La prensa, orgullosamente en la “candela”

Muestras de fidelidad, sacrificio y pericia han dado por estos días los periodistas y demás personal del gremio ante el colosal incendio en Matanzas

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Los periodistas, camarógrafos y demás personal técnico emplazados en Matanzas merecen nuestro respeto y reconocimiento. (Foto: Yirmara Torres Hernández/Facebook)

Arde el corazón de Cuba. Desde la tarde noche del viernes 5 de agosto se quema parte del combustible almacenado en la Base de Supertanqueros de Matanzas. Un empujón más, diabólico podría decirse, aunque de origen natural, a la penuria de la ciudadanía, que cada día se ajusta más el cinturón para resistir, como es de cubanos curtidos en dificultades. 

La instalación, ubicada en las cercanías de la mayor central termoeléctrica de la nación, oprime el alma a todos. El mundo no solo mira a Cuba, sino que también hace por ella. 

Y en medio de un caos jamás vivido, viabilizando cada mensaje destinado a informar, explicar, esclarecer, actualizar y transmitir esperanza, aun cuando pareciera que lo atinado es despojarse de ella, el ejército de la prensa cubana. 

Siento orgullo y también admiración. Nunca nos habíamos enfrentado a una catástrofe de esta magnitud en materia de incendios. Somos, eso sí, avezadísimos en cuestiones de Defensa Civil, pero mayormente referidas a fenómenos meteorológicos e, incluso, aunque en menor medida, sísmicos. Me constan, porque he vivido parte de ellas, las muchas contingencias a que ha debido enfrentarse la prensa nacional a lo largo de casi cuatro décadas. Pero este incendio de proporciones colosales, que tiene en vilo a la nación y también a humanos sensibles y solidarios fuera de ella, sobrepasa cualquier antecedente. 

Antes del amanecer del sábado 6 de agosto ya se reportaban, entre los lesionados, varios integrantes del equipo reporteril matancero que acudió al lugar de los hechos. Afortunadamente, nada grave. Otros colegas contaron desde la emisora Radio 26, a través de las ondas de Radio Sancti Spíritus, en una transmisión que mucho agradece la audiencia yayabera, las tribulaciones de la segunda noche. 

Al momento de colapsar el tanque que se ha dado en denominar número 2, con toda su carga explosiva, la prensa estaba allí, en medio de la cobertura, procurando escapar tras la oportuna orden de retirada que impidió nuevas muertes. 

No solo los periodistas, camarógrafos y demás personal técnico emplazados en Matanzas, a una distancia prudente del fuego abrasador, merecen nuestro respeto y reconocimiento. Esos, lógicamente, se exponen más. Sobre ellos recae la determinante misión de que la gente entienda paso a paso lo que sucede in situ, porque median entre las audiencias y los responsables de dirigir o acometer las misiones, que constituyen, ahora mismo, encomiendas de guerra, encargos de vida o muerte que, según hemos visto, nuestros bomberos y demás personal involucrado ha asumido con estoicismo sin par. 

Hablo, en sentido general, de la cobertura en su conjunto a través de diferentes vías, lo mismo por la televisión nacional que por la radio, los medios digitales y redes sociales. A través de algunos perfiles de Facebook y también por otras plataformas, cada día se han multiplicado las crónicas y reportes de bomberos que revelan al detalle lo que sucede en el frente de batalla. Los comparten, en la mayoría de los casos, periodistas y comunicadores interesados en que se conozca la hazaña colectiva, una más y en medio de adversidades inimaginables, acompañada por hombres de otras latitudes que han venido a tender su mano por decisión de los gobiernos de sus naciones. 

Me conmueven, una vez más, los hombres y mujeres de la prensa cubana, ejército probado en el que me cuento. Ellos siguen honrando el oficio que más de un hombre sabio calificara como el mejor de todos. 

Por estos días pienso en Fidel y en su tremenda confianza en los periodistas, a quienes pidió tenerlo por uno más. Sé que de esta también vamos a salir sin tener, como piden algunos, que renunciar a los crecientes tropiezos por medio de la venta de la Patria, algo ignominioso que aprendimos a descartar desde que este archipiélago estaba todavía poblado por indígenas. 

Cuando eso suceda —será, estoy segura, más temprano que tarde—, habrá que otorgarle a la prensa de Cuba ni más ni menos que el lugar que ahora mismo se está ganando.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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