Con Filo da pelea al estilo clásico del guerrero medieval, con bizarría e inteligencia, y como el pillo manigüero, Elpidio Valdés, en Tocororo Macho, sin perder su habitual gracejo criollo. Qué interesa si a fuerza de espada legendaria o de machete mambí, lo significativo es que este programa televisivo lleva más de un centenar de emisiones talando, gajo a gajo, las campañas de desinformación sobre Cuba, reproducidas en las plataformas digitales con la rapidez del bambú y financiadas por la Casa, nada Blanca como se autorretrata.
Transmitida martes y jueves por Cubavisión, la propuesta audiovisual nació exactamente un mes después de las protestas del 11 de julio del año pasado; actuar que recuerda al astro del boxeo a la riposta, Candelario Duvergel, experto en el contrataque, pese a que los impacientes nos comiéramos las uñas de los dedos frente al televisor.
En chancletas y short —cada quien a su manera—, puede disfrutarse de Con Filo, cuyo mayor acierto quizás sea el no darle al televidente la tesis defendida en cada emisión en cuchara (papilla incluida). Y en ese propósito, apela con regularidad a la demostración para construir junto a la audiencia —ejemplo tras ejemplo— la altísima verdad, y en el mejor de los casos, aportarle las herramientas para que esta la edifique por sí misma, en torno al tópico que promueve (o descarrila) la opinión en las plataformas virtuales por esos días.
Porque si alguna imperfección pudiera exhibir el programa no sería que Con Filo esté leyendo periódicos viejos. Antes de que Michel Torres, Gabriela Fernández y Ana Álvarez entren a grabar en el set, hubo un escrutinio, esencialmente, de las matrices de opinión o debates alrededor del tema Cuba que circulan en ese minuto.
O sea, los realizadores del espacio, coproducido por La Pupila Insomne, Cubadebate y el Instituto Cubano de Radio y Televisión, le ponen el esfigmo a la conversación (anti)social para que la próxima salida al aire taje la desinformación o eche luces sobre la polémica de turno, sin la intención del abordaje integral y acabado del eje narrativo de la emisión.
Tampoco se lo permiten los 15 minutos del programa, cuyo ritmo suele recordar una carrera de Silvio Leonard y —para que no nos vayan a tildar de discriminación de género— de la también mítica Ana Fidelia Quirot. “Lo bueno, si breve…”, lo aconsejaba ya, desde el Siglo de Oro, el jesuita y escritor español Baltasar Gracián, pesimista hasta los tuétanos; pero dueño de un decir ingenioso que salpica hoy, sin excesos, el lenguaje de Con Filo.
Sin alardes de visualidad, la propuesta de Cubavisión ha ido estableciendo su gen identitario, donde el coloquialismo no arrincona la sobriedad; ni esta forcejea con la ironía y la dosis exacta —que reclama otro espacio televisivo— de humor, llegada en el justo momento. Así ocurrió en la emisión que recreó —al compás de Se fue, del trovador Raúl Torres— la escapada de la isla del fabricado líder del proyecto Archipiélago, caminito no del Guaimaral, sí de Madrid como turista, mientras la maquinaria mediática anticubana lo proclamaba “desaparecido”. No es casualidad si usted encuentra alguna semejanza entre el protagonista de este “drama” y el director de teatro que tuvo la “iniciativa” de convocar la marcha del 15 de noviembre último, abortada por las autoridades gubernamentales debido a su inconstitucionalidad.
Por ese filo anda el programa, posicionado en la teleaudiencia gracias, además, a no presentar a Cuba como la viva estampa de nación impecable, sin heridas económicas y marginales; en fin, sin claroscuros, premisa para que su credibilidad no corra el riesgo de tambalearse.
Por ese filo anda el programa, que deberá encarar el desafío de la renovación permanente, sin extraviar la sutileza, esa que ha sacado de sus casillas a los anexionistas y odiadores, gemelos en sus intenciones de hacer polvillo el monumento a José Martí de la habanera Plaza de la Revolución, para regarlo a los pies de la neoyorquina Estatua de la Libertad.
Excelente artículo sobre el programa. Coincido totalmente con la manera en que el autor lo concibió: expone con elegancia una caracterización del mismo, con elementos concretos y reales. Así ha logrado una tele audiencia in crescendo, pues convence a sus seguidores y desespera a los odiadores. Larga vida para Confilo y que continúe demostrando que la verdad siempre puede defenderse, hasta humoristicamente.
Creo que está algo exagerado el uso de lenguaje rebuscado dónde el autor quiere demostrar sus virtudes de polimata.
Ojito, el problema de Con Filo, no es el contenido, sino la IMAGEN de Michel, esa parsimonia desespera a cualquier cubano, considero q la audiencia fuera mucho mayor si cambiaran el conductor, además juventud no es sinónimo de desaliño.