Desde la foto, saluda con sus ojos claros; el pelo, libre, descansa sobre los hombros. Del cuello le nace un collar ajeno a la frivolidad de las lentejuelas; de este pende una bandera breve, con su estrella. A Alicia Jrapko, representante en Estados Unidos del Comité Internacional por la Libertad de los Cinco, nada de Cuba le sorprende. Más de una vez ella ha aludido a aquel club rebosante de adolescentes de Córdoba, Argentina, donde los nombres de Fidel Castro y Ernesto Guevara eran recurrentes.
Hoy usted lo mismo escucha su voz en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana hablando del primer concierto público celebrado en Estados Unidos, en este caso en New York, a favor de la excarcelación de los Cinco; que puede leer una de sus crónicas insertada en la red de redes en torno al itinerario de solidaridad del citado comité, por la geografía del norteño país.
Hace unas semanas, en la bandeja de entrada de su correo electrónico, Alicia hizo clic a un mensaje que así se anunciaba: “De periodista espirituano”. Era un amasijo de preguntas que buscaba acercarse a las razones que sostienen latiendo el sentido solidario en esta argentino-estadounidense, quien encontró un asidero para su existencia en la causa de Fernando González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, René González y Gerardo Hernández antiterroristas cubanos encarcelados hace una década en penitenciarías de EE. UU.
Esta activista por la libertad de los Cinco y Bill Hackwell, con quien comparte amor e ideas, son integrante, además, de la coalición Actúa Ahora para Detener la Guerra y Terminar con el Racismo (ANSWER). Ella salió de Argentina durante la dictadura de la junta militar encabezada por Jorge Rafael Videla; en aquel entonces cursaba la carrera de Ciencias de la Información en la Universidad de Córdoba.
“Muchos de mis compañeros de la universidad desaparecieron y nunca más supimos de ellos —añade Alicia—. Pude ver con mis propios ojos cómo seres humanos de un día para otro se convertían en monstruos y eran capaces de torturar, de arrancarles los hijos a sus madres, de arrojar desde helicópteros los cuerpos de jóvenes que solo luchaban por demandas básicas. Esa experiencia marcó mi vida para siempre.
“Eran tiempos de terror, y los jóvenes como nosotros buscamos una salida temporal y en esos días había que ir adonde se podía. En nuestro caso, la hermana de quien fuera mi pareja por muchos años y el padre de mis tres hijos, nos facilitó la llegada a los Estados Unidos. Con esa ayuda, nos instalamos en el norte de California”.
“El exilio fue muy difícil. La separación de los seres queridos, de los valores culturales, de las costumbres contribuyeron a un gran aislamiento que perduró por muchos años. La vida en el país del norte no fue fácil, y por mucho tiempo sentí una gran culpa de vivir en la nación responsable de tanta miseria en el mundo, incluida la de mi pueblo, hasta que aprendí que, si uno lucha por causas justas dondequiera que se encuentre, entonces la vida tiene sentido”.
Su activa participación en la causa de los Cinco tuvo como antecedente la lucha por el regreso de Elián. ¿Qué atinó a hacer Alicia cuando aquella madrugada sonó el teléfono y Lucius Walker le dijo: ‘Elián is free’?
La lucha por el regreso de Elián marcó mucho al movimiento de solidaridad con Cuba que veía ante sus propios ojos cómo se manipulaba el caso de un niño secuestrado en Miami. La historia de un padre que luchaba por reunirse con su hijo tocó el corazón de muchos americanos. Y ante el mundo quedó bien claro de lo que es capaz un pequeño grupo de cubanos residentes en Miami que odia a Cuba y que es capaz de jugar con los sentimientos hasta de un pequeño para lograr sus objetivos.
Como madre, me lo imaginaba en esa casa de personas desconocidas, después de haber sufrido la pérdida de su madre, sin tener cerca a su papá, sin entender lo que estaba pasando. Por eso, sentí una gran dicha cuando me enteré que Elián regresaba a Cuba, no porque los secuestradores no se salieron con la suya; sino porque había triunfado la justicia.
De regreso a casa, después de visitar por primera vez a Gerardo en octubre de 2002, ¿qué se dijo para sí Alicia Jrapko?
Fue una sensación muy extraña; era la primera vez que iba a una prisión de alta seguridad. Había anticipado mucho la visita; sin embargo, jamás imaginé que me iba a encontrar frente a un hombre tan sencillo, tan humilde, tan digno y con un sentido del humor tan extraordinario. Me equivoqué al pensar que íbamos a ser nosotros los que le íbamos a dar fuerza a Gerardo; sucedió todo lo contrario, él fue quien sin pedirnos nada, nos trasmitió toda la fuerza necesaria para multiplicar el esfuerzo en la campaña por la libertad de los Cinco.
¿Cómo y cuándo le nació a usted la idea de que Gerardo hiciera el logotipo que identifica a los Cinco?
