, mucho más después de que nuestro
pasatiempo ha decaído y de que se abortara el potencial acuerdo con
la MLB que hubiese permitido un flujo legal en ambos sentidos.
No es cuestión de política, ni ideologías, es asunto de cultura y de los
genes beisboleros de los cubanos, que explican también por qué, por
esas cosas raras del sentido de pertenencia y la regionalidad, siguen
también a los latinos que igualmente emigran hacia el mejor béisbol
del mundo.
Como ya escribí en un comentario a propósito del primer anillo ganado
por Yulieski en 2017, Cuba no se carga en una maleta. Se aloja en el
corazón de la gente y suele atarse con lazos indestructibles, más allá
de leyes, diferencias políticas o de criterios.
Los medios cubanos se han atemperado al contexto para extirpar el
silencio mediático en torno a las Grandes Ligas que tanto daño nos
hizo. Ahora ya resultan cotidianas las noticias de la Serie Mundial en
Cubadebate, el Noticiero Nacional de Televisión o los espacios
beisboleros de Tele Rebelde.
Hay quienes aspiran a que un día los juegos de la Serie Mundial se
televisen, aunque sea de forma diferida, como mismo se hace con las
ligas de fútbol, en lugar de tantos materiales fríos de motocross o
patinaje sobre hielo.
Tampoco es de ahora esta conexión espiritual desde Cuba con las
Grandes Ligas, pues desde su surgimiento no pocos han sido los
antillanos que las han jugado y casi una treintena de ellos ha logrado
títulos o anillos sin dejar de formar parte de la historia del béisbol, si,
como reconoce la designación de este deporte como Patrimonio
Cultural de la nación, esta tradición tiene que ver tanto con los
peloteros que fueron mambises como con los de ahora, estén donde
estén, e incluye a los icónicos Habana, Almendares, los Leopardos de
Santa Clara, Azucareros o los Alazanes de Granma.
La efervescencia es, por tanto, lógica. La pelota es arraigo e
idiosincrasia en Cuba y sus ecos transversalizan la cotidianidad de
quienes habitamos esta tierra para convertirse en algo simbólico; y no
tiene que ver con el hecho de que hayamos perdido terreno a escala
internacional, como en los dos últimos torneos en que no logramos
pasar a la fase de las súper rondas, ni en el Campeonato Mundial
Sub-23, ni en el Panamericano Sub-18.
No podemos tampoco aspirar a un doble discurso, si más que en las
políticas, en las prácticas de acercamiento con aquel béisbol hemos
abierto las puertas “oficialmente” a embajadores de buena voluntad
como José Dariel (Pito) Abreu, y hoy es interés manifiesto de la
Federación Cubana contratar a peloteros que juegan en ligas
foráneas, incluidas las Grandes Ligas, para asistir al Clásico, aunque
claro, bajo determinados presupuestos y requerimientos que tienen en
cuenta leyes, prohibiciones, persecuciones y hasta el interés personal
y de bolsillo de los que un día se fueron.
Digo más. La atracción natural de los cubanos por las Grandes Ligas
tiene que ver incluso con nosotros mismos y la manera en que
asumimos lo que entraña este deporte para el país por encima de los
juegos y los resultados foráneos. No se trata de competir en una lid
donde ya llevamos desventaja. Se trata de potenciar hacia dentro esa
cultura raigal de la pelota, aunque no hayamos sido capaces de crear
un Museo Nacional o se haya frustrado el proyecto de rescatar el
Salón de la Fama. A este paso los aficionados de mañana no sabrán
quién fue Omar Linares o Antonio Pacheco, sin mirar si este último
también partió hacia Estados Unidos.
Si me preguntan, sería más sano y constructivo para muestra pelota
que los diálogos de banco y de terreno en nuestros torneos
domésticos se inundaran de los últimos batazos de la Gran Carpa,
antes que los goles más reciente de Kylian Mbappé, no como “bujía
emigrante”, porque a fin de cuentas, no todos llegan a esa cúspide,
sino como referente obligado para perfeccionar este deporte, a modo de “escauteo” para, salvando las grandes distancias, copiar o adaptar
estrategias, mentalidades, formas de entrenamiento, de juegos.
Entonces, lo lamentable no es que en una peña improvisada en una
esquina espirituana se celebre el triunfo de los Astros de Houston y
que resuene el nombre de Yulieski, con orgullo incluso por haber sido,
como la mayoría de los cubanos insertados en aquel circuito, formado
en Cuba.
A lo que debemos aspirar es a que en esa misma peña la fiebre
beisbolera sea capaz de compartir su ardor con la doble victoria de
Ganaderos en la misma fecha o el liderazgo de este equipo en la
Primera Liga Élite.
Exelente artìculo, felicitaciones, asì se hace el periodismo objetivo sin politiquerìa y bla bla bla.
Tremendo comentario para mi de la mejores comentarista deportiva de cuba Elsa Ramos, soy un orgulloso del Yuli jams voy olvidar cuando en el juega el y sus hermanos siendo chiquillos después de un juego corrían y con un guante y una pelota, es un orgullo nacional que un Espirituano de la cabeza a los pies halla ganado su segundo anillo, esto es de aplaudir y estar feliz, El Yuli lo ha ganado todo en la pelota y que sea de mi barrio en santos spiritus estando yo viviendo en Bournemouth Inglaterra
Gracias Yuli por darnos a todos los cubanos este alegría eres un grande y siempre lo serás
Yo de quien quisiera saber es de Frederich. De como va su recuperación
Es una verguenza que peloteros cubanos que juegan en Grandes Ligas, especificamente en el equipo ASTROS DE HOUSTON, ganadores del Campeonato Nacional, ni se les mencione en la prensa deportica cubana. Y voy a mas, YULI GURRIEL, espirituano, fue uno de los 4 cubanos del mencionado equipo ganador. En cualquier pais del mundo, la prensa y hasta el mismisimo presidente del pais, felicitarian a los peloteros cubanos, pero nada, este tema esta vedado, silencio oficial «por orden de arriba». NUESTRA PRENSA DEPORTIVA: VERGUENZA NACIONAL
En meridiano han mencionado a yulieski varias veces. Que pudiese ser mas, si esta bien. Pero si lo han mencionado