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Debemos ser agradecidos siempre. Ese es el mensaje que llega a esta columna a través de la carta que nos enviara Eneida Valdés Jiménez, jubilada del sector de la Salud residente en la calle Martí No. 13 Sur, en Sancti Spíritus.

“Quiero por medio de ustedes expresar mi gratitud a la dirección del Hospital Pediátrico Provincial, junto a su núcleo del Partido y colectivo de trabajadores, por haberle brindado a mi esposo, el doctor Luis Sáenz Darias, fallecido el pasado 15 de noviembre a causa de un tumor cerebral, la atención que él se merecía, debido a su trayectoria de trabajo, su esfuerzo y su aporte a ese centro”, escribe la lectora. 

Últimamente, apunta, no abundan los agradecimientos de este tipo, “pero considero justo que se conozca que allí lo apoyaron todo el tiempo, con el esfuerzo y aporte de todos, durante los tres meses y medio que Luis se mantuvo enfermo”, precisa la misiva.

Más adelante Eneida expone: “Vinieron a la casa los miembros del consejo de dirección para hacerle entrega de un diploma de reconocimiento por el Día del Pediatra, coincidiendo con esa fecha. 

“Quiero agradecer, además, la preocupación que mostraron en función de las necesidades de nuestro nieto encamando, que en ese lapso enfermó y que constituía objeto de desvelo permanente por parte de Luis. Ya después de ocurrido todo, mi mamá, también encamada, necesitó cierto recurso médico y nuevamente recibimos el apoyo del Pediátrico, cuya directora personalmente se ha ocupado de llamar y venir”.

En nombre de toda su familia, la remitente transmite sincero reconocimiento al referido centro y a su colectivo, “con la esperanza de que sirva de estímulo para que continúen con gestos como estos hacia otros compañeros, y para que otras instituciones se inspiren en ese ejemplo”. 

De igual forma, comunica a Escambray su satisfacción “por haberle realizado a Luis esa entrevista que mucho lo entusiasmó en septiembre del pasado año”. 

Son de elogiar en este caso, por su alta carga de sensibilidad, las dos actitudes: la del personal de un hospital agradecido por la obra de uno de sus pediatras insignes, quien fuera su primer director, y la de su esposa, que tuvo a bien elogiar ese acto, porque reconoce en él algo noble que debería ser regla y no excepción.