Recuerdo en mi niñez y primera adolescencia ―fines de los 70 y principios de los 80― que en tiempo de carnaval los adultos hablaban de ir a las trochas, áreas festivas que se creaban en diferentes sitios del pueblo con sus engalanados quioscos rústicos o ranchones, donde se vendía, en abundancia, comida y bebida riquísimas.
Luego, con el cercenamiento de la fastuosidad de esos festejos populares en los años 90, nunca más escuché la palabra trocha. Hace poco volví a encontrarla, pero referida a la célebre trocha de Júcaro a Morón, construcción defensiva de España contra las huestes mambisas en las guerras del XIX.
No pude evitar el recuerdo; y con el recuerdo, la búsqueda.
¿Quién les dice que la palabra trocha no aparece en el Diccionario ejemplificado del español de Cuba (DEEC)?
Es cierto que, por razones propias de la realidad extralingüística, tras el periodo especial, la acepción carnavalesca de esta palabra puede haberse dejado de usar en muchos territorios como el mío, de escasa importancia demográfica y económica. Pero en ciudades como Santiago de Cuba y Matanzas aún sigue empleándose, a juzgar por su aparición en textos de Radio 26 y Juventud Rebelde, datados en 2019 y 2013, respectivamente, que hallé en la red. No sé en La Habana y otras ciudades como Santa Clara, Camagüey, etcétera.
El Diccionario de la lengua española ofrece dos acepciones de interés para trocha: 1. ‘Vereda o camino angosto y excusado, o que sirve de atajo para ir a una parte’; 2. ‘Camino abierto en la maleza’.
En su libro La trocha por dentro. Leyenda y realidad de la trocha de Júcaro a Morón (Ediciones Ávila, 2018), el historiador José G. Quintas, considera, muy atinadamente, que el nombre trocha, referido a la construcción militar, se deriva de la segunda acepción del vocablo, porque tales obras defensivas se erigían desbrozando maleza.
Esta acepción de trocha, ‘construcción militar defensiva’, brilla por su ausencia en cualquier diccionario que haya podido consultar —incluso en el DEEC, donde se incluyen “historicismos, voces desusadas, pero muy importantes para poder descifrar textos cubanos de épocas anteriores”, como mambí, palenque, rancheador, trapiche, etc.—.
Fue ella la que dio origen al nombre popular de la calle santiaguera Trocha. Así lo cuenta la investigadora Isabel Rodríguez: “Su nombre surge en el periodo de las guerras independentistas del siglo XIX, las fuerzas colonialistas españolas crearon anillos defensivos alrededor de Santiago de Cuba. Esos anillos tenían fuertes que se comunicaban unos con otros mediante trochas militares. En Punta Blanca (por donde está hoy el Hospital Militar) se encontraba ubicado uno de esos fortines […] Una vía paralela al sendero militar que finalizaba en Punta Blanca, recibió el nombre de Camino de la Trocha. Por allí transitaban quienes iban a pescar a la zona de Los Cangrejitos. Luego, en el entorno fueron apareciendo casas de pescadores; se perdió el nombre de camino y quedó el de Trocha, con sus viviendas y población”.
Es muy probable que la importancia de esa arteria en los festejos carnavalescos de Santiago haya motivado, por metonimia, que las áreas caracterizadas de los carnavales en otros lugares de la propia ciudad también se denominaran trochas, y que luego esa voz empezara a utilizarse en igual sentido en el resto de Cuba, como consecuencia, quizá, de los movimientos migratorios internos en el país. De hecho, he hallado un número de la revista Bohemia de inicios de los 80 donde se habla de las trochas en el carnaval habanero: “En todos los municipios de La Habana habrá trochas, donde los vecinos de esas zonas podrán disfrutar del carnaval e inclusive tenemos programado que las comparsas los visiten”; “Las comparsas partirán desde un punto dado del municipio elegido y desfilarán por sus calles principales hasta llegar a la trocha que allí exista” (Bohemia, 10 de julio de 1981).
Algunos fomentenses, vecinos míos “de cierta edad”, a quienes pregunté qué significaba para ellos trocha, han respondido que los quioscos o ranchones ubicados en ciertas áreas del pueblo durante los carnavales, no las áreas en sí. Al parecer empleaban esta voz desplazando, también metonímicamente, la acepción. ¿Sucederá así en las grandes ciudades de Cuba donde todavía los carnavales conservan cierto fasto? Habría que ver.
Ojalá se rescate esta palabra en futuros proyectos lexicográficos sobre el español de nuestro país.
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