Cuando en el 2001 empecé a participar en esta lucha, en aquel entonces con el Comité Nacional por la Libertad de los Cinco, comenzamos a comunicarnos con ellos. Al estar Gerardo en California, la comunicación se hizo más fluida porque las cartas se tardaban mucho menos, y cuando supe que era caricaturista, se me ocurrió pedirle un dibujo con la idea de utilizarlo en el diseño de un póster o una tarjeta para hacer conocer el caso.
El logotipo de Gerardo no se hizo esperar y lo dibujó en condiciones muy adversas; se valió de la tapa de un pomo para el círculo interior y de un vasito plástico para el exterior. Me gustó mucho porque encerraba allí todo el significado de la lucha de ellos. El cinco porque ellos son una sola lucha, la Bandera cubana porque ellos representan a ese pueblo valiente, la estrella dorada por el título de Héroes de la República de Cuba.
Lo primero que hicimos fueron tarjetas con el logotipo en frente y atrás las fotos de ellos, y una pequeña explicación de quiénes eran los Cinco. Pero la gente lo comenzó a emplear en otras partes del mundo y se convirtió en el símbolo de la lucha.
Gerardo es crítico de todas sus obras; sin embargo, lo considero un excelente artista. Sus dibujos me impactaron siempre, y me siguen asombrando cuando los veo, no solo por las condiciones gracias a las cuales dibuja; sino porque su imaginación nunca se agota.
Cuando le dieron papel y sellos, pero no sobres, para enviar cartas a su abogado Paul McKenna, él construyó uno y lo pegó con pasta dental. ¿De dónde este cubano saca fuerzas a sabiendas de que fue condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión?
Siempre nos hacemos la pregunta: ¿de dónde Gerardo y sus otros cuatro hermanos sacan la fuerza para esta lucha? La respuesta es, precisamente, la que nos dio él después que el 4 de junio la Corte de Apelaciones reafirmara sus dos cadenas perpetuas, en el mismo día de su cumpleaños: “…mientras quede una persona afuera resistiendo, ellos seguirán resistiendo también”.
Ellos son representantes de un pueblo que siempre ha tenido que luchar y defenderse, y por ello siguen luchando dentro de cinco prisiones del imperio, que se ha ensañado contra ellos porque son cubanos. Ellos no son culpables de absolutamente nada; es una vergüenza que el Gobierno de los Estados Unidos los mantenga presos, y es una vergüenza que el sistema judicial de este país siga interpretando las leyes desde el prisma de la política de EE.UU. hacia Cuba. Los Cinco son hombres libres a pesar de estar encerrados porque llevan a cuesta la dignidad de un pueblo.
Tiempo atrás, Hill Hackwell, su esposo, se declaró fotógrafo personal de Gerardo, pues este último acompañaba sus cartas y tarjetas de respuesta con fotos de él. ¿Persiste esta idea?
Gerardo continúa usando las fotos de Bill para acompañar sus cartas. Bill realmente ha tomado muchas fotos de todos los familiares de los Cinco y está envuelto en esta lucha de muchas formas; pero siempre dice que le falta la foto más importante y la última, que es esa imagen maravillosa de cuando regresen a Cuba. Estamos seguros de que la podrá tomar.
A partir del privilegio que ha tenido de visitar a Gerardo en la prisión, ¿existe algún vínculo particular entre usted y Adriana?
Me considero muy afortunada de haber conocido a Adriana y a los demás familiares: madres, esposas, hijas, hijos, sobrinos… Una de las cosas que más deseo es que tanto Olga como Adriana puedan visitar a René y a Gerardo, respectivamente; por eso hemos tomado una lucha paralela a la de la libertad de los Cinco: la lucha por el derecho a las visitas familiares.
Hemos avanzado un poquito, aunque aún no hemos logrado el resultado esperado, y no nos vamos a conformar con la respuesta que le dieron a Olga y seguiremos exigiendo su visa. En el caso de Adriana todavía sigue esperando una respuesta; pero nosotros continuaremos exigiendo visas para ambas.
¿Cómo se llega a la prisión de Gerardo?
Su prisión se encuentra en la ciudad de Adelanto, que es muy pequeña. Irónicamente en el camino hacia la prisión y en el límite con la ciudad hay un cartel que dice “Adelanto, la ciudad con posibilidades sin límite”; nos seguimos preguntando: cuáles serán esas posibilidades ya que, por ejemplo, hay zonas fantasmas con viviendas nuevas que, debido a la crisis económica, se encuentran desocupadas. Hay personas que para ganarse la vida en la ciudad de las posibilidades sin límite se paran en las esquinas con un enorme cartel haciéndole propaganda a esas casas nuevas, ocho horas al día. Es difícil imaginarse que esas sean las posibilidades sin límite para esas personas, y sin dudas tampoco lo es ni para los presos de Victorville ni para los familiares que los visitan.
Para llegar a la sala de visitas hay que pasar por una serie de controles; puertas que se cierran detrás de nosotros con el ruido típico de las puertas de hierro, más el constante ruido de las múltiples llaves que cuelgan de los guardias de la prisión. Y por donde uno mira, hay enormes alambres de púas que se extienden por los largos pasillos del patio, de los patios aledaños a la prisión.
En la sala de visita nos asignan un lugar con sillas divididas por una pequeña mesita plástica y, en frente, la silla donde se sienta Gerardo. Por lo general, la sala de visita es muy bulliciosa, no tiene capacidad necesaria para la cantidad de personas que los fines de semana visitan a los presos. No se nos permite llevar comida para compartir, ni entrar absolutamente nada, solo monedas para comprar comidas en las máquinas, que muchas veces están vacías sobre todo si hubo visitas el día anterior y no las repusieron.
¿Qué hace Gerardo en estos momentos en la prisión?
Yo pienso que mucha gente tiene la idea de que los Cinco tienen mucho tiempo libre; sin embargo, eso no es correcto. Además de tener que realizar algún trabajo dentro de la prisión, ellos se mantienen ocupados leyendo o respondiendo la correspondencia. Además de su trabajo, Gerardo lee información que le llega y no deja de responder varias cartas todos los días; aunque, a decir verdad, las cartas se están demorando muchísimo; por ejemplo, una carta desde donde estoy en el norte de California, al sur de California donde está la prisión, se ha llegado a tardar más de dos meses. Gerardo se preocupa por que la gente piense que él no está respondiendo las cartas; pero, en realidad, es debido a la demora que tiene en su correo. Sé que esta situación no solo es en la prisión de Gerardo, ya que Fernando, Ramón, René y Antonio tienen experiencias similares.
¿Cómo Alicia puede emprender tantos empeños: escribir artículos, intervenir en la organización de actividades, compartir con su familia, atender tantos mensajes electrónicos, incluido este largo cuestionario?
Es una buena pregunta; el tiempo es algo relativo, es cuestión de todo lo que estamos dispuestos a hacer y en dónde ponemos las prioridades.
¿A qué hora prefiere redactar sus artículos, crónicas…?
No tengo una hora determinada, o esa posibilidad de elegir una hora, cuando hace falta hacerlo, se hace.
Al volver a casa, en esta lucha por el retorno de los Cinco, ¿acaso no se ha dejado caer sobre un asiento y se ha dicho: ¡caramba!, estamos luchando contra lo imposible?
Nunca me siento pesimista, ni pienso que estamos luchando por una causa imposible. Al contrario, estamos luchando por una causa justa, que bien vale la pena nuestro esfuerzo. Esta lucha va más allá de los Cinco y de Cuba, esta lucha es una lucha por la verdad, por la vida, contra el terrorismo que nos afecta a todos.
Los que vivimos dentro de EE. UU. vemos todos los días cómo este país, que se dice ser tan libre y democrático, pisotea los derechos de los trabajadores, discrimina a los inmigrantes, priva a sus ciudadanos de cuidados básicos de salud.
En una noche cualquiera en los EE. UU. 1 millón de personas carecen de una vivienda para dormir, y de ellas, un cuarto de millón son niños. Una de cada 99 personas está presa aquí. Cientos de niños en el país más rico del mundo se van a dormir con hambre. Mientras se gastan millones de dólares en la guerra en Irak y Afganistán, se cierran las escuelas en los barrios pobres de Estados Unidos. Los Cinco representan ese mundo mejor que sabemos que es posible y, por eso, los consideramos también nuestros héroes. Trabajar por esta causa aquí no es fácil; pero no nos desanimamos; la fuerza nos la dan los Cinco. Soy optimista, y pienso que es cuestión de tiempo; estoy convencida de que ellos van a regresar a Cuba.
¿Hasta cuándo su comité continuará tocando puertas para luchar contra el muro de silencio que rodea a los Cinco?
Mientras la política de EE. UU. hacia Cuba continúe siendo la misma, la única opción que nos queda es seguir golpeando puertas, seguir informando del caso. Nosotros no tenemos el aparato mediático que tuvieron, por ejemplo, los casos de O.J. Simpson o el escándalo del ex Presidente Clinton; ni el aparato mediático al que tienen acceso los grupos de derecha de Miami.
Los medios de comunicación en EE. UU. no son imparciales y defienden la política exterior de esta nación; los conglomerados mediáticos están ligados a las mismas organizaciones que hacen ganancias con la guerra o que fabrican armas para la guerra. Mientras la política de EE. UU. siga siendo hostil hacia Cuba, los medios de las corporaciones también lo seguirán siendo.
Al conocer la decisión de la Corte de Apelaciones de Atlanta de ratificarle la sentencia de dos cadenas perpetuas más 15 años, Gerardo se comunicó con usted. ¿Qué le confirmó esa llamada?
Gerardo me llamó mientras yo iba manejando, y cuando escuché su voz, mi temor era que aún no conociera el resultado de la Corte de Apelaciones; sin embargo, me equivoqué. Yo estaba, al igual que muchas otras personas, indignada luego de conocer la decisión de la Corte de Apelaciones y las palabras de Gerardo me trajeron a la realidad. Fueron unos minutos nada más, pero recuerdo que al colgar pensé: si Gerardo se mantiene tan firme después de conocer que la corte le confirmó sus dos cadenas perpetuas, nosotros no podemos hacer menos que continuar la lucha hasta que regresen a Cuba.
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